2x03: Eco

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Warren y Samuel investigan la muerte de un dueño de un rancho, donde el testigo es amigo de la autoridad, Eco. Este les dice que era un buen hombre que le cuidó durante años. A medida que avanza el caso, el sheriff y el ayudante descubren que la mujer de la víctima, Estela, le estaba siendo infiel y ese podría haber sido el motivo del asesinato. Mientras tanto Edward investiga la muerte de un hombre de color cerca del bar de Jack Lemond. Pronto descubrirá que la víctima era un mandigo y que estaba enamorado de la mujer equivocada.


Un tiempo después del secuestro de Zoe, el padre comprendió que Benjamín estaba enamorado de su hija. Era una noche calurosa, algo más de la una y media de la madrugada, el bar de Jack Lemond estaba cerrado a cal y canto. Los ayudantes estaban en su casa, incluido el dueño. Benjamín Robles se coló en el local, con él estaba Zoe, lanzándole sonrisas dulces. A él le volvía loco esas sonrisas. Anduvieron por la oscuridad, sujetos de la mano. Tropezaron con varias sillas. Ella se puso frente a él.

-Vámonos arriba.-dijo ella, agarrando por el cuello al hombre maduro.

Este le acarició su pelo trenzado y la besó varias veces hasta las escaleras. Subieron por la escaleras en silencio, dado que había clientela durmiendo. Todas las habitaciones estaban ocupadas menos una, ella tenía la llave de ese cuarto escondida en el vestido. En silencio, abrieron la puerta y entraron dentro. Cerraron la puerta. La pasión seguía ardiente, él la estampó con cuidado y se fueron quitando la ropa. Entonces Benjamín aupó a la joven, cogiéndola del trasero. Se rieron y este la puso contra la ventana. Se besaron y se dijeron mimos en bajito. Ella vio luz que se alejaba afuera del cuarto, en el callejón. Esta se dio la vuelta y vio a un hombre tumbado en la calle. En ese momento Zoe pidió a Benjamín que la bajase al suelo. Los dos miraron por el cristal y vieron a ese hombre que no hacía ningún movimiento. Los dos se percataron de que el varón no se movía, así que la dijo que avisase a la autoridad.


Un rato después Edward Richard fue adormilado por la hora que era, las tres menos cuarto de la madrugada. El canoso ayudante fue llamado por el alcalde de Villa Rocosa, Chick, a su casa. Edward dejó a Shonda Williams dormir. Se tomó algo de cafeína para estar más despierto toda la noche. Fue guiado por el alcalde hasta el escenario del crimen, oyendo la mitad de lo que le decía su acompañante.

-Lo descubrieron Zoe y Benjamín, que estaban en el local. Según lo que me contaron es que ella divisó el cuerpo tendido en el callejón-contó el alcalde, andando dificultosamente por su grueso cuerpo.-Ellos vinieron a mi casa, luego avisaron a Jack para que supiese lo ocurrido y yo te avise a ti.

Entraron al callejón, el cuerpo estaba tendido en medio. A un lado estaba el saloom de Jack Lemond y al otro estaba un establecimiento abandonado desde hace tiempo. El escenario estaba iluminado por las antorchas que tenían en sus manos la pareja que descubrió el cadáver. El ayudante vio a varias personas, de las cuales había una que no le sonaba. Ella tenía el pelo rizado moreno , al igual que la cara, parecía la hermana de Zoe, aunque era más alta que ella. Zoe se acercó al ayudante asustada.

-¿Quien es la joven del pelo rizado?-preguntó Edward a ella.

-Es mi hermana Carmen, nadie la conoce en este pueblo, dado que ella ha sido criada por mi madre en Culiacán.

-¿Y cuando ha llegado?

-Hace poco tiempo. Pero no creo que se vaya a quedar mucho-contestó mordiéndose las uñas.

-En fin, ¿fuisteis vosotros quien descubrió a este hombre?-preguntó el ayudante, señalando al novio de ella y luego a la joven.

-Sí, fuimos nosotros. Primero avisamos al alcalde porque era el que más cerca estaba.

-No pasa nada, ¿a qué hora descubristeis el cuerpo?-preguntó Edward abriendo más ojos para estar despierto.

- A eso de las dos de la madrugada.

El ayudante miró el cuerpo, era un negro fornido, espigado, parecía un boxeador. Este no le conocía, luego volvió a mirar a la joven mejicana y le preguntó.

-¿Le conocíais?

-No.

Jack se acercó al dúo y preguntó.

-¿Qué crees que paso?

El ayudante miró los diversos golpes y quemaduras que tenía en la cara tosca de la víctima y el único orificio de bala en el entrecejo. Luego le levantó la camisa que este tenía al ver un moretón que le asomaba por debajo. Se fijó en que había más en el torso. Pensó mirando el escenario, no había casi sangre, pero dedujo que fue aquí donde le mataron.

-Le pusieron aquí.-mirando las huellas de las rodillas de la víctima en la tierra, alrededor había seis pares de pisadas-hubo tres personas más según las pisadas que hay alrededor del cuerpo. Mi teoría es que le torturaron con golpes y diferentes quemaduras en la cara y el torso.

-¿Y sobre qué hora crees que murió?-se interesó el dueño del saloom Lemond.

-Hará dos o tres horas-mirando la descomposición del cuerpo.

-Avisaré al enterrador cuando acabé de analizar al desconocido.-concluyó Edward.

-¿Y el médico?-preguntó Jack tocándose su grueso bigote.

-Está en un rancho, atendiendo otro caso.

-Así que tu eres el nuevo doc, ¿eh?-se jactó el barman.

-Pues si.-respondió riéndose el otro.

El hombre de color presentó quemaduras en la cara y en el torso que el ayudante dedujo que fue de un puro y el balazo en medio de los dos ojos fue algo personal. Tras eso, el ayudante le pidió una hoja a Lemond, el camarero fue a darle una cuando el alcalde le dijo al ayudante que no hacía falta el dibujo.

-¿Y eso porque?-preguntó Edward.

-Porque sé quién es. Es Ronnie Tyson, alias el gorila de oro, uno de los mandigos de Lambert.

-¿De Greg Lambert?-intervino Jack.

-Así es.-contestó el grueso alcalde.

-¿Es el hombre que ha puesto un saloom hace poco tiempo?-preguntó Edward.

-Sí.-contestó Chick acariciándose su canosa barba.

-Pues ahora hay que averiguar quién le mató.-dijo el ayudante.

Entre los tres hombres levantaron el cuerpo de la víctima y lo llevaron al cementerio de Villa Rocosa, haciendo descansos breves por el camino.

***

En el rancho de Luis Domínguez, que estaba alejado del pueblo, eran las cinco de la madrugada cuando el sheriff, el ayudante y el médico estaban en el escenario del crimen. El calor aumentaba a medida que se acercaban al desierto, dado que la casa era la más alejada de Villa Rocosa. Ellos estaban dormidos, el sheriff también estaba acatarrado. Vieron la puerta principal abierta de la casa, así que ataron sus caballos a un palo y entraron en la mansión que tenía este. Por fuera la casa estaba viejo dado a lo desgastada que estaba la madera. Pero por dentro, parecía nueva, dado al olor fresco de las paredes que habían sido pintadas recientemente y estaba llena de cuadros colgados por toda la sala principal y el salón e iluminada por dentro. Warren Filton sacó de su bolsillo un pañuelo lleno de mocos y se sonó otra vez. Vieron unas escaleras que llevaba al piso de arriba. La subieron. Mientras subían, se toparon con varios sirvientes, que les indicaron donde estaban el cuerpo del dueño. Ese hombre era el jefe de la casa, estaba casado con una joven mejicana llamada Estela, ella era más joven que él. Al llegar al cuarto, los tres vieron en el despacho de la víctima a Luis Domínguez tumbado medio cuerpo en una mesa de madera grande, la posición del cuerpo parecía suicidio. Al lado de él, había un negro de un metro ochenta y ocho, llevaba puesto una camiseta de manga corta, fornido y con el pelo a rasta.

-Eco-saludó Warren estrechándole el brazo.

