2x05: Gran disturbio
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Cuando Luis y West van a cerrar un trato con unos contrabandistas, son atacados por unos forajidos, hiriendo al ayudante del sheriff. En ese momento, el poblado indio junto a la ayuda de Edward y Warren darán caza a esa banda de maleantes para hacer justicia por lo que le hicieron a uno de los suyos. Por otro lado, Samuel tendrá que solucionar una discusión entre John Kruger y Kevin Notherland, que podría haber acabado en un crimen.
Era una tarde acalorada, Warren estaba con el sombrero puesto, montado en su caballo. Al lado suyo, estaba Edward Richard, a la misma altura que él. El ayudante tenía un palillo entre los dientes que lo movía de un lado para el otro. Llevaban camisas de manga corta. Los dos estaban en la cima de un monte donde se podía ver el poblado indio. A los dos les estaba dando el sol de frente, así que decidieron descender la cordillera. A lo lejos, vieron a dos soshones cabalgando hacía ellos, eran West, el jefe del poblado, junto a su hijo Luis. Filton sabía quiénes eran, dado que habían quedado para que los indios les explicase un problema que tenían con una banda que no les dejaba en paz. Dicha banda robaban las provisiones que los indios traían a su poblado y las vendía por cierta cantidad a otros contrabandistas. Los hurtos habían comenzado hacía dos meses, los ladrones se asustaban un poco al principio, porque si un nativo les descubría allanado su propiedad, huían, dejando la mercancía en el poblado. La cosa cambio unos días antes de que West se reuniese con el sheriff, al ver un tiroteo entre los navajos y los ladrones, empezando los truhanes por conseguir a cualquier precio dichas mercancías, hiriendo a varios residentes del poblado. La tribu quería sangre por ese salvaje ataque por parte de dicho grupo de truhanes. West estaba de acuerdo, pero su hijo Luis pidió a su padre que intentasen otros medios antes de derramar más sangre. Le sugirió hablar con Warren y su gente para ver si podían solucionar dicho caso. West no estaba en nada de acuerdo con esa teoría, al igual que sus compatriotas, pero el indio joven soltó una explicación bastante razonable del porque no debían emprender dicha venganza, a no ser que fuera inevitable del todo.
El motivo era que tanto el poblado como el sheriff y sus ayudantes habían pactado que si por algún caso el poblado tenía alguna serie de conflicto con los bandidos, los agentes de la autoridad tenían que estar al tanto del asunto por si Villa Rocosa también corría peligro. Además, tanto el sheriff como sus ayudantes podrían ayudar al poblado deteniendo a esos forajidos. Gracias al poder de convicción de Luis, el padre de este cerró el trato con Warren Filton.
La hija de Luis, Sitara, estuvo de acuerdo con su padre. Eso hizo que su abuelo fuera con su hijo a reunirse con el sheriff y sus ayudantes, para que atrapasen a esos truhanes.
Luis había adelgazado un poco desde la última vez que Warren le había visto, pero su padre seguía igual. La verdad es que la autoridad sabía muy poco sobre esa banda, porque aún no había oído hablar de dicho tiroteo. Edward Richard estrechó la mano a ambos indios y tiró el palillo al suelo.
-¿Que hay Warren?, ¿Edward?-preguntó Luis.
-¿Para qué nos habéis llamado?-preguntó el sheriff, tocándose el mentón.
-¿Os habéis enterado de lo ocurrido en mi poblado?-dijo el padre todo serio.
-No, ¿por?-contestó uno de los dos.
-Ha sido tiroteado por unos ladrones. Por unos truhanes.
-¿Y quién ha sido?
-No sabemos nada de esos canallas, lo único es que varias personas de mi poblado han visto a esos ladrones robando mercancías.
-¿Qué clase de mercancías?
-Comida, utensilios, no sé.
-¿Y porque no me lo dijiste?
-Porque queremos sangre...-contó West enfadado.
-Lo que quiere decir es que, queremos justicia.-interrumpió el hijo.
Los agentes de la autoridad se miraron y luego volvieron a preguntar a ambos soshones.
-¿Alguna vez alguno de vosotros o algún miembro de tu tribu vio bien alguno de esos truhanes?
En ese momento una bala rozó la cara del ayudante e impactó en el suelo, ese proyectil por poco le da en la cabeza al animal de este, pero gracias a Dios que el caballo en ese momento la había bajado. Dicha bala impactó en el suelo, eso hizo que los animales se asustasen. Hubo otro estruendo, esa bala sí que impactó en el hombro de Edward, haciéndole caer de su montura. Warren echó un rápido vistazo a los altos de esa montaña, vio a un individuo a lo alto. Desenfundó su revólver y disparó contra ese sujeto, falló el primer tiro, el segundo le hirió en el hombro. West cogió su arco y tensó la cuerda poniendo la flecha en el medio. Apuntó a otro tirador, que estaba al que había herido Filton. Disparó a ese hombre, haciéndole caer de su montura y matándole al instante. Warren apuntó bien al tirador que había herido e hizo otro "bum" con su arma. Ese proyectil mató al tirador que estaba en lo alto de esa cordillera. Se oyeron sonidos de patas de caballos desde abajo. Tanto los indios como el sheriff supusieron que los asaltantes habían huido. Warren miró a su compañero herido con preocupación. Luis le cogió de los hombros mientras Warren Filton lo hacía de sus piernas. Juntos, llevaron al herido al caballo del sheriff. El dueño se subió a su animal y fue trotando junto a los dos indios. Se llevaron el animal del ayudante. Edward aulló de su rotura de hombro durante todo el trayecto hasta el poblado.
***
Mientras tanto en Villa Rocosa, Samuel Liverpool entraba por la puerta del saloom de Jack Lemond. Había adelgazado un poco en los últimos meses, y este se sentía orgulloso de sí mismo. Vio al doctor sentado en la barra y tomándose una cerveza. El médico formó con su mano una pistola y disparó de mentira a Samuel. El ayudante fingió que le mataban mediante una expresión que ponía su cara. Era su saludo desde hace tiempo. El galeno se ajustó sus gafas de culo de botella. Samuel echó un vistazo rápido al local, vio a Kevin Notherland cabreado a un lado junto a varios lugareños alrededor, tranquilizándole de lo ocurrido. Por el lado derecho estaba John Kruger con el ojo morado, el ayudante pensó que algo malo pasó. Se acercó primero al barman y le preguntó.
-¿Qué ocurre?, ¿por qué tienes el ojo morado?
