2x11-Panal
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Warren y Samuel se ocupan del asesinato de un hombre hallado en el Cañón Blanco, poco a poco irán descubriendo que la víctima escondía un botín robado y podría haber sido el móvil del crimen. Por otro lado, Edward es avisado por el alcalde de Villa Rocosa para resolver el asesinato de un hombre de color, el ayudante descubre que se llamaba Tony Candy y era un mujeriego. Ese antecedente podría haber sido la causa por la cual le asesinaron y abandonado su cuerpo.
Tiempo después de que Adelaide Hilton saliera en libertad de los crímenes que había cometido, dado a que ninguna autoridad de Arkansas, Minnesota y de Villa Rocosa no había conseguido ninguna prueba.
Era un día cualquiera cuando una niña pequeña, de diez años, estando con su grupo de clase en el Cañón Blanco oye un estruendo. La niña se separa del coro y sigue ese sonido. En ese momento el aire se movió muy rápido. Miró hacía arriba y se acarició su sombrero. Un cuerpo cayó al lado de la cría. Pegó un grito. En ese momento Samantha Illinois, la profesora que se encargaba del grupo, lo escuchó y corrió como una bala junto a los demás amigos de la que había descubierto el cuerpo.
-Helena, ¿qué ocurre?-preguntó la educadora abrazándola.
La cría se echó a llorar y la joven la tranquilizó. El cadáver estaba desmembrado del golpe que había recibido. La educadora ordenó a los niños no mirar y los dejó a cargo de otro profesor, amigo suyo, mientras ella cogía su caballo e iba a Villa Rocosa a avisar al sheriff sobre lo ocurrido.
Un rato después Warren Filton y su ayudante Samuel Liverpool encontraron el cuerpo sin vida del desconocido. Hacía un calor de justicia, el grupo de niños estaban protegidos por una sombra que había en el cañón, lejos del difunto. El ingles se tocó el mentón y ordenó a su ayudante que analizase al desconocido mientras él iba a hablar con la que había descubierto el horrible suceso. Andando a pasos agigantados, fue directamente hacía Helena, que estaba apartada de sus compañeros. La cría estaba sentada en una piedra, su rostro estaba protegido por un paraguas. El ingles se sentó junto a ella y la preguntó.
-Hola Helena, ¿quieres que llamemos a Samantha?
La niña asintió. Este le hizo caso y silbó hacía donde estaba la profesora. La joven Samantha fue andando hacía ellos. Helena era morena de pelo y casi siempre llevaba trenzas, nariz grande, ojos separados y de color verde oscuro. La cría estaba nerviosa, no paraba de morderse las uñas. Warren vio eso y le dijo.
-¿Sabes?, yo también lo hacía.
Helena paró ese defecto y le miró.
-Morderme las uñas.
La niña se rió y este hizo lo mismo. Samantha se paró frente a la pareja y empezó con las presentaciones.
-Warren, te presentó a Helena, una de las más listas de mi clase.
-Seguro que si-afirmó este.
-Helena, dile a mi amigo lo que hiciste antes de que vieras a ese hombre sin vida.
La niña cambió de expresión al recordar ese momento y miró a ambas personas. El sheriff le acarició la mano a la cría y la tranquilizó.
-Tomate tu tiempo.
Ella le hizo caso y se calmó. Paso unos segundos y entonces empezó a testificar. Sus labios gruesos se movían nerviosamente.
-Oí un ruido que provenía de allí-señalando al escenario del crimen-Me acerqué para saber que era y entonces...-se acarició sus trenzas y continuó-vi caer un cuerpo al suelo.
La cría se tapó el rostro y quiso olvidar el horrible suceso, se le desprendía unas cuantas lágrimas. La tutora la abrazó y el ingles la calmó. Un rato después el sheriff continuó el interrogatorio.
-¿Viste a alguien más a los alrededores u oíste algo antes de ese sonido?
-No-limpiándose el rostro.
-¿Ese sonido era el de un disparo?
La cría asintió.
-Gracias. Me has ayudado mucho-haciendo una mueca a Helena para despedirse.
La niña le sonrió y la profesora se apartó de ella. Sin irse lejos, los adultos hablaron sobre qué hacer con Helena.
-No pasa nada, llévala a su casa y di que se tranquilice-dijo el ingles para calmar a su vecina Samantha.
-Vale, lo haré. Y respecto al otro tema-hablando de sus amigas que fueron asesinadas hace tiempo-¿qué más has sabido?