-Sheriff, doc, Samuel-respondió el hombre de color sonriéndoles.

-Cuanto tiempo tío. ¿Qué tal te va la vida?-preguntó el sheriff estornudando.

-!Uf¡, que resfriado tienes, ¿no?-preguntó el ayudante de Luis, frotándose su cara de color café oscuro.- Pues desde que me salvasteis la vida aquel día, cuando estaban atracando el banco, me siento en deuda con vosotros.

-No te preocupes.-aclaró Filton.

-No he cambiado de trabajo, aunque soy el más viejo de los sirvientes de color, dado que llevo aquí-señalando el entorno-desde hace mucho tiempo.

-Bueno, ¿qué le ha pasado a tu jefe?-preguntó Samuel señalando al cuerpo que estaba medio cuerpo tendido en la mesa.

-Una de las sirvientas encontró el cuerpo en esta posición, se asustó y me llamó. Envíe a un joven a avisaros.

-Sí, hemos recibido el mensaje.-dijo Filton.

-La joven que descubrió el cuerpo cree que se ha suicidado.

El sheriff vio una mirada en el negro que hizo sospechar algo. Le preguntó.

-¿Y tú no crees que se haya suicidado?-se tocó el mentón.

El doctor se ajustó sus gafas de culo de botella y fue caminando hacía el cuerpo. Echó un primer vistazo a la víctima y vio que había un orificio de bala en la parte derecha de la cabeza. Dedujo que el cuarentón se quitó la vida por alguna razón, aunque no se le ocurría nada. El médico conocía un poco al dueño, pero no lo suficiente. Según la temperatura del cuerpo, murió haría dos horas. Vio unas cuantas puñaladas en el torso. Eso le hizo pensar que no fue un suicidio, fue un crimen. No vio ningún arma afilada a la vista, excepto una Colt que tenía la víctima en la mano derecha , así que dedujo que el asesino se lo llevo consigo.


Samuel y Warren se acercaron a este y preguntaron al galeno.

-¿Cual fue la causa de la muerte?-preguntó el sheriff.

-¿Creéis que alguien que se suicida con una pistola, antes se apuñala varias veces en el torso?

-No, además-contó Warren, mientras se dio cuenta de la caja fuerte que estaba detrás del cuerpo, estaba abierta- fue un robo que se complicó.

-¿Queréis dormir un poco?-preguntó Eco viéndolos tan cansados.

-Sí, será mejor, pero ¿dónde?-preguntó Samuel bostezando.

-En uno de los cuartos de invitados, os acompaño.

Antes de irse a dormir, uno de los agentes comprobó el Colt que había encima de la mesa. Faltaba una bala, pero se dieron cuenta de que nadie había disparado, al ver que otro proyectil estaba movido un poco. Pensaron que fingieron un suicidio, pero no le dispararon con esa arma en la parte derecha de la cabeza, fue con otra. El doctor dijo que primero le apuñalaron y luego fingieron un suicidio. El negro les acompañó hacia unas habitaciones individuales vacías que estaban en la planta de arriba, les dio unas mantas y les dejó dormir durante un rato. El cuerpo de Luis Domínguez se quedó en la misma posición que la habían encontrado. Al igual que hizo Edward dos horas antes, al dejar el cuerpo de Ronnie Tyson en el cementerio. Yéndose a dormir a casa con Shonda Williams.


A la mañana siguiente el sheriff, su ayudante y el médico se levantaron, se asearon y fueron a desayunar al comedor antes de volver a ponerse de nuevo a trabajar. Preguntaron a Eco y a los demás sirvientes incluyendo a la esposa de Luis, Estela. Nadie sabía que podría haber pasado. Se tomaron un descanso, bebieron agua y salieron afuera del rancho, al porche. Después de un rato, Eco salió al porche y vio al sheriff y al ayudante dando pequeños paseos por el rancho, junto al doctor, deduciendo teorías sobre el caso. El negro se tocó su pelo de rasta y les llamó. Los tres paseantes se acercaron al sirviente y Warren le preguntó.

-¿Qué ocurre?-preguntó el sheriff tocándose su mentón.

-Acabó de acordarme de una cosa que se me ha olvidado contaros-dijo el negro bajando la voz- Estela, la mujer de Luis tuvo un romance con un sirviente del rancho llamado Bernabé.

-¿Como lo sabes?-preguntó uno del grupo.

-Los vi hará unas semanas. Creo que ese podría haber sido el motivo de que Luis muriese.

-Sí pero para eso, habría que tener pruebas, ¿alguna vez se lo dijiste a tu jefe?-preguntó el ayudante tocándose la tripa.

-Se lo dije...Ojala no se lo hubiese dicho.-dijo Eco echándose la culpa.

-¿Que pasó cuando se lo contaste?-preguntó Filton sonándose la nariz.

-Que empezó a indagar, lo sé porque cuando yo le servía los cubiertos me contaba lo que había averiguado, que la mayor parte era nada.

-¿Y alguna vez lo descubrió?

-No lo creo, porque si eso llega a pasar, la bronca que hubiese tenido con Estela sería monumental.-respondió Eco.

-¿Y tú los viste besarse alguna vez a la esposa con el amante?-preguntó el doctor, ajustándose su gafas de culo de botella.

-Dos veces.-aseguró el negro con rasta.-una en la cocina y otra en la habitación de Bernabé.

-Y seguramente el marido no estaba en casa-pensó Samuel.

-Así es, Luis no estuvo en casa.

-¿Donde está dicho don Juan?-preguntó Warren.

-Dentro. Le llamaré.

-Cítale en el escenario del crimen.-ordenó el sheriff, subiendo los peldaños del porche.

Los tres se ocultaron del calor, metiéndose en la casa. Subieron al piso de arriba, al cuarto de Luís. Mientras que José Sánchez junto a otro sirviente de la víctima ayudaban a trasladar el cuerpo sin vida del dueño al porche para ponerlo encima del caballo del galeno, Warren y Samuel abrieron las ventanas del escenario del crimen, para que se ventilase el interior, dado que corría un poco el aire.


El criado de metro ochenta trajo al amante de la mujer de la víctima. Este era un hombre más bajo que Eco, menos fornido y con el pelo despeluchado. El joven tenía una chaqueta desabrochada por el medio, dejándose ver la camisa interior. Bernabé se presenta.

-Soy Bernabé Gutiérrez, Eco me ha dicho que ustedes quieren hablar conmigo.

Se estrecharon las manos y Warren le empezó a interrogar congestionado.

-¿Usted ha tenido alguna relación que no fuese profesional con la mujer de Luis Domínguez?

-¿A qué viene esto?-preguntó el joven sirviente asustado.

-Responde a la pregunta.-replicó el ayudante del sheriff.

Bernabé se tocó su barbilla afeitada y respondió.

-¿Acaso eso es un delito?

-No, pero si un buen motivo para que él sospechara y eso le llevase a la muerte.

-No tuve nada que ver con su muerte, además era un buen jefe y me pagaba bien. Y siento su muerte.

-Pero usted quería a su esposa.-dijo el sheriff.

-¿Donde estuvo a eso de las tres de la mañana?-preguntó José subiéndose las gafas.

-Durmiendo, ¿porqué?-preguntó el sirviente volviendo a tocarse su barbilla.

-Por que es a la hora a la que murió.-respondió el sheriff.

El joven sospechoso se fue del cuarto enfadado y se encerró en su habitación. Los cuatros se quedaron perplejos, empezaron a sospechar de él, aunque tenían que tener pruebas.

***

En Villa Rocosa, a eso de la una y media de la tarde Edward Richard después de desayunar, fue a los salooms de John Kruger, a la tienda de armas de Falk y de sus nietas y a la herrería de Kevin Notherland preguntando por Ronnie Tyson, el gorila de oro, haber si uno de ellos sabía donde había estado antes de morir en el callejón. Todos le dijeron que le habían visto en el bar de Lambert, pelear.