-Pregúntaselo a él. -replicó John, mirando al herrero.
-Te lo preguntó a ti.
-Discutimos por Michelle.
-¿Tu ex-mujer?
-Sí.
En ese momento Samuel se percató de que John estaba tenso porque cerca de ellos estaba el amante de su mujer. También se fijó en que allí estaba Amber Kruger.
-Escúchame, tranquilízate, vale. Vuelvo en un momento.
Al ver la tensión que se estaba produciendo entre esposo y amante, decidió que uno de ellos se fuese del local para no complicar más las cosas, siempre que Jack estuviese de acuerdo. Primero habló con el dueño para que este le pidiese a Kevin que se fuera a casa. El rubio herrero salió por la puerta corredera antes de que el barman mejicano le dijese algo. Hubo una mirada intensa entre John y Kevin, en dicha mirada había odio e ira. Kruger cogió su cerveza que estaba en la mesa donde estaba, y se la bebió de una sentada. Samuel habló primero con Jack para saber lo sucedido.
-¿Que ocurrió exactamente entre John y Kevin?
El mejicano se tocó su bigote grueso y le contestó.
-El herrero estaba sentado solo en aquella mesa-señalando a la mesa donde estaba Kevin-y entró John, buscando al herrero, parece ser que habían tenido algún asunto entre manos y aún no lo habían acabado.
-Y lo acabaron con una pelea, ¿no?-preguntó Samuel.
-Así es-contestó el doctor, que estaba sentado al lado de Liverpool.
-Bien voy a hablar con John.-dijo Samuel.
-¿Por qué no dejas que se serene un poco?, esa cerveza que se ha bebido-contó Jack mientras señalaba a la botella vacía que había cerca de el barman.- Es su segunda cerveza.
El ayudante se dio la vuelta y vio a la hija de Kruger, Amber, ayudar a su padre a andar sin que se cayese, dado que el barman iba zigzagueando de un lado al otro. La joven pelirroja llevo a su padre a casa. El ayudante avisó a la chica.
-Eh, vigila a tu padre, ¿de acuerdo?
La mujer se dio la vuelta antes de salir por la puerta y asintió con la cabeza. Eran las ocho y media de la noche, Liverpool como no había cenado, decidió cenar en el local.
Este echaba de menos a su familia, dado que hacía tiempo que no los veía.
***
El sol ya se estaba metiendo por el este. Warren levantó con ayuda de Luis, que también estaba fornido, a Edward del la montura de su caballo. Le llevaron hasta el poblado indio, le dejaron en una de las tipis para que le recolocasen el hombro. Mientras Warren fue hacía la discusión que mantenían Luis con su padre. Los dos estaban acalorados de tanta tensión que se produjo en un momento. El ingles pensó que no tardarían mucho en ir a las manos, por eso intervino de inmediato.
-Un momento, antes de que os matéis, ¿puedo hablar con vosotros un momento?
West con la cara sería se fue de la conversación. Luis se disculpó por el comportamiento de su padre a Filton, El sheriff movió la cabeza diciendo que no pasaba nada. El ingles se movió hacía su caballo para volver a la zona donde se había producido el tiroteo. Luis le dijo que le acompañaba. Warren pensó por un momento que le vendría bien una ayuda india, dado que ellos se conocían ese territorio rocoso. El ayudante aulló, ese gritó se oyó en casi todo el poblado, después de eso, Sitara, la hija de Luis, le cuidó poniéndole un vendaje en el sitio donde estaba la rotura. Warren y Luis oyeron ese grito desde la salida del poblado. Los dos sonrieron un poco.
-¿Y de que querías hablar?-preguntó el joven soshon.
-¿Alguna vez tu o algún miembro de tu tribu vio bien alguno de esos truhanes?
-Uno de mis amigos vio algo, no espera. Creo que fue su mujer.-contestó Luis acariciándose su coleta morena.
-¿Y te comentó como era ese truhan?
-Pelo rubio, ojos caquis y tenía una cicatriz de luna en su lado derecho.
-Podría ser uno de los forajidos a los que matamos.
-Podría.
Siguieron cabalgaron durante una hora hasta donde habían sido tiroteados, llegaron a lo alto de ese cañón y vieron dos cuerpos sin vida en el suelo. Desmontaron y se acercaron a las víctimas. Ambos tenían sus revólveres desenfundados y vestían con ropas oscuras, los dos eran fornidos y uno de ellos tenía un bigote corto. Se fijaron en que ambos tiradores habían muerto de los proyectiles y la flecha que los defendidos habían disparado. Warren felicitó la puntería de West.
-Es un buen tirador tu padre.
Luis vio la flecha clavada que tenía por la espalda uno de los truhanes, la cogió. Warren dejó que la cogiese. Se fijaron en que ninguna de las víctimas tenía una cicatriz en su cara ni tenían el pelo rubio. Así que supusieron que tendrían que haber más de esos forajidos. El sheriff examinó más de cerca a los criminales, para ver si llevaban algún tipo de símbolo inscrita en el cuerpo. Vio que ambos llevaban un sol dibujado en uno de sus brazos. El sheriff pensó que pertenecían a una misma banda, él los denominó "La banda del sol". Se oyó un estruendo, tanto el indio como el ingles miraron al horizonte. En lo alto de uno de los montes que había frente a ellos, había un desconocido subido a su animal. El caballo jineteó al oír el disparo del rifle que había echó su dueño al cielo. Tanto los ojos marrones de Luis como los verdes de Filton, cruzaron miradas con el extraño. No le pudieron ver bien al tirador, por lo oscuro que estaba. El extraño dejó de jinetear con su animal, se fue del escenario del crimen, desapareciendo. Pensaron que el desconocido podía ser el jefe de dicha banda. El joven navajo le preguntó al sheriff.
-¿Quién crees que sería?-acariciándose la coleta.
-No lo sé. Pero esto aún no ha acabado.
Echó un vistazo alrededor de los cuerpos, se fijó en que había varias huellas de animales que huían al norte, en la misma dirección donde había desaparecido el desconocido. Warren pensó, por el número de pisadas, que eran seis jinetes quienes estaban disparándoles.
-¿Te suena estas caras?-preguntó el sheriff al indio.
Luis negó con la cabeza al ver a las víctimas. Warren cogió dos cuerdas de su montura y las ató a las piernas de esos forajidos, luego hizo un nudo a su cuerno de la silla. Se montó en su animal y empezó a trotar despacio, cansado de estar cabalgando por el desierto, le dijo al indígena.