-No hay rastro de Antonio Romero y eso que he enviado telegramas a otros estados. Pero aún nada-contestó el de la autoridad maldiciendo al criminal que quitó la vida a tres mujeres y compañeras de su vecina.
La profesora se preocupó y Filton le aseguró.
-¿Confías en mi?, sabes que le atraparé. Cuando sepa algo, te lo diré.
La joven morena se acarició su pelo y se quitó unas cuantas lágrimas de su rostro. Warren la sonrió y se dio la vuelta al ser llamado por su compañero Samuel Liverpool.
-Tengo que seguir investigando-dijo el ingles, despidiéndose de Illinois.
El sheriff empezó a caminar hacía el escenario del crimen y pegó unos cuantos sorbos a su cantimplora. Hacía un calor infernal y este se refugió en la poca sombra que había en el cañón. Estando a un lado del cuerpo, vio como el doctor se incorporaba lentamente y se ajustaba sus gafas de culo de botella. Al lado del médico, estaba el ayudante, acariciándose su bigote grueso de hace semanas.
-¡Jesús!, que calor hace-se quejó José Sánchez limpiando sus lentes con un pañuelo.
-¿Cual es la causa de la muerte?-preguntó uno de ellos.
-Un disparo por la espalda. Yo diría que le dispararon con una Colt o Smith & Wesson por el tamaño del agujero. Murió hace una hora u hora y media más o menos-contestó el galeno.
Los otros dos también vieron el orificio que tenía el desconocido por la espalda. Warren miró hacia arriba y aseguró por la testificación de la niña.
-Según Helena, oyó un ruido, un disparo. Mi teoría es que provenía de arriba-señalando a lo alto del Cañón Blanco-Tal vez, antes de que le disparase, seguramente tuvo una discusión acalorada e intentó defenderse o fue testigo de algún delito.
-Y eso hizo que cayese aquí abajo.
-La víctima tuvo que estar al borde o cerca de él para volar.
-Sabemos el cómo y el donde, nos falta él quien y él porque-dijo Samuel, acariciándose su tripa.
El difunto tenía su revólver desenfundado. Comprobaron el tambor del arma y no vieron ninguna bala fuera de él. Pensaron que el desconocido no le dio tiempo a disparar cuando desenfundó su Colt 45. Warren ordenó a su ayudante mientras ayudaban a José a cargar a la víctima al carromato del galeno para llevárselo al cementerio. El difunto era un hombre moreno de cara gorda, un poco grueso de cuerpo, de cuarenta años más o menos y fornido como un toro. Ninguno de los tres conocían al joven sin vida.
-Averíguame quien es este hombre, yo analizare el posible escenario-señalando la parte alta del Cañón Blanco.
-De acuerdo, ten cuidado-contestó Liverpool, acariciándose su bigote grueso.
-Y yo llevaré al joven blanco desconocido al cementerio-intervino el galeno, ajustándose sus gafas de culo de botella.
-Algo malo paso-tragó saliva- Y acabó mucho peor-dijo Filton.
***
Eran las seis en punto de la tarde, había un coro de ciudadanos rodeando un cuerpo de color sin vida. Mayor, de unos treinta y tantos años, tenía un rostro nada agraciado, ojos pequeños de color negro como la noche, nariz grande, con una cicatriz en la frente de media luna de nacimiento, ancho de espaldas y fornido como un toro. El cuerpo estaba descompuesto, dado a que llevaba tiempo muerto. La víctima estaba llena de picaduras de abejas.
El padre James Lloyd, que estaba frente al difunto, se acarició su sotana y esperó a que Edward Richard, que estaba detrás suyo junto al alcalde de Villa Rocosa Ty Long, elegido hará un tiempo, poco después del fallecimiento de Chick Allans. El hombre era un treintañero, espigado y con la cara afeitada. Llevaba en la localidad mucho tiempo. Prácticamente él y su familia se habían criado aquí. La hija de este, Cristina, tenía la misma edad que Emily Liverpool, casi los veinte.
Ambos hombres caminaban hacía el cura con aire de cansancio, dado al calor que hacía. Se pararon a la misma altura que James. Ty comenzó a hablar.
-Le conozco-al fijarse en la cicatriz de media luna.
-¿Quién es?-preguntó el canoso.
- Tony Candy, un empleado que trabajaba para un tal David Blanco, un capataz que vino hará unos años a Villa Rocosa.