La temperatura había subido unos cuantos grados más, eso hizo que los habitantes del pueblo bebieran mucha agua. Este vio el saloom de Greg Lambert y fue allí en seguida. Al entrar, vio el local muy lleno y le extraño, dado que era un martes a la una de la tarde. El negocio llevaba poco tiempo abierto. El jefe era un joven americano que heredó el bar. El hombre se casó con una sirvienta que trabajaba para él, Stephanie Mason. Ella trabajaba como camarera ahí, era una más del saloom de Lambert. La joven conocía al sheriff y a Samuel un poco, a Edward no mucho. Ella era muy guapa, tenía una figura esbelta y pelo moreno liso, la joven era más baja de estatura que Greg y más joven que él, de unos veinte años. Stephanie era una mujer que gustaba a todos los hombres de Villa Rocosa. Ella al ver en la barra al ayudante canoso, se acercó a él y le preguntó.

-¿Que quiere tomar?-enseñando su sonrisa dulce.

-Una cerveza, ¿y tu marido?-preguntó Edward tocándose su canoso cabello.

-Allí-señaló la joven al fondo de la taberna, donde estaba su marido sentado en un sofá con unos clientes.

-¿Conoces a Ronnie Tyson?

En ese momento un cliente llamó a la camarera, Stephanie le respondió a Edward.

-Tengo que atender a la clientela-enseñando su dulce sonrisa.

La camarera se fue yendo moviendo sus delgadas caderas, manteniendo la bandeja de madera en alza. Edward Richard cogió su bebida y se dirigió hacia donde estaba Greg. Este estaba fumando un puro mientras atendía a unos clientes con los que estaba terminando un acuerdo. El dueño del bar miró hacía el ayudante canoso y le saludó con la mano abierta. Edward al acercarse, uno de los ayudantes de Greg, que era un hombre entrajetado grueso y fornido que le impidió el paso. Richard miró hacía las manos grandes y llenas de callos del ayudante de Lambert. Vio también que el hombre sujetaba unos puños de acero agarrándolos con fuerza, lo vio también en su otro compañero. El ayudante miró al otro y vio que tenía la cara tosca y expresión seria.

-Soy el ayudante del sheriff, y quisiera hablar con vuestro jefe.-contó Edward.

El entrajetado no hizo nada para apartarse. Edward volvió a repetirle lo dicho, no hubo ninguna reacción. Greg se frotó la punta de su bigote mejicano y ordenó al ayudante que le dejase pasar.

-Hola quate, ¿qué tal la vida?

-Bien, pero no he venido a hablar de mi vida. ¿Ha oído lo que le ha pasado a uno de sus mandigos, Ronnie Tyson, el gorila de oro?

-Sí, ha sido triste, pero el negocio sigue, ¿qué quiere de mi?

-Saber donde estuvo ayer por la noche.

-¿Soy sospechoso?-preguntó Greg frotándose el borde de su bigote.

-Sí, si nadie puede confirmar la coartada.

-Estuve jugando al billar que hay en el piso de arriba toda la noche, se lo podrá confirmar mis ayudantes.

El canoso se fijó en que los puños de acero de los ayudantes de Greg podrían haber golpeado a Ronnie Tyson y el dueño haberle quemado con sus puros en la cara. Pensó que solamente tenía que comprobarlo, así que puso su mano en la mesa que había en frente de él y empezó a avanzarla hasta tocar una caja de madera donde había muchos puros dentro. El dueño mejicano lo cerró y contestó a Edward.

-Quate, aquí nada se coge nada sin pagar-le echó una risa al final.

-¿Cuanto quieres?-preguntó el ayudante del sheriff.

-Nada, es broma.-se volvió a reír el mejicano.

El dueño del Lambert le enseñó sus dientes amarillos a Edward, este no le gustó que le echara su mal aliento que olía al humo del puro que se estaba fumando, mezclado con Whisky. Abrió la caja de los puros y dejó a Edward Richard coger uno. Al sacar Greg la caja de cerillas para encender una, el ayudante lo rechazó y respondió.

-Me lo fumare en otro momento.

-Así me gusta quate, estos puros son los mejores. De Cuba son.

-¿Y su esposa conocía a Ronnie Tyson?

-Um, supongo. Pero en fin, si me disculpas, tengo negocios que atender-viendo a unos hombres guiados por los ayudantes de Greg a un despacho que había en el segundo piso.

El dueño se levantó y apagó el puro en el cenicero. El ayudante del sheriff le vio caminando hacía donde estaban sus guardaespaldas. Se dio la vuelta y se dirigió otra vez a Edward, cuando este se estaba levantando de su silla.

-Tengo una idea quate, dentro de una hora más o menos, acabaré mis negocios con esos hombres-señalando a los supuestos hombres entrajetados- Tengo un billar arriba, si quiere podríamos echar una partida. Si ganó, se ira de mi establecimiento y si gana, responderé a todas sus preguntas. ¿Trato hecho?

-Hecho.-respondió el ayudante del sheriff guardándose el puro en el bolsillo de su chaqueta.

El dueño del saloom se fue hacía sus clientes. Edward pensó viendo la espalda anchura de Greg y lo fornido que estaba, que podría haber torturado a Ronnie Tyson y haberle disparado en el entrecejo. El motivo era sencillo, dedujo Edward, Stephanie, seguramente ella y el mandingo eran amantes y Greg lo descubrió.


Mientras Greg Lambert estaba atendiendo a sus invitados, Edward fue hacía la barra y vio a la compañera de Stephanie, Ana. Ella era medio española, medio mejicana, tenía casi la misma edad que la esposa de Lambert, unos veinte años. Al igual que su amiga, era una belleza, esa cara morena que tenía redonda hacía que los clientes se distrajesen y no prestaran atención a nada más. Edward se enamoraba de los ojos de color avellana de Ana, y de su dulce sonrisa que le echó al estar frente a ella.

-¿Quiere algo?-preguntó la joven.

-¿Ha oído lo que le ha pasado a Ronnie Tyson?

-Sí. Una pena, pero creo que se metió donde no debía.-dijo la joven tocándose sus gruesos labios.

-¿A qué se refiere?

En ese momento estaba viniendo su amiga a la barra, Ana la miró y luego le contestó a Edward.

-Sera mejor que se lo pregunte a Stephanie, que viene hacía aquí.

Edward echó un vistazo hacía atrás y siguió con su mirada a la joven que entraba por detrás de la barra y le decía una cosa a Ana. Esta cogió otra bandeja y llenó un vaso con cerveza, lo puso encima de la bandeja y antes de irse le advirtió de una cosa.

-Aunque he de decir que el mandingo no estaba mal físicamente.

Stephanie reaccionó ante ese piropo mirando a Ana con un poco de celos. Edward vio como la mejicana se iba a atender a la clientela mientras la mujer de Greg le preguntó al ayudante.

-¿Quiere otra cerveza?-enseñando su dulce sonrisa.

-No. Esperare a que su marido acabe la reunión que tiene.


El ayudante del sheriff sabía que la mujer de Lambert escondía algo y que no se lo sonsacaría en este momento, dado que estaba trabajando. Así que espero a que Greg le avisase para jugar esa partida de billar y poder ganarla. Eso haría que él respondiera a todas sus preguntas. Sacó el puro y vio que podría haber sido un objeto para torturar a Ronnie Tyson, pero para ello tendría que confirmarlo, así que después de jugar a esa partida, iría al cementerio a comprobar si los puros que tenía Greg, fueron usados para quemarle la cara diversas veces al mandingo.

***

Eran las cuatro y media de la tarde cuando un carromato se detuvo en la entrada del bar de Josh Wincott, en Villa Rocosa. El calor aumentó de repente. Los pasajeros del carruaje se estaban abanicando para reducir el calor que estaba haciendo. Amber Kruger se retiró el pelo rizado pelirrojo de su rostro y miró hacía la entrada del saloom de Josh. El acompañante trajeado que tenía al lado se bajó del carruaje al ver que este estaba parado. La hija de John cogió su pequeña maleta que tenía al lado e hizo la misma acción que su acompañante. Al estar en la calle, abrió el paraguas verde que tenía colgado en una de las muñecas. Fue caminando con su vestido ajustado por la calle hasta llegar a un saloom donde ponía su apellido, pensó que ese sería el bar de su padre. No quiso entrar dentro, dado que estaba enfadada con su padre porque no hizo nada cuando vio a Kevin, el herrero, liarse con su madre, Michelle. La madre de Amber dejó a los dos hombres en Villa Rocosa por que la habían hecho daño sentimental. Amber decidió seguir más adelante. Siguió paseando por la calle de los bares hasta el bar Lemond. De allí vio salir al alcalde del pueblo, Chick, tocándose su barba canosa.