-Dile a Edward que descanse esta noche en el poblado y que mañana regrese a Villa Rocosa, yo se lo notificaré a Shonda.
-¿Tiene mujer?-preguntó con sonrisa Luis.
-Salen desde hace un año y medio, todo el pueblo lo sabía. Es un don Juan-bromeó al final el ingles.
El indio rió, se aupó en su montura y se fue con su caballo al poblado. Warren tenía miedo, aunque no lo mostraba por fuera, dado que estaba trotando solo por el desierto, camino a Villa Rocosa. Pensó que tenía su revólver por si acaso algún peligro le acechaba. La noche era oscura, hacía un poco de aire y eso hacía que el pelo corto de Filton se despeinase un poco para un lado. Pensó en quienes serían estos indeseables que les había disparado, también en cuanto valdrían sus cabezas. Pensó en ir primero al cementerio para que el enterrador cavase dos tumbas más, pero no sin antes hacerles un dibujo a cada uno para ver si alguien del pueblo los reconocía. También quería saber que significaba el dibujo del sol en los brazos de esos forajidos: ¿cómo se llamaría esta nueva banda?, ¿quién sería el tipo que disparó al cielo y les desafió en los montes?, ¿sería el tipo que le describió Luis?
A lo lejos vio luces, pensó que era Villa Rocosa. Sujetó las riendas con más fuerza para cabalgar más deprisa hacía la zona iluminada. Al llegar, comprobó que era su pueblo, viendo el gran cartel de madera a la entrada del pueblo. El alcalde, que estaba saliendo del bar de Josh Wincott y dirigiéndose hacía a su casa, se cruzó con Warren cuando este iba trotando hacía el cementerio. Ty Long, el nuevo alcalde de Villa Rocosa, elegido hará un tiempo, poco después del fallecimiento de Chick Allans. El hombre era un treintañero, espigado y con la cara afeitada. Llevaba en la localidad mucho tiempo. Prácticamente él y su familia se habían criado aquí. La hija de este, Cristina, tenía la misma edad que Emily Liverpool, casi los veinte. El alcalde, con su cara tosca miró extraño al sheriff.
-¿Adónde vas a estas horas?-viendo a los dos bandidos arrastrados por el caballo de Warren.
-Al cementerio, a dejar a estos dos indeseables para que los entierre.
-Bien, sigue tu camino.
-Gracias alcalde.
-Nos vemos sheriff.
La conversación había sido tan corta dado que los dos habían tenido un día duro. Ty se despidió y continuó caminando. El alcalde y el sheriff eran solamente conocidos, dado que ellos no se movían en los mismos círculos. Lo único que tenían en común es que Long le había pedido algunos favores para que este los investigase. Filton le consideraba un lugareño más, al cual respetaba.
***
Era la una y media de la mañana , Samuel no tenía sueño dado que había dormido una siesta aquel día, fue caminando hacía el trabajo del hombre rubio. Pensó hablar con Kevin Notherland en primer lugar, dado que este estuvo a punto de matarse con John Kruger por Michelle, la ex-mujer del barman, en el saloom de Jack Lemond. El ayudante esperó encontrárselo en la herrería, dado que el joven rubio trabajaba hasta tan tarde. Al llegar allí, vio que el taller tenía la puerta de afuera abierta, desenfundó su revólver y entró apuntando a ambos lados, no vio a nadie.
-Kevin, soy Samuel, ¿estás ahí?
Cuanto más se acercaba al interior del almacén donde Kevin preparaba las herraduras, más llantos silenciosos oía. Vio a un hombre de espaldas, sentado en un tronco pequeño, el lugar no estaba demasiado iluminado. El ayudante entró dentro, pisando la paja que había por medio. Se puso frente a Kevin, que era el que estaba sollozando y le preguntó.
-¿Te pasa algo?
El joven rubio se secó las lágrimas de repente, dado que no le gustaba que le viesen llorar. Se levantó y habló con Liverpool.
-No, nada. ¿Qué quieres?- preguntó, tocándose su pequeña cresta rubia.
-No, es que he visto la puerta abierta y pensé que te había pasado algo.
-Algún empleado se la habrá dejado abierta.
Kevin se desahogó.
-¿Alguna vez quisiste a tu mujer?
A Samuel le extrañó esa pregunta y le preguntó.
-¿Por qué?-tocándose su tripa.
-¿Qué harías si el amor de tu vida desapareciese de repente?
El ayudante pensó en aquella noche, cuando se despidió de su mujer e hijos en la casa, viéndoles alejarse con el carromato, el cual iban montados. Le respondió con sinceridad.
-He vivido esa escena Kevin y es muy dolorosa, pero no comprendo a que viene esto.
El herrero siguió con su discurso.
-Yo solamente he amado a dos mujeres en mi vida: A Michelle Kruger y a Sandra López. Y las he dejado escapar, destrozando sus vidas y las de sus allegados.
-Una de ellas tiene una familia-refiriéndose a la primera mencionada- y la otra, estuvo muy poco tiempo en el pueblo.
Samuel se sorprendió al ver el arrepentimiento de Notherland y le dio unos consejos.
-Si te estás disculpando, no lo hagas conmigo. Habla con John Kruger y pídele disculpas, al igual que Jack Lemond.
-Eso intentaba cuando estábamos en el bar, pero él pensó que la estaría recordando de nuevo.
-¿Y por qué os pegasteis si tu ibas a disculparte?
-Por qué de solo nombrarla, él pensó que quería volver con ella.
Samuel conocía a John y sabía que no pegaría a nadie por solo nombrarle a su mujer. Tuvo que haber algo más.
-Dime la verdad, ¿por qué llegasteis a las manos?
-Por decirle que aún la amaba y que no se merecía un hombre como él-refiriéndose a John.
El ayudante del sheriff se tocó su cara y dedujo que Kevin se lo diría de alguna manera que el barman se cabrease con él y se peleasen. Viendo que el herrero se recuperaba del sofocón, le pidió.
-Mañana ve a pedirle perdón a John y a Jack por la bronca que has montado...
-John me va a pegar otra vez-contestó Kevin con la expresión preocupante.
-No si se lo dices de verdad. Es decir, vas a su casa, hablas con él seriamente y le pides disculpas por el comentario que le has dicho.
-No volveremos a ser amigos-bromeó el joven rubio.
-Nunca lo fuisteis. Pero si que te respetara y te tratará como un hombre al cual se puede mantener una conversación y no como al idiota que eres...
Kevin se enfureció por dentro, pero sabía que tenía razón. Por esa razón le contestó.