-No me suena, ¿quién lo encontró?
-Ellos- respondió Ty señalando a la pareja china-ellos vinieron a mi oficina y luego te lo dije a ti-acariciándose su rostro afeitado.
El canoso se fijo en que el matrimonio al cual se refería Ty era Archie y Doan, los dos estaban debajo de una terraza de uno de los salooms. Edward se fijó en que el negro tenía un orificio de bala pequeño en medio de las picaduras de abejas. Pensó que podría haber sido una Deringer por el tamaño del disparo.
Fue a hablar con la pareja que halló a la víctima. El oriental era de la misma edad que Edward, llevaban tiempo viviendo en Villa Rocosa. Era un poco más alto de estatura que el ayudante. El espigado y delgado chino fue el que respondió al interrogatorio.
-Vosotros fuisteis quien halló el cuerpo, ¿no?-dijo Edward.
-Así es-respondió Archie, haciendo un chasquido y señalando a Tony.
-¿Le conocíais?
-Yo si-intervino Doan, arrugando su nariz.
-¿Y de qué?
-Le había visto algunas veces por el pueblo, aunque nunca nos cruzamos palabra-respondió ella mirando a su marido.
El joven chino miró dubitativo a su mujer y se puso un poco celoso. Tanto Edward como ella notaron su enfado. Doan era una mujer de pelo negro, ojos de color avellana, labios gruesos, más baja de estatura que su marido, tímida con la mayoría gente del pueblo.
***
Lo que más le gustó de Archie fue que era gracioso y ese chasquido que hacía con sus manos. Ambos les gustaban las mismas cosas: leer libros, dar paseos, bailar. Archie y Doan se conocieron hace tiempo en un saloom de San Francisco. Ella era camarera y el ayudante de un herrero. Cuando ambas personas se cruzaron sus miradas, se enamoraron y se casaron al poco tiempo. La pareja vivió durante un tiempo en San Francisco hasta que Doan, fue insultada por varios vaqueros en el lugar donde trabajaba. Archie se enteró y fue junto a ella a la autoridad de allí. En ese momento se dieron cuenta de que uno de los insultadores era el hijo menor de el de la autoridad. Cuando le acusó sin tener pruebas, dado a que todos los del establecimiento donde trabajaba la china, temían a los abusones. El de la estrella le echó de la oficina.
Días más tarde, los abusones volvieron al saloom donde trabajaba Doan. Allí estaba Archie, esperándoles. El hijo del sheriff, empezó a manosear a la joven camarera. Archie se peleó con la banda, matando al final al hijo del de la autoridad. Allí, empezaron los problemas para la pareja. El día del crimen, Archie y su mujer huyeron de la ciudad. Durante años, ambos salieron en pasquines, buscados por un precio alto. Al llegar a Villa Rocosa, lo primero que hicieron al ver de nuevo sus rostros en uno de los periódicos, hablaron con Warren Filton y sus ayudantes. Ellos le creyeron al corroborar el delito que sucedió en San Francisco y dejaron que formaran una nueva vida.
***
Edward sabía que Archie era un poco celoso cuando cualquier hombre exageraba con sus piropos hacía Doan. La china le miró tímida y le confesó.
-Te prometo que no paso nada entre ese Tony y yo.
Archie la creyó y la dio un beso en la frente. Se frotó su nariz de nuevo y miró a ambos hombres. El ayudante continuó con el interrogatorio.
-¿Que ocurre con la víctima?
-Era un mujeriego-respondió con aire chulo el chino.
-¿Y lo saben por?
-Habla con Ty, él conocía para quien trabajaba.
-Siento preguntar esto, pero ¿donde estabais en el momento en el que asesinaron a Tony Candy?
-Habla con tu amigo el mejicano-respondió Doan honestamente-estuvimos hasta las seis menos veinte allí. Un rato después, lo hayamos.
-¿A qué hora fue eso?
-Sería entre las seis menos diez-dijo Archie, haciendo un chasquido y señalando hacía el bar de Jack Lemond.
-Lo confirmaré.
El joven canoso, acariciándose su pelo, se dio media vuelta, dirigiéndose hacia el escenario del crimen. En ese momento Archie le interrumpió el paso, diciéndole desde la acera.
-No maté a ese hombre. Además, no le conocía mucho.