El alcalde se detuvo delante de ella y le preguntó, fijándose bien en ella.

-¿Eres Amber Kruger?-frotándose sus ojos verdes claros.

-No, creo que me ha confundido.-mintió esta. Miró al saloom y vio gente dentro.

-Pues se parece mucho- respondió el grueso hombre, dirigiéndose a su casa.

La joven pelirroja se quitó el cabello de su rostro para ver. Entró dentro del local. Cuando la puerta se movió, la hija de Jack se le puso una cara de alegría y abrió los brazos en cruz, avanzando hacía la invitada. Amber y Zoe se dieron un abrazo y Jack, que se acordaba de la hija de John Kruger, la fue a saludar.

***

José, Warren y Samuel llevaron el cuerpo al cementerio para que los enterrase. Como habían dormido siete horas, estaban más descansados para pensar con claridad. A eso de las dos de la tarde, acabaron de enterrar el cuerpo de Luis Domínguez, tras hacer un dibujo de la víctima. El doctor se fue a comer al bar de Jack Lemond, mientras el ayudante y el sheriff comían en sus respectivas casas. Warren Filton fue cuidado por su criada Juana, ella le dio de cenar un plato caliente y le puso cerca de su cama, al irse este a dormir, un cazo con agua caliente con romero metido dentro, para que respirase mejor. A la mañana siguiente, el sheriff se le paso mucho el catarro que tenía. Warren se lo agradeció a Juana cuando ella entró por la puerta principal de la casa del sheriff.


La temperatura bajó unos cuantos grados, eso hizo que los habitantes del pueblo se abrigasen un poco. A eso de las ocho y media de la tarde, Warren y Samuel consiguieron respuestas del caso en el banco del pueblo, Fuente María. Allí, Sean Lambert les informó que Luis Domínguez tenía un objeto valiosísimo en sus pertenencias que quería vender al jefe de Sean, una Colt empuñada en oro que valía más de mil dólares. Cuando ellos le preguntaron dónde estaba dicha arma, el ayudante de Pablo Cienfuegos, Sean, les contestó que Luis lo iba a traer esa misma tarde. Warren y Samuel preguntó a este si había visto alguna vez a la mujer de Luis, Estela, con Bernabé Gutiérrez por el pueblo. Sean respondió que no. Los de la autoridad se fueron y cabalgaron con sus animales hasta el escenario del crimen. Tanto el sheriff y el ayudante empezaron a formular teorías sobre el caso. Los dos pensaron cual podría haber sido el verdadero motivo del crimen: ¿el valor del arma empuñada en oro o el descubrimiento del romance entre Estela y Bernabé?, o tal vez ambas. Ambos conocían bien a Luis Domínguez y sabían que era un buen hombre, siempre quería formar una familia y desde siempre quiso a su joven esposa mejicana, Estela. Pensaron que fue un ingenuo al ver que su mujer le estaba poniendo los cuernos con un hombre más joven que su esposo. En el pueblo le querían mucha gente, dado que era buena persona. Nadie del pueblo sospechaba de dicho romance secreto, excepto Eco.


Cabalgaron hasta la casa de Luis, al llegar, la temperatura del desierto era más árida. Eso hizo que Warren se le pusiera la nariz roja como un tomate y empezara de nuevo a estornudar. Samuel le respondió varias veces "Jesús". El acatarrado se lo agradeció y entraron en el rancho. Hallaron a su amigo de color en uno de los cuartos de la segunda planta y le preguntaron.

-¿Sabes algo de un robo que se ha cometido en esta casa, el objeto en cuestión era un revólver empuñada en oro?-preguntó uno de los de la autoridad.

-Seguramente era el Colt 45 que le regalaron en su boda. Creo que estaba valorada en más de mil dólares.-contestó Eco acariciándose su pelo de rasta.

-Puede que ese haya sido el verdadero motivo del crimen.- dedujo Warren tocándose el mentón.

-¿A qué te refieres?-preguntó su ayudante.

-Seguramente Luis guardó el revólver en la caja fuerte y el ladrón averiguó la combinación y la robó.

-Pero, ¿cómo no se dio cuenta Luis Fernández?-preguntó Liverpool.

-Porque murió al poco tiempo. ¿O Luis sorprendió al intruso y este le mató, o le asesinó antes?

-Según el doctor, las primeras heridas fueron las puñaladas en el torso y luego fingieron el suicidio. Seguramente robaron el objeto tras dejar el cuerpo en posición de suicida.

-¿Y quién crees que lo hizo?-preguntó Eco al sheriff.

-Bernabé Gutiérrez.-respondió sin ninguna duda este.

-¿Alguna vez viste al sirviente celoso de Luis?-preguntó Samuel a Eco.

-Más bien era al revés. Mi jefe era demasiado mayor para Estela, se llevaban diez años casi.

-¿Y dónde está dicho don Juan?-preguntó Warren estornudando.

-En su casa, supongo.-respondió el sirviente fornido.

-¿Y donde vive?

-En Villa Rocosa, creo que cerca del saloom de Josh Wincott.-respondió el negro dubitativo.- Aunque casi nunca estaba allí, sino aquí- señalando el lugar.

-¿Y donde esta Estela?-preguntó uno de ellos.

-No la he visto. Preguntar a los demás sirvientes, puede que alguien la haya visto.-respondió Eco.

-Gracias.-respondió el sheriff sonándose la nariz.

-Cuídate ese catarro.-aconsejó el fornido negro a Warren.


Tras el interrogatorio, Samuel y Filton preguntaron a los demás sirvientes para saber dónde estaba la mujer de la víctima. Una empleada la vio salir con alguien en caballo. Ella se los describió, se parecía a Bernabé. Warren le dijo a Samuel que fuese a la dirección del sospechoso, para ver si era cierta su teoría, el engaño que le hicieron a Luis.


Un rato después Samuel fue trotando con su caballo a la zona del saloom de Josh Wincott. Desmontó de su animal y se puso el sombrero, aunque hubiese bajado las temperaturas, el ayudante tenía toda la camisa sudada. Eran las once y media de la noche. Este, antes de empezar a interrogar por todo el pueblo, entró en el saloom de Jack Lemond y comió algo. Estando allí, saludó a la única hija de John Kruger, Amber. El ayudante del sheriff vio lo guapa que estaba la invitada. Le gustó su pelo rizado largo pelirrojo. Mientras cenaba, Liverpool la preguntó que tal estaba su madre, Michelle. Ella le contó lo que había hecho antes de visitar a su padre. Amber Kruger dejó de vivir con su madre a partir de los diecisiete años, se compró una casa cerca de la de su madre, viviendo sola y empezó a trabajar de ayudante de un saloom como camarera en Illinois, su ciudad de origen, luego la echaron del trabajo y la contrataron en otro bar de otro estado. En el segundo trabajo, duró más tiempo. El jefe la dejó que se cogiese unos días tras haberla visto durante dos años trabajar como una mula. Entonces ella cogió un carromato para visitar a su padre en Villa Rocosa.

-¿Y porque no has ido aún a verle?-preguntó Samuel, masticando un trozo de verdura que tenía en la boca. Refiriéndose a John Kruger.

-Aún no estoy preparada, seguramente iré mañana.-contestó la hija del ex-abogado.

-¿Y qué planes tienes ahora?-él se limpió la boca con una servilleta.

-Ninguno, la verdad. ¿Y tú?, ¿qué es de tu vida?, ¿qué tal esta Emily?-refiriéndose a la hija de Samuel.

-En Georgia. Bien, es que hace un año que me separé de ella y no los veo mucho.