-Lo haré.
Los dos se dieron la mano y pensó Samuel que, por primera vez vio al herrero actuar con raciocinio. El ayudante esperó fuera del establecimiento mientras que Kevin cerraba su negocio. Se despidió de él otra vez y se fue a su casa a descansar.
***
Warren Filton hizo varios dibujos de ambos forajidos a los que este y Edward habían matado en defensa propia. Tras eso, ayudo al enterrador a cavar dos tumbas para sepultar a los forajidos. A eso de la una y media de la mañana acabo en el cementerio y se fue con su caballo hacía su casa, sin pensar por un momento en decirle a Shonda donde estaba Edward.
Era una noche cálida, a Filton se le que caían los parpados del sueño que tenía. Estuvo a punto dos veces de caerse del caballo, dado que zarandeaba de un lado al otro del animal. Cansado, ató a su caballo y abrió la puerta principal de su casa. Sin tener hambre, ni sed, ni ganas de darse un baño, fue como una flecha a la cama. Se tumbo y se durmió.
Eran las ocho y media de la mañana cuando el ingles abrió un ojo y vio como la luz del sol le cegaba la vista. Se levantó y abrió las ventanas de su cuarto. Vio a Juana acercarse hacía su porche. Se cambió de vestimenta y cogió los dibujos de los forajidos de uno de los bolsillos del pantalón que dejó para que su criada le diese un agua. Se dirigió a la cocina y se bebió de golpe tres vasos de agua junto al café que había sobrado del día anterior. Dejó la ropa sucia en un cesto de madera, al lado de un gran cubo lleno de agua. Volvió a la cocina y vio a la mujer. Ella le dio un abrazo y le preguntó.
-¿Estás bien?, he oído que os han intentado matar a Edward a ti unos forajidos.
Filton, extrañados de lo rápido que vuelan las noticias en Villa Rocosa la preguntó.
-¿Cómo te has enterado?
-Oímos unos cuantos sonidos desde aquí, dichos sonidos seguramente serían disparos. Y dado a que Edward y tú no estabais en la oficina porque estaríais en el poblado indio, negociando no se qué.
-¿Como sabíais que Edward y yo estábamos en el poblado?
-Samuel me lo contó.
-Ah.
Warren le enseñó a la criada los dibujos, ella los oteó y tras unos segundos respondió que no les sonaba de nada esos tipos. El hombre le respondió que dichos tipos fueron los que les tirotearon en el cañón. Juana le dio otro abrazo y le dio un beso en la mejilla. Tras eso, Filton se fue hacia el exterior de su morada mientras ella empezaba a abrir toda la casa. Cogió su caballo y lo primero que recordó, fue en ir a casa de Shonda para avisarla de lo que había sucedido con Edward. No la encontró allí, así que fue al lugar de su trabajo. Estando allí, la vio atendiendo a unos clientes en la barra y fue allí.
-Shonda, veras querías comentarte una cosa.
La joven morena se dio la vuelta y le echó una sonrisa dulce. Viendo la cara de preocupación del sheriff le preguntó.
-¿Qué ocurre?
-¿Te has enterado del tiroteo que ha habido en los cañones?
-¿Por qué?
-Porque a Edward le han intentado matar unos forajidos, a él y a mí. Solamente quería que supieras que está bien.
La chica se puso triste tras oír la noticia y rodeó la barra, dirigiéndose hacia la salida. Ella pensó por un momento que había sido otra cosa. El jefe del saloom salió por la puerta de la cocina, que estaba detrás de la barra, al ver al sheriff y la cara de preocupación de esta, entendió que algo sucedía. El de la autoridad se lo explicó. Josh Wincott, el jefe de la joven, pese a que no le cayera bien el sheriff entendía la situación, dado que Edward Richard era su colega y dejó a Shonda que fuera con él hacía el poblado indio.
Antes de dirigirse a la tribu, Warren con ayuda de la joven colocó varios dibujos de los forajidos en algunos postes y recintos del pueblo por si alguien los reconocía. Pidió a los dueños de dichos establecimientos, incluido el de Rob Jobs, que si los reconocía, que se lo dijesen a la vuelta, dado que este tenía que llevar a la joven Shonda al poblado para que se re-encontrase con su novio.
***
Eran las diez y media de la mañana cuando las puertas correderas se movieron, entrando Kevin Notherland en el saloom de John Kruger, había poca clientela. El camarero cogió su rifle, que estaba colgado en una de las estanterías y apuntó directamente al herrero. El apuntado sintió miedo y pidió que bajase el arma.
-¿Que quieres?-preguntó el barman, no dejándole de apuntar al corazón.
-Pedirte disculpas.-dijo este alzando las manos.
-Me tomas el pelo-respondió el otro mofándose.
-No, escucha, baja el arma y hablemos.
Los ojos azules marinos del barman, que estaban clavados en el amante de su mujer, no dejando de pensar si lo que decía era cierto, ¿seguro que quería hablar con él?
-¿Y porque ibas a disculparte?
-Por lo que te dije en el saloom de Jack la otra noche.-respondió con sinceridad.
-¿Y cómo sé que no es una broma?
-¿Me ves reírme?
El camarero hizo una mueca, bajó el rifle y se tranquilizó. Dejó que Kevin se expresase.
-Siento mucho lo que ha pasado en el bar y en los últimos cuatro años- recordando la primera vez que rompió el matrimonio de Kruger.- Si quieres que ya no vuelva a tu saloom a tomarme unas cervezas o si quieres, que me cambie de acera por la cual tu caminas lo hare...
-Deja de decir estupideces y vete al grano.-dijo serio John.
-Sé que soy un capullo, y que la mitad de los que hay aquí-señalando a la clientela- me odian porque me he reído de ellos. Pero quiero arreglar las cosas entre nosotros.
-No somos amigos.
-Ya lo sé, pero quiero que me perdones. Siento lo que te he dicho todo este tiempo sobre Michelle.
John notó algo en lo último que Kevin dijo, parecía como si se disculpase, y no lo hacía de mentira. Además su tono era de arrepentimiento. Los ojos verdes oscuros del joven rubio se posaron en los del barman. Era un duelo que duró unos instantes. Kruger pensó en perdonarle, pero antes de abrir su boca, Kevin le dijo.
-No dices nada, lo entiendo, estás en tu derecho.
Tras esto, se dio la vuelta y fue caminando hacia la puerta de salida. El barman le aviso.
-!Eh¡, te perdono.
El herrero se volvió y le hizo una mueca.