Edward miró a ambos y vio que había cariño entre Doan y Archie. Por un momento pensó que fueron ellos los que mataron a ese negro cuando hubo un inconveniente, ¿como hicieron que le picasen los insectos?, por esa razón se le olvidó esa teoría. Además los conocía desde hace tiempo y sabía que no eran asesinos.
Se encaminó de nuevo hacía el escenario y vio como Ty y James Lloyd terminaban de hacer unos cuantos dibujos de la víctimas y colocarlos por los alrededores. Al acercarse al dúo, uno de ellos, le preguntó.
-¿Que has sacado de la pareja?-acariciándose la sotana.
-No fueron ellos-mirando al alcalde-¿sabías que era un mujeriego?-señalando a la víctima.
-Será mejor que hables con David Blanco, él te dirá más cosas acerca de Tony.
El ayudante no sabía porque no le respondía, pero dado al calor que hacía, no tenía ganas de seguir hablando. Así que ordenó a los otros dos que se llevasen el cuerpo de Tony al cementerio. El alcalde le dio la dirección de David apuntada en un papel.
-De acuerdo.
-¿Y no esperamos a José?-intervino el sacerdote.
-Si lo hacemos, podemos asarnos. Además yo diría que murió más o menos hace unas cuatro horas más o menos por la temperatura del cuerpo.
Tanto Ty como James se quedaron embobados.
-Cuando voy a visitar al doctor porque tengo alguna molestia, él me explica algunas cosas de como analiza la causa de la muerte y más o menos a la hora a la que murieron. Por ejemplo, un cuerpo cuando muere pierde dos grados la primera hora y uno, las demás horas.
-¿Y por eso lo has sabido?-preguntó uno de ellos.
-En cierta forma, se puede aprender mucho haciendo una visita al doctor cuando tienes alguna molestia-dijo el canoso sonriendo antes de subirse a su caballo y dirigirse hacia la dirección que le había apuntado el alcalde.
***
Eran las siete menos diez cuando Warren terminó de analizar la parte superior del Cañón Blanco. Vio varias pisadas en la mina que había en lo alto del cañón. Dedujo que ahí fue donde empezó todo. Creyó que la víctima fue herido desde dentro y salió corriendo hacia afuera donde alguien le disparó dos veces más antes de caerse del cañón, por los rebotes que había en una piedra, cerca del borde. Se fijó que había dos forasteros más por el número de pisadas. El desconocido desenfundó su Colt 45, pero no logró disparar contra sus agresores. Mientras, Samuel Liverpool hace un dibujo de la víctima y lo cuelga por el pueblo. Uno de los lugareños identifica a una joven que preguntaba por la víctima. La persona en cuestión se llamaba Daylin, una mujer de la calle que identificó al difunto que cayó del Cañón Blanco como Deep. Liverpool pensó que sería mejor avisar al sheriff e ir los dos juntos a interrogar a esa joven, dado a que ella no tenía prisa por irse.
Pasó una media hora hasta que el grueso ayudante dejó su caballo a las afuera de la mina y vio al sheriff descansando en una de las rocas que había en la entrada de la mina. Se tocó su bigote grueso mientras iba hacía donde estaba descansando su amigo. El ingles levantó la vista y le preguntó.
-¿Que has averiguado?
-Hay una testigo que ha identificado al desconocido, la chica dice que la víctima se llamaba Deep-se acarició su tripa y pensó que había adelgazado más en estos últimos meses-He decidido esperarte para interrogarla, dado a que ella no tenía prisa.
-¿Y la has creído?-se sorprendió Warren, dado a que se acordaba todavía del caso donde estaba involucrada Adelaide Hilton.
-No te preocupes, ahora mismo está tomando unas cervezas en el saloom de Jack Lemond.
-La gente miente-dijo medio en broma Filton.
-Lo sé, ¿ y tú?, ¿qué has descubierto?
-Creo que la víctima entró a la mina-señalándola-con dos sujetos más, por el número de pisadas. Y en algún momento entre las cuatro y las cinco, antes de que Helena lo hallase, tuvo que haber algo que hiciese que la víctima corriese por su vida-dijo mientras miraba a las pisadas borrosas que se dirigían hacía el borde del cañón.
El sheriff tragó saliva y continuó con su teoría.
-Los otros dos desconocidos dispararon con sus revólveres fallando dos veces-señalando a los impactos que tenía la piedra de dos rebotes de balas.
-Y la tercera le dio en la espalda-intervino Samuel.