-Dales recuerdos a tus hijos-dijo Amber sonriéndole.

-Lo haré. ¿Y tu madre?, ¿qué tal esta?

-Muy bien, la última vez que la vi fue hará unos meses, cuando la fui a visitar a Illinois.

-Me alegro.

En ese momento llegó Zoe, moviendo su cuerpo como una bailarina, ella recogió los platos que Samuel había comido. El ayudante la pidió la cuenta, la joven mejicana dijo un "ya voy", lanzando a la amiga y a Liverpool una sonrisa dulce. Tras pagar la cena, se despidió de Jack, Amber y Zoe. Fue hacía el saloom de Josh Wincott, el barman con cara de perro le saludó con una sonrisa y le dijo que buscaba. El ayudante del sheriff le enseñó un dibujo que se parecía a Bernabé Gutiérrez. El barman le indicó donde vivía ese hombre, porque sabía de quien hablaba.

-¿Quieres cenar?-preguntó Josh cogiendo su libreta para apuntar un menú.

-No gracias, ya he comido.- agradeció el ayudante.

-De acuerdo.

Este salió del saloom y cogió su caballo de las riendas que llevaba alrededor de la cabeza. Fue caminando hasta la casa del sospechoso del caso. Dejó atado su animal cerca de la vieja vivienda donde se alojaba él. Subió los peldaños que chirriaron cuando este los pisó. Se detuvo delante de una puerta de madera desgastada, llamó varias veces, golpeando sus nudillos. El dueño abrió solo media puerta, este tenía ropa ligera.

-¿Quién es?-preguntó Bernabé sorprendido.

-Soy Samuel Liverpool, el ayudante del sheriff, nos conocimos ayer en la casa de Luis Domínguez.

-Ah, sí. Disculpe ahora mismo estoy muy ocupado.-se disculpó Gutiérrez.

-¿Interrumpo algo?-preguntó Samuel con aire sonriente.

-No es un buen momento, de verdad.-insistió el dueño.

-¿Puedo registrar su casa?

Bernabé se puso tenso y le respondió.

-Oiga, yo no maté a mi jefe, no maté a Luis Fernández, ¿de acuerdo?

-No, no está claro. Pensamos que fue un robo que salió mal y alguien mató antes o después al señor Domínguez.

-¿Robo?, ¿de qué me habla?

-De un revólver empuñado en oro y con un valor de más de mil dólares y que Luis iba a vendérselo al dueño del banco de Fuente María. Mi teoría es que alguien mató a Luis y le robó su mercancía, conociendo antes la combinación de la caja fuerte que había en el escenario del crimen.

-Esto es absurdo-dijo enfadado Bernabé.

El ayudante pensó, al verle con tan poca ropa que ocultaba algo y seguramente ahora mismo estaría con Estela. El ayudante se retiró de la vivienda, aparte de que no tuviera pruebas para registrar la casa de Bernabé, estaba cansado y quería dormir un poco.

***

Edward estaba yendo al cementerio para comparar las marcas de quemaduras que tenía Ronnie Tyson por la cara y el fornido torso con el puro que le regaló Greg Lambert el día anterior. Estuvo feliz por haberle ganado una partida al billar a Lambert en su saloom la tarde de ayer. Tras haberle ganado, interrogó al sospechoso sobre quien era Ronnie. El mejicano, dueño del saloom, le contestó que la víctima era un mandingo suyo que peleaba para él, y que la noche en que murió el mandingo tenía un combate muy importarte, del cual se jugaba una cantidad alta de dinero el jefe de Ronnie. No sabía nada del asesinato del boxeador y le contó que estaba jugando una partida de billar con sus guardaespaldas. Ellos lo confirmaron. Tras el interrogatorio, Edward fue caminando por el cuarto, hasta llegar a una vitrina donde había una Colt Dragoon empuñada en oro. El ayudante lo cogió con permiso de Greg y miró el tambor, vio que le faltaba una bala. Cuando Edward Richard le preguntó sobre a que había disparado, el dueño le contestó sobre un tronco para probar la mirilla del revólver, hará un par de semanas. El ayudante del sheriff no se lo creyó. Pensó que podría haberse usado para dispararle en el entrecejo a Ronnie Tyson en el callejón. Pero para ello tendría que tener más prueba, dejando el revólver en su lugar de origen.


Al llegar al cementerio, eran más de las doce y media de la noche. Hacía una temperatura de la cual se podía estar por la calle, corría el aire y eso daba gusto. El ayudante pensó si el enterrador estaría aún en el cementerio. Desmontó de su animal y caminó por el necrópolis y a lo lejos vio a un hombre de espalda bastante mayor. Agilizó la marcha hacía él y vio que era el enterrador.

-¿Donde está enterrado Ronnie Tyson, el mandingo que te trajimos ayer por la noche?-preguntó Edward Richard tocándose su pelo canoso.

-Sí, ya sé quien me dice, sígueme.-contestó el viejo enterrador.

Juntos fueron hacía la tumba de la víctima con dos palas en las manos. Edward con permiso del enterrador abrió el sepulcro, sacó el puro que le dio Greg Lambert en su saloom y comparó las diversas quemaduras que tenía el descompuesto cadáver con el cigarrillo. Coincidían. También se fijo en la marca que tenían los moretones de cara y torso del fornido negro y vio como una marca de insignia. Pidió al dueño una lupa que este tenía siempre en su bolsillo de su chaqueta. El hombre mayor se la dio y Edward verificó dichas marcas: G.L, pensó que sería del anillo que llevaba Greg en el saloom la otra noche. También vio el orificio de bala en el entrecejo, pensó que había sido disparado del revólver empuñado de Greg. Se levantó y ayudó al viejo enterrador a sepultar a la víctima. Le dio las gracias el hombre mayor a Edward Richard. El ayudante fue caminando con aire calmado hasta su animal mientras le daba el aire fresco en el rostro. Pensó en que el culpable de la muerte del mandingo era Greg Lambert y sus guardaespaldas. Cuando se montó en el caballo, fue trotando hasta el bar del sospechoso. Al llegar, antes de cenar en allí, fue a buscar al dueño, había mucha gente en el bar, jugando a las cartas, bebiendo diferentes licores. Edward saludó a Ana y a Stephanie desde la entrada, ellas estaban en la barra. Subió los peldaños para ir al piso de arriba. Greg, sentado en el sofá de piel, viendo subir al ayudante. Este movió su cabeza, ordenando a sus guardaespaldas que se dirigiesen hacía allá, para impedir que subiese.

-!Eh tu¡-gritó uno de los fornidos protectores a Edward.

-¿Qué ocurre?-preguntó el ayudante canoso, bajando las escaleras.

-¿Que busca en el piso de arriba?-preguntó uno de guardaespaldas.

-A Greg, me gustaría tener otra conversación con su jefe.

-Está allí-señaló uno de los hombres a Lambert, que estaba sentado en su diván de piel.

-De acuerdo.-dijo el ayudante del sheriff bajando los peldaños.

Pasó por en medio de los hombres de Greg y se dirigió a donde estaba el dueño. El humo de los cigarrillos le molestó a Edward, pero no podía hacer nada. Se sentó en una silla, frente al dueño mejicano.

-He oído me que buscaba quate, ¿que desea?-preguntó Greg, acariciándose su bigote.

-¿Ronnie Tyson tenía una habitación en este local?

-Desde luego que sí, era mi mandingo boxeador. Se alojaba en la número cuatro.-contestó el dueño poniéndose erguido.

-¿Puedo registrarla?

-¿Puedo saber el porqué?

-Creo que su boxeador tenía una aventura con su mujer-señalando a Stephanie- y necesito corroborar esa teoría.

El mejicano inspiró y expiró durante unos segundos y luego le puso condición.

-Con una condición quate, que uno de mis ayudante le acompañe y esté presente en ese registro.

-Hecho.

El mejicano se rió y señaló a uno de sus hombres para que guiará a Edward hasta el cuarto del mandingo. Al llegar a la habitación, el fornido ayudante se puso a un lado de la puerta del cuarto, con los brazos cruzados y miró serio a Edward.