-Pero no eso no significa que seamos amigos.-siguió Kruger.
Los clientes que había en el establecimiento miraron la situación, poniendo más interés a la última frase que el camarero soltó. Parecía como si esa frase hubiese sido una puñalada en el corazón, dado que la mayoría de los que estaban dentro del establecimiento habían tenido que soportar insultos muy feos de Notherland. El joven rubio les miró con miedo y luego a John. El dueño les dijo.
-Este es mi establecimiento, y él ha venido a pedirme perdón por los errores cometidos en el pasado. Y yo lo acepto. Si hay alguien que no está de acuerdo con mi opinión, puede dármela.
-Se acostó con tu mujer, rompió tu matrimonio.-soltó uno.
-Todos cometemos errores y tenemos derecho a una segunda oportunidad.
El que se quejó de lo que había dicho el barman, se fue del bar, siguiéndoles unos cuantos. Los pocos que quedaban siguieron a lo suyo. Kevin salió por la puerta y fue la primera vez que los dos hombres se sonrieron, como si fuesen amigos de toda la vida.
***
El sol estaba en lo alto de una colina, allí se encontraban Shonda Williams junto a Warren Filton montados en sus respectivos caballos. Los dos bajaron la cuesta y se dirigieron al poblado indio. Tanto él como ella, estaban sedientos, así que cuando llegaron allí, se desmontaron y bebieron de sus cantimploras de piel. Al estar en el poblado, West junto a su hijo y Edward Richard. Los tres estaban sentados en una roca grande, que estaba a la entrada del poblado. El hombre del pelo canoso dijo a Luis.
-Hacerme el favor de no disparar a mi mujer.
El indio joven se rio y le respondió.
-Menudo don Juan estas hecho.
West no dijo nada. Al ver bajarse a la joven Shonda, el ayudante echó correr con el vendaje hacía ella. Se besaron en los labios. El sheriff y los demás navajos contemplaron la escena de amor. Paso unos segundos, antes de que el sheriff rompiese el silencio carraspeando.
-Edward te necesito en el caso.
El ayudante dejó de abrazar a su novia y asintió con la cabeza. El sheriff miró a Shonda y le prometió.
-Te lo devolveré a la hora de cenar.
La joven rio y se montó en su animal. Se fue despidiéndose con la mano. Edward miró durante unos pocos minutos la esbelta figura de su novia. Tras eso, se volvió y Warren le explicó lo que pasó tras el tiroteo. El ayudante lo anotó todo mentalmente. Filton habló con Luis para que organizara una partida de indios. El motivo de que necesitase dicha partida, era porque los soshones se conocían mejor el escenario del crimen que él. Preguntó a todo el poblado sobre las anteriores visitas inesperadas de los truhanes. La mujer que había visto a dicho truhán huir, dejando la mercancía en el poblado, era la misma que dijo que su marido había desaparecido aquella noche, la noche del tiroteo en el poblado. Había pasado dos días desde ese tiroteo. Los agentes de la autoridad pensaron que la banda paso entrar en el poblado a robar mercancías a matar y secuestrar. Pero, ¿por qué ese cambio?, ¿ qué paso?. Warren ordenó a Edward que descansase yendo al pueblo y preguntando por Villa Rocosa si alguien reconocía a los truhanes que les habían intentado matar. El ayudante aceptó con gusto tocándose su pelo canoso y se fue de la tribu, agradeciendo a la familia de Luis el vendaje y el cuidado que le habían prestado. Mientras tanto, Warren junto a Luis y a West, encabeza la partida de soshones que buscaban a su amigo desaparecido. Luis y otro indio describieron a Pluma Roja, el navajo secuestrado: un tipo fornido, ancho de espaldas, delgado, con cara de enfado, aunque cuando hablabas con él era un bendito.
Llegaron a eso de las doce menos cuarto al escenario del crimen. Filton se fijó en que nadie había vuelto allí desde que el sheriff se había llevado los cuerpos sin vida de los forajidos al cementerio de Villa Rocosa. Nadie había vuelto el escenario del crimen desde entonces. Se percató que había casquillos en el suelo, cerca de donde había recogido a las víctimas. Eran de un Winchester, el ingles les miró y preguntó a los rastreadores.
-¿Por qué no denunciasteis esa desaparición viniendo a mi?-preguntó, tocándose el mentón.
-Porque es nuestro problema, además le estuvimos buscando tras haber desaparecido. Pero al final no encontramos a Pluma Roja.-respondió West.
-Me habéis mentido. ¿por qué?-preguntó el sheriff.
-Porque no era tu problema, es el nuestro. Y buscaremos a Pluma Roja nosotros.-respondió el padre de Luis.
El hijo intervino enfadado.
-Papa, le hemos llamado para que nos ayude a encontrar a nuestro amigo.
-Yo no lo llame, hiciste que nos reuniéramos con él para que nos ayudase-señaló con el dedo West a su hijo.
-Es el sheriff y es nuestro amigo.
-Pero es nuestra gente y no queremos ayuda externa-sentenció el padre.
Warren se sintió despreciado y dio la media vuelta a su caballo, en dirección a Villa Rocosa.
-!Filton¡-gritó el joven indio.
-Si no queréis mi ayuda, deberíais haberlo solucionarlo vosotros-agarrando fuerte la cuerda del caballo.
-Sí, te necesitamos-respondió Luis.
West y su hijo echaron un duelo de miradas, era rabia lo que desprendía esas miradas. El joven navajo dejó de mirar a su padre y miró a los otros de su tribu, esperando a que defendiesen la idea de que se quedase el sheriff. El ingles antes de marcharse, les advirtió.
-Si queréis solucionar este problema con una guerra, haya vosotros, pero creo que primero hay que encontrar a vuestro amigo y hallar un camino alternativo a la guerra.
-¿Y si Pluma Roja esta muerto?, ¿qué hacemos según tú?-amenazó West señalando al sheriff.
El señalado frunció el ceño y le replicó.
-Si podemos detenerlos por ese tiroteo, mucho mejor que se llene el cañón de más sangre. Además, os ayudare a llevar a los truhanes ante la justicia, y si en tal caso, Pluma Roja estuviese muerto, te prometo que les llevaría ante la soga personalmente.
-!Ja¡-se rió un rastreador.
De esa risa, vinieron unas cuantas más, contagiando a casi todo el grupo de navajos. Luis y alguno más no se rieron.
-Queremos sangre.-sentenció el jefe indio.
Luis miró a West y luego a Warren, que le respondió.
-Si queréis sangre, la tendréis si los responsables de haberos atacado no se rinden ante la autoridad.
-O sea, ante ti-soltó otro indio entre risas.
-Pues sí, ante mí.
West cogió desde el suelo el asa del caballo de Warren y le dijo.
-Tienes valor para decir que se rendirán ante ti solo por que seas el sheriff. Pero nosotros queremos sangre.
El animal movió la cabeza, eso hizo que el navajo soltase la cuerda. El joven Luis le comentó a Filton.
-Ayunados a encontrar a nuestro amigo y hacer justicia. De todos, tú eres el sheriff.
El de la autoridad miró al grupo de rastreadores y sonrió a Luis, luego afirmó con la cabeza.
-Si no conseguimos que esos truhanes depositen las armas, iremos a la guerra.-aseguró Filton.
El padre y los demás navajos asintieron con la cabeza y ayudaron al hombre blanco a buscar pistas sobre el indio desaparecido. Uno de los soshones se percató de que había huellas de animales que se dirigían al norte del cañón, un poco alejado de donde el sheriff había recogido los cuerpos. Se lo dijo a los demás. El sheriff fue delante de los rastreadores siguiendo dichas huellas. Mientras seguían ese rastro, otro navajo vio una pluma roja y gritó al grupo. Se acercaron al cálamo rojo, lo recogieron y uno de ellos afirmó que era de Pluma Roja. El sheriff se percató de que, debajo de la pluma había un charco mojado, era saliva humana, al lado de eso había dos pares de bultos, debían ser marcas de que alguien se puso de rodillas. Warren pensó en que aquí estuvo retenido el navajo a punta de pistola, sujetado por dos o más forajidos. Luis, al ver eso, le comentó.
-Aquí es donde deberían tenerle retenido.- tocándose su coleta.
-Así es, debieron amenazarle con un revólver o una navaja. Le tumbaron boca abajo, tapándole la cara-señalando al charco húmedo- de ahí que escupiese varias veces la arena de su boca.
-¿Y por qué no le oímos?, Pluma Roja es muy fuerte y si alguien le intentara matar, gritaría.
El sheriff echó un vistazo al otro lado de la montaña, donde vieron al jinete que les advirtió, disparando varias veces al cielo.
-Nosotros deberíamos estar seguramente a unas quinientas yardas de él. Creo que se cercioraron de que no abriese la boca.
-¿Y ahora adónde vamos?-intervino West.
-Sigamos las huellas de los caballos-dijo Warren.
El grupo de rastreadores siguieron hacía el norte.
***
Eran la una menos cuarto cuando Samuel Liverpool apareció por la herrería de Kevin Notherland, montado a caballo. El joven rubio estaba fuera, arreglando un herraje, él no estaba solo. El ayudante le gritó desde el animal. El otro se giró y fue hacía el jinete.
-Hombre, me he enterado de que John Kruger te ha perdido perdón-dijo el ayudante.
-Pues sí, sabes, gracias por darme ese consejo.-respondió Kevin riéndose.
-De nada-continuó el otro.
-Las personas cambian, ¿sabes?- el herrero se tocó la coronilla.
-Qué raro, yo oí un dicho que decía lo contrario.
Los dos rieron un rato y luego el herrero le preguntó.
-¿Crees que yo no he cambiado?
-No.
-En fin, me voy antes de que te pida la dirección de tu esposa-dijo Kevin riéndose.
-Ten cuidado, que aún puedo desenfundar mi revólver.-amenazó Samuel con una risa al final.
El herrero se fue hacía su trabajo.
***
Eran las dos de la tarde cuando Edward Richard terminó de comer con su novia de Shonda Williams en el bar de Rob Jobs. Terminó de comer y se despidió de su chica. El ayudante admiró el vestido negro que llevaba ella, pensó que se ajustaba a su delgada figura. El camarero con los ojos saltones esperaba en la barra a Edward para que le pagase lo que había engullido. Hacía un calor infernal, el ayudante del sheriff fue hacía el barman y le pagó. Al volverse hacia un lado del bar, vio uno de los dibujos de los forajidos que colgó Warren Filton en una columna. El camarero con sus ojos azules claros al mismo sitio y le comentó.
-He visto a estos hombres antes, estaban junto a otros cuatro tipos. No se adonde fueron después.
-¿Y a qué hora fue eso?-preguntó el ayudante tocándose su pelo canoso.
-Hará unos días, ¿porque se les busca?, ¿ y qué te ha pasado?-preguntó el camarero viendo el vendaje.
-Me intentaron matar, a mí y al sheriff.-señalando al dibujo-y ellos fueron los responsables, ¿con quién más estaban?, ¿puedes describirlos?
El preguntado se secó la frente, que estaba empapada de sudor. Luego le miró con extrañeza y respondió.
-Así que Warren y tú fuisteis los tiroteados, lo siento.
Tragó saliva y continuó.
-Lo siento, no recuerdo a sus acompañantes. Pregunta por ahí, a ver si alguien tiene memoria de elefante.
Los dos se rieron un poco y Edward le dijo acariciándose su cabello.
-Está bien, gracias por la ayuda. Un saludo.
El camarero se despidió y vio como salía este de su saloom. Con aire tranquilizador, el ayudante se fue hacía a su animal para coger su cantimplora, bebió el agua que sobraba. Después de eso, fue preguntando por los tipos de los dibujos haber si había alguien más que los hubiese visto. Le dolía el vendaje que llevaba, por esa razón fue a pie preguntando a los ciudadanos. No consiguió demasiadas respuestas. Tardó una hora y media en hallar una pista en la tienda de armas de Falk. El dueño y su nieta Brittany le dijeron que si los conocía, y también que esos dos forajidos junto a otros cuatro estuvieron en la tienda reparando sus Colt 45 y comprando munición. Los testigos no pudieron identificar a los otros cuatro tipos, solamente a los del dibujo. El ayudante pensó que se estaban preparando para una guerra. También averiguo donde estaban alojados, en moteles diferentes de Villa Rocosa desde hace varios días. Edward envió varios telegramas a los estados colindantes al de Arizona, con las caras de esos forajidos para ver si alguna autoridad les reconocía.
***
Las huellas de los caballos llegaron a su fin a la mitad del cañón Blanco. Warren cabalgaba por la montaña cuando pisó algo en el suelo. El animal relincho, el sheriff gritó para que el grupo de rastreadores parase. Se acercaron.
-Ayúdeme por favor-pidió Filton.