-Dos minutos.-condicionó el hombre de Greg a Edward.

-De acuerdo.

Registró la habitación de arriba a abajo, para que no se le olvidase nada. El cuarto era pequeño y estaba bastante desordenado y olía a cerrado, dado a que no estaba abierta la ventana. Al principio el ayudante de Warren se fijó en que la cama estaba desecha y había ropa que olía a sudor encima de ella. Buscó por los muebles y armarios que estaban a los lados de la litera. Lo único que había eran cosas de la víctima: ropa, algunos anillos que había ganado como trofeo en las peleas, algún dinero. Pensó que tendría que haber algo más, así que se le ocurrió mirar debajo de la litera. Con unos brazos, cogió una camisa arrugada que estaba frente a él. La desdobló. Pensó que sería uno de los vestidos de la mujer de Greg. La textura era fina, era un vestido de color canela. Se puso de pie y se fijó en que uno de los collares no estaba donde estaban las demás joyas. Luego, pisó sin querer una foto que ya estaba rota por la mitad. La cogió y se fijó que en ella salía Greg y Stephanie en el día de su boda. Edward pensó que podría haber sido un crimen pasional.

-Te pillé.

Salió del cuarto con las pruebas en mano para que la viese el ayudante de Lambert. El fornido hombre pensó en que no había juego sucio al registrarle de arriba a abajo. Hizo una mueca y cerró con llave la puerta de la víctima. El hombre calvo rota bajó junto a Edward Richard al piso inferior. El canoso se sentó otra vez frente a Greg y dio un golpe seco en la mesa alargada de madera que había entre medias. El mejicano sonrió y se acarició el extremo de su bigote.

-Quate, ¿qué ocurre?-preguntó Lambert.

-Necesito saber que sabe usted de esto-preguntó Edward señalando la foto partida encontrada en el cuarto de Ronnie Tyson, el colgante que encontró en distinto sitio y el camisón de seda de color canela.

-No sé nada, ¿de acuerdo?-respondió el dueño.

-No me vale con eso, necesito algo más que te quite de la lista de sospechosos.

-Hable con mis guardaespaldas.-se excusó el dueño.

-Y aparte de sus hombres, ¿quien más estuvo allí?-preguntó el ayudante tocándose su cabello canoso.

-Ana, la amiga de Stephanie.- señalándola con un dedo, que estaba en la barra.

-Lo hare...-se levantó Richard del asiento y fue para la mesa- No salga del pueblo-bromeó el ayudante, sabiendo que Greg vivía desde años en Villa Rocosa.

***

Tras el interrogatorio que Samuel tuvo con Bernabé Gutiérrez, este se fue a casa a dormir, pensando en que cuando Warren Filton volviese, contárselo todo. Se fue a descansar a la casa donde antes había habido una familia, la suya. Liverpool solo durmió pocas horas porque se acordaba mucha veces de su ex-esposa y de sus hijos.

Afuera hacía una noche que se podía estar paseando, porque el aire corría el aire. Mientras el sheriff se acostaba en su cama, ya con menos estornudos de los que tenía días antes. Juana, su criada, la había dejado preparado un cubo de agua caliente donde dentro había ramas de romero, para que respirase mejor y se le pasase el dichoso catarro.


A la mañana siguiente, el ayudante Samuel y el sheriff Warren se encontraron frente a la puerta de la casa del alcalde, dado que él era el que mandaba más del pueblo y ayudaba al sheriff a encontrar dichas órdenes judiciales, dado que Chick tenía contactos con algunos de los jueces de ciudades cercanas, esto de pedir esos favores lo hacía cuando la gente del pueblo no colaboraban, sobre todo los forasteros. Filton ya estaba mejor de su resfriado y Samuel lo notó. Estando frente a la puerta del alcalde, llamaron varias veces. El grueso hombre con su barba canosa salió a su encuentro con ropa ligera y los invitados se rieron al verle así. Chick, serio, respondió.

-¿Qué ocurre?, me habéis levantado.-preguntó el alcalde acariciándose sus ojos verdes.

-Tenemos que hablar con usted, ¿podemos pasar?-preguntó el sheriff.

-Sí, adelante-respondió el grueso hombre barbudo dejándoles pasar a su casa.

Los invitados pasaron a la ordenada casa del alcalde, dado que su nieta Ilona, la única niña que tuvo su hija. La madre de ella murió cuando Ilona tenía ocho años, el padre de esta se fue cuando ella aún era un bebe. Chick la cuidó como si fuera su propia hija. La enseñó modales y educación. Ella, ahora tiene unos diecinueves años y cuida de su abuelo mayor. Todo el pueblo la conoce como la nieta del alcalde.


La joven con el pelo a lo afro, vio a Samuel y a Warren entrar por la puerta y les puso una sonrisa de oreja a oreja. Los dos hombres se fijaron en como el pequeño salón estaba siendo recogido por la nieta de Chick. Ella caminó hacía los invitados, que estaban sentándose en una mesa redonda que estaba al lado izquierdo del cuarto. Ilona les sirvió con una bandeja metálica, unas tazas de café y le lanzó una sonrisa dulce a Warren. Ella estaba enamorada de él desde que tenía los catorce años, aunque Filton la supere por diez años. Era un amor platónico, porque sabía que no podía ser. La joven esbelta con su traje de seda, se retiró a su cuarto. Warren la miró la espalda de la joven y luego a los hombres sentados en la mesa.

-¿De qué se trata chicos?-preguntó el alcalde.

-Es sobre el crimen de Luis Domínguez. El dueño fue asesinado por un hombre que era su sirviente. Parece ser que Bernabé Gutiérrez, el sirviente de la víctima, le gustaba la mujer de su jefe y tenemos pruebas suficientes de que Estela, la mujer de Luis y el sirviente mantenían un romance secreto.-empezó Warren.

-¿Que pruebas?-irrumpió el alcalde.

-Sabemos que a Luis Domínguez le robaron lo que tenía dentro de su caja fuerte, lo más valioso que tenía era un Colt empuñada en oro y que se lo iba a vender al dueño del banco de Fuente María.- continuó el sheriff-Creemos que los asesinos lo sabían y le mataron por esa cantidad de dinero.

-Aparte de que Luis estaba sospechando de dicho romance.-continuó Samuel.

-¿Y qué queréis?-preguntó el alcalde.

-Registrar la casa de Bernabé Gutiérrez, sabemos que usted tiene contactos con unos cuantos jueces fuera de Villa Rocosa. ¿Podría usted conseguirnos una orden de registro?-preguntó Warren.

El alcalde le dio un sorbo a su taza de café y pensó en que decirles. Luego miró a sus invitados.

-¿Que pruebas tenéis?

-Sospechamos de que el amante era el asesino, dado que Eco, un testigo fiable, que trabajaba para la víctima. Parece ser que él pilló a los infieles haciéndolo dos veces.

-¿Y las pruebas físicas?

-Creemos que tienen el revólver de oro en su poder. Y de ahí, que necesitemos la orden judicial.-contó Filton.

-En una hora os informo.-contó el alcalde, frotándose sus ojos verdes claros.

-De acuerdo. Gracias por el café.

-Pero si ni si quiera lo habéis probado-reprochó el hombre barbudo.

Los invitados se rieron de la gracia. Salieron de la casa de Chick, se subieron en sus caballos y antes de que empezaran a trotar, un ciudadano se paró frente a ellos y les suplicó una cosa.

-Necesito su ayuda.

-¿Qué ocurre?-preguntó el sheriff, poniéndose el sombrero.

-Eco, mi compañero-refiriéndose el ayudante al amigo de Warren- necesita su ayuda.

Los dos hombres montados a caballo sabían de quien estaba hablando dicho joven que estaba en frente de ellos, dado que no conocían a nadie más con el nombre de Eco, excepto el ayudante negro de Luis Domínguez.

-Parece ser que ha encontrado el revólver empuñando en oro de nuestro jefe Luis en su cuarto. Está muy preocupado, dado que le han implicado en el crimen de Domínguez.