Los indios le echaron una mano escarbando la extremidad que pisó. Al final, desenterraron todo el cuerpo. El joven navajo al que hallaron era ancho de espaldas, fornido y con un disparo en el entrecejo, estilo ejecución. Era igual que Pluma Roja. Vieron que les faltaban objetos valiosos, como su anillo de oro. Warren dedujo que los truhanes le robaron tras matarle y posiblemente los bandidos que atacaron el poblado indio tenían algo que ver con esto. Llevaba más o menos cuarenta y ocho horas muerto según la descomposición del cadáver. El grupo entero de rastreadores aullaron como lobos al ver a su amigo muerto. El jefe indio gritó en su lengua: "guerra, iremos a la guerra". Todos los demás estuvieron de acuerdo, incluido el joven Luis y el sheriff Warren. El de la autoridad pensó que sería mejor que los navajos se llevasen a su amigo sin vida al poblado. El hombre blanco se fue a Villa Rocosa diciéndoles a los otros que se iba para ver si algún ciudadano de Villa Rocosa había averiguado algo sobre los truhanes que habían matado en la emboscada. Warren prometió volver lo más rápido posible para ayudar a los navajos a deshacerse de los del resto de la banda. Se fueron alejando cada uno por su lado.
***
A eso de las cinco y media, llegaron noticias sobre los telegramas que Edward Richard había enviado. Los bandidos de los dibujos eran los mismos que habían robado unos collares a un dueño en un pueblo de Arizona. Tras eso, se les perdió las pistas. Eran en total seis bandidos. El ayudante recibió la noticia en la oficina del sheriff gracias a que Fred Russell, el jefe de estación, las había traído. Edward la leyó con suma atención varias veces para ver si pillaba algún nombre, pero nada.
-¿Estás bien?-preguntó alguien desde el umbral de la puerta.
Edward se dio un susto de muerte y miró al frente. Se fijó en que era su jefe. El sheriff le preguntó tocándose el mentón.
-¿Que tienes en las manos?
-La respuesta que estábamos esperando. Parece ser que nuestros bandidos asaltaron la mansión de un hombre rico en un pueblo que está a dos días de aquí. Dichos ladrones fueron atrapados, pero según un vecino vio a seis jinetes saliendo del lugar del robo.
-¿Y que robaron?
-Según la autoridad de allí, se llevaron joyas, unos novecientos dólares y alguna cosa más de valor.- quejándose al final por el vendaje.
-¿Te duele mucho todavía?
-No te preocupes-respondió el ayudante.
En ese momento por la mente de Filton se le vino una idea absurda, pero de todas maneras, él la expresó a su compañero.
-Y si nuestra supuesta banda de forajidos conociese a Pluma Roja, es decir que le contratasen para guardar dicha recompensa. Pero por algún motivo, le pegaron un tiro en el entrecejo.
-Pero primero hay que averiguar si Pluma Roja tiene dicho botín.-sugirió el hombre canoso.
-Tengo que volver al poblado.
-Te acompaño.
-No, tú te quedas aquí, vigilando el cuarto. Me llevare a Samuel, volveremos pronto.-viendo el sheriff el vendaje de su amigo.
-De acuerdo, aunque me da rabia.
-No te preocupes, si surge algo, te lo contaremos.-dijo Warren yendo hacia afuera del local.
-Ah, a propósito-contó Edward, levantándose del asiento.
-¿Qué ocurre?
-Parece ser que los bandidos han estado hospedados en diferentes saloom de Villa Rocosa y comprando munición en la tienda del viejo Falk hace unos días.
-¿Los seis tipos?
-Así es. Creo que se estaban preparando para una guerra.
-Pero, ¿porque solo nos atacaron dos?-se preguntó el sheriff.
-Buena pregunta.
-Cuídate quieres.
Los dos se separaron, Warren fue a casa de Liverpool para ver si estaba allí su ayudante. Bingo, el ayudante estaba echándose la siesta. Cuando abrió la puerta, el sheriff notó que olía un poco a sudor. Samuel le preguntó.
-¿Que quieres?-tocándose su tripa.
-Tenemos un problema, necesito tu ayuda, coge tu rifle.
-Ya voy-contestó el ayudante volviendo adentro.
Hacía un calor infernal, menos mal que este ya había bebido suficiente agua cuando regresó al pueblo, antes de ir a la oficina. Unos segundos después Samuel salió con su Winchester cargado. Los dos se montaron en sus respectivos animales y trotaron hacía el poblado indio. Mientras cabalgaban, se contaron diversas cosas, entre ellos, hablaron de como John Kruger perdonó a Kevin Notherland por la pelea que tuvieron.
El viaje duró una hora más o menos antes de que llegasen al poblado indio. Varios navajos estaban esperando a la entrada de la tribu. Al llegar, Warren les explicó la supuesta teoría que tenía en su mente. Uno de los indios avisó al jefe indio y a su hijo. El sheriff interrogó primero a los vecinos cercanos a Pluma Roja y de su mujer, teniendo como intermediario a Luis, que les traducía las cosas que el hombre blanco decía a su lengua. Un navajo corroboró haber visto a Pluma Roja hablar con uno o dos hombres hace una semana.
-¿Eran estos?-preguntó el sheriff al indio, enseñándole varios dibujos de los bandidos, que había cogido de la calle.
El indio afirmó con la cabeza. Filton pidió permiso a la esposa de la víctima india para que le dejase echar un vistazo en su tipi. Estando dentro el de la autoridad, la mujer de Pluma Roja y Luis, buscaron las joyas robadas del dueño asesinado en el pueblo donde Edward recibió respuesta, y que supuestamente dio los forajidos a Pluma Roja para que los escondiese. Pero ,¿por qué no se oyó ningún tiroteo en el poblado?, ¿porque solamente les atacaron a ellos?, para estar seguro de sus preguntas, Warren interrogó a la mujer de la víctima, antes de proceder con el registro. Averiguó que no hubo ningún intruso merodeando dentro de la tribu el día del tiroteo en el cañón. Al levantar este la cama de la víctima del suelo con ayuda de los otros, hallaron un pequeño botín, la esposa contestó que no era suyo, este dedujo que podía ser de la víctima rica a la cual los bandidos robaron, después de matarle. Así que su teoría podría ser cierta.
Mientras, en la entrada de la tribu, uno de los navajos aulló como un lobo, dándose con una mano abierta en la boca. West y Samuel fueron para allá. A lo lejos, subiendo la cuesta que había para llegar al poblado, cuatro jinetes con rifle en mano, disparando al cielo para advertir a sus enemigos de que venían y que se preparasen para luchar. El ayudante pensó en que estaban mal de la cabeza esos tipos al enfrentarse contra un pueblo entero. Samuel miró para atrás y gritó para que su amigo viniese.