-De acuerdo, vamos para ya-dijo el sheriff.

-Ve tú, yo me quedare aquí, por si hay noticias de la orden judicial.-se excusó Samuel, tapándose con una mano los ojos, dado que el sol le estaba dando.

-De acuerdo.-prefirió Filton.

La temperatura había bajado unos grados, respecto al día anterior. Pero aún así, no se podía dar un paseo. El ayudante del sheriff se fue a la oficina a esperar noticias del alcalde mientras Warren trotaba junto al joven que les fue a avisar hasta el escenario del crimen. Cuando se estaba a una cierta el sheriff, Ilona miró por la ventana y le dedicó una dulce sonrisa a su amor platónico.

***

Era la una y media de la tarde cuando Amber Kruger fue al bar de su padre y cruzó la puerta corredera. John miró fijamente a la invitada y la sonrió. Ella, tímida, se acercó. Este estaba detrás de la barra. Salió y dio la vuelta a la mesa. Padre e hija estaban uno frente a la otro. La joven estaba muda, no supo que decir. John dio el primer paso, avanzó hacía ella con los brazos extendidos. La abrazó y la dio muchos besos en su frente.

-Cuanto te he echado de menos, cariño.-dijo el barman.

Ella se apartó y este lo comprendió, dado que habían estado mucho tiempo sin verse.

-¿Qué tal te va la vida?, ¿quieres algo de tomar?-preguntó John mirándola lo guapa que estaba y lo que había crecido.

-No, no. No me voy a quedar mucho tiempo. Solo he venido durante un tiempo. Pues he estado trabajando en dos salooms y sigo viviendo en Illinois, trabajando de camarera.

-Me alegro. ¿Y tu madre, sigue en la casa?

La joven se acarició su pelo rizado pelirrojo. Contestó.

-Sí, allí sigue. La fui a visitar hace unos meses y la noté alegre. No sé. Estaba distinta, aunque te echa de menos.

John pensó por un momento en Michelle, su ex-esposa, él también la echaba de menos. Pensó por un momento en que ojala pudiese volver atrás en el tiempo. Luego siguió preguntando a su hija.

-¿Quieres alojarte aquí?, en mi casa.

-No, ya me he buscado yo una habitación.

-Ah sí, ¿dónde?-preguntó, mirándola con sus ojos azules oscuros.

-En el saloom de Jack Lemond-contestó la joven, apartándose su cabello rizado del rostro.

-Te quiero, os quiero a las dos-le aseguró John a Amber, que estaba con una cara mustia.

-Papa, yo te quiero. Pero lo que no te perdono es como fuiste tan cobarde al ver que Kevin se metía de por medio.

-No te entiendo.

-Dejaste que ese tipejo rompiese nuestra familia...-dijo la joven, sollozando.

-Fue una época muy dura, para todos. Pero nosotros dos ya estábamos separados antes de que Kevin llegase.

-¿Separados?, creía que el amante de mama fue el detonante de la separación.-preguntó la hija sorprendida.

-No, tu madre y yo discutíamos antes de que ella conociese al herrero.

-¿Y de que discutíais?

El barman pensó en como contestarla para que ella lo entendiese. Amber esperó una respuesta.

-Tu madre tenía razón sobre lo que hacía en el pasado. Me preocupaba más el trabajo que mi propia familia, y de ahí que llegase tarde durante muchas noches. ¿No sé si tu acuerdas de eso?

-Me acuerdo de que mama lloraba a veces, en su cuarto, en silencio. Luego me contaba que tenía miedo de que tú te echases otra amiga y que ya no te fijases más en ella.-contestó Amber, riéndose de la expresión que empleaba Michelle, para contarle la verdad a su hija.

-Esa fue la mala época, y decidimos no contártelo porque pensábamos que lo íbamos a solucionar.-confesó el padre.

-Y de ahí que se buscase a un amante.

-Sí.

-¿Y porque no impediste ese romance entre mama y Kevin?-preguntó la joven seria.

-Porque fui un cobarde. Y porque tuve miedo de perderos.

Se dieron un abrazo al ver que entraba clientela por la puerta. Era un abrazo de despedida, John se puso otra vez tras la barra para servir a la clientela. El padre le dio un beso a su hija antes de que saliese por el bar. Amber comprendió la explicación que le había dado su padre y cuando este le lanzó ese beso, le lanzó una dulce sonrisa. Estando afuera del saloom de su padre, Amber vio al amante de su madre. El rubio herrero le lanzó una sonrisa picara y le preguntó.

-¿Tu eres la hija de John Kruger?

-No.-le mintió.

Tras esa contestación, ella siguió avanzando por la calle, dejando atrás a Kevin. No le cayó nunca bien el amante de su madre.

***

En el establecimiento de Greg Lambert, Edward se puso frente a Ana, la amiga de Stephanie. Viendo que estaba sola en la barra, él la indicó con el dedo índice, que se acercase a él. La joven mejicana, quitándose el cabello, que le tapaba el rostro, fue hacia él. Ella dijo, soltando una dulce sonrisa.

-¿Otra cerveza?

-No, he venido a preguntarte, ¿dónde estabas a la hora del asesinato de Ronnie Tyson?

-¿Por qué?-cambió de expresión.

-Para descartarte de la lista de sospechosos.-contestó el canoso ayudante.

-Estaba aquí, atendiendo a los clientes.

-¿Y vistes a tu jefe y a sus guardaespaldas en sala de billar?

La joven tardó un rato en contestar, hasta que al final respondió.

-Ellos estuvieron un rato en el piso de arriba. Se reunieron con Tyson, lo sé porque le vi subir al despacho de su jefe. Stephanie no estaba en ese momento. Bajaron con el mandingo y se dirigieron a la parte de atrás del establecimiento. Salieron por la puerta trasera.- señalando al fondo del establecimiento.-Ya no les volví a ver.

-Así que seguramente, Greg sospechó de la aventura que tenía su mujer con Ronnie, le hicieron subir para luego llevárselo a dar un paseo. El último paseo.

-¿Cree que mi jefe haría eso?-sospechó la mejicana.

-Sí, y creo que tengo mis sospechas- le enseñó la foto partida que tenía en su bolsillo donde salía la joven Stephanie junto a su marido Greg en el día de su boda. También dejó verle el colgante.- Estos objetos los encontré en el cuarto del boxeador.

La joven mejicana se asustó de lo que pudiese preguntarla a continuación el ayudante.

-¿Tenían un romance secreto Stephanie y Ronnie Tyson?

Tardó un rato en volver a contestar.

-Sí. Ella iba a dejar a su marido porque decía que la estaba maltratando físicamente.

-¿Tiene moretones?

-Unos cuantos, aunque los disimula bastante bien, poniéndose prendas encima.

-Por eso se buscó a otro hombre.

-Ronnie la amaba y ella a él.

-Y Greg se lo arrebató.

-Hágame un favor, haga justicia.

-La haré.

En ese momento llegó la joven maltratada y miró a ambos en la barra. Stephanie tenía un ojo morado. Edward se levantó de la silla de un salto y la preguntó.

-¿Que le ha pasado?

-Nada, que me he tropezado en la escalera-se excusó ella.

-Eso no es de un tropiezo.-irrumpió la mejicana.

El ayudante del sheriff fue en busca del que le había hecho eso a la joven, echó un vistazo rápido al local para encontrar a Greg Lambert. No estaba en el piso de abajo. Subió como una bala a la zona privada del dueño, detrás de él iban Stephanie y Ana. Abrió la gran puerta de madera que había en frente suyo. Vio a Greg de espaldas a él, jugando al billar, riendo, fumando. La habitación estaba cargada, dado que estaba llena de personas: Unos cuantos clientes con los que Lambert intentaba llegar a una especie de acuerdo. Edward Richard se mordió el labio y fue con los brazos extendidos al frente, a por su contrincante. Le cogió por debajo de los hombros y le empujó hacia el otro lado del cuarto. Las demás personas se quedaron lívidas de esa acción, excepto los guardaespaldas del dueño, que intentaron detenerle. Edward desenfundó su revólver y apuntó al mejicano.

-Si os movéis, le dejaré seco.-amenazó a los fornidos hombres, mientras Greg miraba con odio a su esposa.

-Quate, no hace falta llegar a esta situación.-se jactó el mejicano.

-Pues ya hemos llegado.-replicó el canoso hombre.- dime ¿qué paso con Ronnie Tyson?, ¿le matasteis?-preguntó, mirando a su espalda, hacía los gorilas de Greg.

-Yo no sé nada quate.-se excusó el mejicano.

-Deja de mentir cerdo-irrumpió la amiga de Stephanie.

La mirada de odio se convirtió en insultos cuando el marido de la joven la insultó.

-¿Que es lo que has dicho zorra?, yo te di de comer, te di un hogar, y así es como me lo pagas.

La esposa, cansada del maltrato que sufría por parte de su marido, cogió el revólver empuñado en oro, que estaba colgado en una vitrina. Volvió a donde estaba su agresor y le apuntó al rostro. El marido se frotó su bigote mejicano y sonrió a los que les estaba apuntando.

-No tienes lo que hay que tener para hacerlo-dirigiéndose a su esposa.

-¿Le mataste?-preguntó Stephanie, amartillando el Colt.

-¿Y que si lo hice?, era una sabandija que se metió en una relación de pareja.

-Así que le concertasteis una reunión inesperada, Ronnie Tyson subió a este despacho y vosotros le sacasteis por la parte trasera del local, donde ya nadie le iba a volver a verle con vida. Tú y tus protectores le pusisteis de rodillas, le golpeasteis, le quemasteis el rostro y luego le matasteis.-mirando el arma que empuñaba la joven esposa de él.

-Se lo merecía.

-Pues quedáis detenidos, los tres.-confesó Edward, mirando a su alrededor.

-No te preocupes quate, saldré pronto de prisión.-amenazó el dueño del local.

-No te preocupes quate, no dejaré que entres allí, sino que directamente, te enviare a la horca.

El joven Greg se rió y se levantó del suelo con los brazos alzados. Una bala salió del cañón del Colt empuñado en oro. Impactó en el entre cejo del mejicano asesino. Greg cayó al suelo muerto. Stephanie, con las manos temblorosas, dejó caer el revólver al suelo. Ana la abrazó y la joven esposa confesó la verdad.

-Se lo conté todo a Ronnie, él me aseguró que iba a solucionar esto. Pensábamos en huir de este horrible lugar.

-Lo sé, lo sé.-soltó Edward.

Los dos guardaespaldas se asustaron de la situación y pusieron las manos en alto. Edward los arrestó.

***

En la casa de Luis Domínguez, Eco habló con Warren en el porche del rancho, preocupado porque alguien le había implicado, dejando el arma robada de Luis en el cuarto del fornido negro. Filton, ya menos congestionado, creyó en lo que le decía, dado que Eco respetaba mucho a Luis y jamás le haría ningún daño. Eco confesó que en el momento del crimen de su amo, estaba junto a otro hombre, recogiendo lo cosechado aquel día. Dicho testigo lo corroboró. El negro le entregó al sheriff la prueba robada. Tras la corta charla que mantuvieron, el sheriff volvió trotando con su caballo a Villa Rocosa. La temperatura fue disminuyendo ese día, hasta alcanzar los veinte grados. Eso hizo que Filton hiciera una parada en su casa para coger una chaqueta que le abrigase, antes de dirigirse a la oficina, donde le estaba esperando su compañero Samuel Liverpool.


En ese momento apareció el alcalde por la puerta de la oficina del sheriff y todo serio miró al sheriff y a su ayudante. Ellos esperaron una respuesta.

-¿Y?, ¿tienes la orden de registro?-preguntó Filton.

-Ni un gracias, ni nada-reprochó el barbudo Chick.

-¿La tienes o no?-preguntó Samuel.

El grueso hombre de barba canosa sacó un papel arrugado de su bolsillo y se los entregó.

-Aquí tenéis, espero que atrapáis al culpable.-contestó todo serio Chick.

-!Eh¡-soltó Warren.

El alcalde se dio la vuelta en el umbral de la puerta y miró al sheriff.

-Gracias.

El agradecido sonrió y salió de la oficina. Un rato después, Warren y Samuel fueron trotando hasta la dirección de Bernabé Gutiérrez. Estando allí, vieron el caballo del sirviente de Luis. Llamaron a la puerta de aquella vieja casa. El ayudante con gafas abrió y vio otra vez a Samuel Liverpool frente a él.

-¿Que quiere?-preguntó Bernabé.

-Registrar la casa, además tenemos una orden judicial-aseguró Filton entregándole dicho papel.

El sirviente lo leyó y asustado dejó entrar a los agentes de la autoridad. Al ver la habitación echa un desastre, los de la autoridad pensaron que había alguien más en la casa. Se fijaron en que había otra prenda, además de la del hombre. Pensaron que sería de una mujer al ver un pendiente en la cama. Warren se volvió hacía el ayudante de Luis.

-¿Con quién está?

-Con nadie-confesó este, asustado por dentro.

Ninguno de los agentes le creyó, el sheriff vociferó, mirando a una puerta que había al fondo, en una de las esquinas.

-Salga de ahí adentro.

No hubo respuesta, Samuel vigiló al sospechoso mientras Warren se acercó a la puerta y dio unos cuantos golpes con el nudillo. No hubo ninguna reacción ante esa llamada. Entonces el sheriff dio una patada a la puerta. Estela se asustó al ver que Filton la apuntaba con su revólver, estaba en ropa interior.

-No se mueva.-dijo el joven, echando un rápido vistazo al cuarto.

No vio nada, ninguna arma afilada. Entonces se fijó en que al fondo de la habitación había una puerta tumbada, que conducía a un sótano. La abrió y vio que dicho bajo era pequeño. Cogió un pequeño puñal ensangrentado. Dedujo lo que pasó. Volvió al cuarto principal, haciendo salir a la joven mujer de Luis Domínguez. Ella se tocó su moño y se sentó al pie de la cama. Se puso el camisón.

-Me imagino lo que ocurrió, usted-soltó el sheriff mirando a Estela-al contrario que su marido, le fue infiel.-miró a Bernabé.-usted un romance secreto con ella, mirela, es hermosa.

El sospechoso lo hizo y luego volvió a mirar a Warren.

-Supongo que Luis se enteró de ese secreto por Eco y ustedes le mataron.-siguió Warren-pero, ¿cuando le robaron el revólver empuñado en oro con un valor de más de mil dólares?

-Seguramente antes de que Luis lo vendiese al dueño del banco Fuente María. Uno de ustedes se enteró y decidieron robarle. Pero no salió como pensaban y el hurto acabó en crimen.-continuó Samuel.

-O seguramente el robo fue una cosa que se les ocurrió al ver muerto a Luis. Fingieron un suicidio y aprovecharon la oportunidad para robarle a un difunto. Pero la cosa se complico y dejaron el Colt 45 en el cuarto Eco, para inculparle de todo.

-¿De quién fue la idea?

Estela miró a su amante asustada, hubo un duelo de miradas entre los dos. Al final ella confesó.

-Fue de él.

-!Eso es mentira¡, querías verle arruinado. Él nos iba a quitar nuestra felicidad, nos iba separar.-gritó Gutiérrez.

-Bueno, fuera como fuese, quedan arrestados.-soltó Samuel.

-Fue ella la que me dio la combinación de la caja-soltó Bernabé.

Warren se acercó al joven sirviente y le amenazó.

-Luis era amigo mío, y haré lo que sea posible para que le ahorquen temprano.

-Sabe, si su amigo no se hubiese enfrentado a mí, tal vez estaría aún vivo.-defendió el asesino.

Warren pensó en darle un puñetazo en la tripa, pero contuvo la ira, mordiéndose el labio superior y diciéndole tranquilamente.

-Todos los criminales ponéis la misma excusa.

Pensó en esa frase dado que en otros casos en los que había detenido al responsable de dichos delitos, le habían dado una frase parecida a la que le había dicho Bernabé.

FIN


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