-Warren, tenemos un problema.
West y los demás prepararon sus arcos y sus flechas. El amigo de Liverpool junto a Luis, se pusieron a la misma altura que los otros. Warren abrió una de sus manos y le enseñó a Samuel la recompensa que había encontrado. El grueso ayudante le preguntó.
-Pero, ¿porqué vienen aquí?, solamente son cuatro jinetes.
-Creo que cuando se enteraron de que nosotros matamos a sus amigos en el cañón, ellos mataron a Pluma Roja por venganza. Además era el indio que les guardaba dicho botín por algún dinero que los forajidos le habían prometido. En el primer tiroteo seguramente le secuestraron para saber donde escondía dicha recompensa. La segunda vez seguramente, tirotearnos a nosotros en el cañón como modo de distracción para adentrarse aquí y robar este botín-señalando a su puño, el cual estaba la recompensa.
-Pero, ¿por qué no lo hicieron?
-No lo sé, tal vez era demasiado arriesgado.
-Así que lo que estás diciendo es que esos cuatro jinetes se están acercando aquí para pelear contra nosotros por matar a sus amigos del cañón.-intervino Luis.
-Así es. Eran seis, ahora solo quedan esos cuatro-señalando a dicho grupo.
-Preparaos-gritó West en su lengua.
Tanto los de la autoridad como los navajos prepararon sus armas. El sheriff gritó a dicha banda que cabalgaba más deprisa hacía el poblado, disparando ahora al frente.
-!Quietos, depositad vuestras armas¡
No hubo respuesta de rendición, Filton dijo de nuevo.
-!Quietos¡
-¿Y cómo es que convencieron a uno de mi tribu para hacer negocios con Pluma Roja?-intervino Luis acariciándose la coleta.
-O Pluma Roja hablaba bien el ingles o uno de los bandidos hablaba tu idioma.-señalando con la cabeza al navajo.
En ese momento los invasores pasaron de sus rifles de precisión a sus revólveres, dado que estaban casi llegando a la entrada del poblado. Una de las detonaciones que hizo uno de los bandidos mató a un soshon. Los demás navajos levantaron sus arcos, apuntando con sus flechas a los agresores.
En ese momento uno de los del poblado, por orden del jefe, disparó su flecha, matando a uno de los jinetes. Los otros tres no pararon de trotar. Un indio mató a otro atacante, tirándole una lanza al corazón. De los dos que quedaban, uno fue tirado de su caballo por varios indígenas. Al levantarse este del suelo, un fornido y delgado soshon con la cara pintada, luchó contra él. El bandido esquivó varios golpes de los que su agresor le estaba dando, pero fue inútil, dado que el navajo saco de su vestimenta un pequeño cuchillo y se lo clavó varias veces en el torso, siendo el último golpe en el corazón. El último ladrón cogió como rehén a la hija de Luis, Sitara y apuntó a los demás navajos. Este truhan tenía el pelo rubio, ojos caquis y tenía una cicatriz de luna en su lado derecho, justo como había descrito la mujer de Pluma Roja.
-Tranquilízate tío, suelta el revólver y ríndete. Te prometo que no te mataran.-dijo Warren viendo la situación.
-Dame las joyas-respondió el ladrón, viendo la recompensa en las manos de su negociante.
-No puedo, suelta a la joven.-replicó el sheriff.
El pistolero estaba muy nervioso al sentirse rodeado por la tribu india, sacó varias veces la lengua hacia afuera, mojando su labio superior. La joven se quejó al ver que su secuestrador la hacía más daño. Filton miró hacia atrás y vio al padre de esta con la flecha apuntando hacia el frente, en dirección al secuestrador.
-Tirad las armas y darme las joyas-amenazó el truhan en lengua india.
El bandido amartillo su revólver y Warren se agachó, dejando un blanco fijo para que Luis disparase su flecha. El joven navajo disparo, dando en el entrecejo del hombre que tenía a su hija.
Sitara abrazó a su padre. Luis agradeció la colaboración a los agentes de la autoridad, igual que el resto de la tribu. Estos se llevaron tanto a los cuatro truhanes como la recompensa, confirmando de que todos los derribados llevaban un sol pintado en uno de sus brazos. Pensó que dicha banda ya estaba totalmente aniquilada.
***
En el bar de Jack Lemond estaba Amber Kruger sentada en una de las mesas del saloom. Ella estaba todo el rato tocándose su pelo rizado pelirrojo y secándose las lágrimas de su cara. Edward Richard entró y la vio, no había demasiada clientela. Vio a Zoe Lemond en la barra y le pidió una cerveza y que se la llevase a la mesa donde estaba sentada Amber. Este se sentó en frente suyo y la preguntó.
-¿Que te ocurre?
-Es mi padre, no sé. Pienso que si mi padre no hubiese trabajado tanto en el antiguo bar que teníamos en Illinois, seguramente ahora mi familia estaría junta.
-Sabes una cosa, tú padre te quiere mucho, al igual que tu madre. Y las cosas que sugirieron en el pasado, se quedan ahí, en el pasado.
-¿Qué me quieres decir?-preguntó ella mirándole fijamente.
-Que no sigas pensando en el pasado y perdona a ambos por los errores que cometieron.- acariciándose su pelo canoso.
Zoe y Benjamín Robles aparecieron y dejaron las bebidas en la mesa. Ella se sentó al lado de su amiga pelirroja. Él se fue a la barra, acariciándose su barbilla. El ayudante les contó una historia a las dos jóvenes.
-Mis hermanos Frank, James y yo nos pusimos triste cuando nuestros padres se divorciaron. Estuvimos durante un montón de tiempo sin hablar con nuestro padre porque pensábamos que él le había tenido un romance con otra joven, pero aunque al principio no le perdonábamos, dejamos que el tiempo lo curase todo.
-¿Y qué ocurrió?-preguntó una de ellas.
-Que aunque no volvieron a estar juntos, siempre se quisieron.
Las dos jóvenes se rieron junto a él y brindaron porque la situación entre los padres de Amber se solucionase.
***
Varias semanas después del tiroteo indio, cerca de Villa Rocosa, un joven granjero halló cerca de su granja el cuerpo sin vida de una joven semi-desnuda. Esta era morena de cara y pelo castaño. En ese momento, el granjero cogió su caballo y fue a avisar al sheriff.
FIN