-Así es. Creo que ese tal Deep intentó defenderse de sus agresores, intentando desenfundar su revólver, pero los otros dos le cogieron, arrastrándole hacía el borde-viendo dichas marcas- y...
-Hicieron que volara. Pero ¿por qué?
-Aún no he registrado la mina, ¿me acompañas?
El ayudante grueso asintió y entraron en la mina. Uno de ellos, sacó una lámpara de aceite enganchada a su sillín. Bajaron con cuidado, siguiendo las huellas de pisadas de la víctima y de los sospechosos, intentando encontrar algún punto en el que las tres personas estuviesen paradas en el mismo sitio. Según las pruebas, los tres estuvieron parados en tres sitios del yacimiento. Los alumbraron bien para ver si hallaban alguna prueba, solo en uno de ellos hallaron un hueco hecho recientemente en la pared, donde dentro se hallaba un trozo de mapa, uno de ellos, se fijó en que ponía la palabra Tallahassee en uno de los laterales. Ambos hombres pensaron en que para que serviría este mapa, y porque estaba pintada una x en una de las partes de la mina. Pronto se dieron cuenta de que era el Cañón Blanco y posiblemente era una ruta para hallar algo, posiblemente un tesoro escondido. Pero para ello, tendría que tener pruebas. Se metieron en un bolsillo el trozo de papel encontrado y fueron hacia la salida de la mina, dado a que no hallaron nada más. Al salir del yacimiento, se montaron en sus respectivos caballos y trotaron hacía Villa Rocosa. Los dos, se taparon con sus sombreros el rostro, dando a que el sol les estaba dando directamente en la cara. No pararon de darle sorbos a sus cantimploras, para estar más frescos.
***
Eran casi las siete y diez cuando Edward Richard llegó al rancho de David Blanco, el amo de Tony Candy, este tenía un rancho lujoso, apartado de Villa Rocosa. Él y sus criados casi nunca bajaban al pueblo. David conocía a Ty, dado a que ellos habían mantenido alguna que otra conversación y se hicieron amigos. El hogar de este era una casa de dos plantas, desde fuera parecía cuidado. Por dentro también era elegante. El dueño era viudo. Su mujer, Joan, también conoció al negro que había sido hallado muerto por la pareja oriental.
Edward corroboró la coartada de Archie y Doan, hablando con Jack Lemond antes de ir al lugar de trabajo de Tony. Estando dentro del hogar de David Blanco, un negro fue a recibir a Edward Richard. El hombre de color vestía elegantemente, pelo rapado, fornido como un toro, espigado, más alto que el canoso ayudante, ojos de color avellana, manos grandes y con un apretón de manos que hacía cuando saludaba a la gente que transmitía seguridad.
-Buenas, soy Roger-sonriendo ampliamente.
-Hola, soy Edward Richard , el ayudante del sheriff, estoy investigando la muerte de uno de sus compañeros-respondió el hombre canoso, bajando de su caballo.
Este lo ató a un poste y siguió al criado hasta la casa de su jefe con andares ligeros.
-¿Y de quien se trata?-preguntó Roger, acariciándose su calvo rota.
-De Tony Candy, ¿le suena?
El veinteañero de color cambió de expresión y Edward se dio cuenta.
-¿Sabía que era un mujeriego?
El otro no respondió. Richard iba a hacerle otra pregunta, pero fue interrumpido por otra persona. El sujeto era David Blanco, un hombre de unos cuarenta años más o menos, con vestimenta elegante, pelo canoso, rostro afeitado, ojos verdes claros, más alto de estatura que Edward Richard y un poco más bajo que su criado Roger. El espigado dueño le dio fuertemente la mano al ayudante del sheriff. Este le dolió un poco, dado a que ya llevaba dos apretones seguidos. David invitó al amigo de Warren a entrar a su morada. Edward le pareció bonito el interior de la casa: dado a que había muchos cuadros colgados que eran impresionantes, el tipo de mesas y de sofás que eran caros, entre otras cosas. Tanto David como su convidado se sentaron en los asientos que había en el lujoso salón. El dueño sacó de una caja metálica que había encima de una mesa grande que había entre media de los dos, un puro. Cogió el encendedor de un piano de madera que había en uno de los laterales del cuarto. Hizo una seña de ofrecimiento al invitado, este negó con la cabeza. David comenzó a preguntarle mientras se sentaba en el amplio sillón que había frente a Edward Richard. Escupió un trozo del cigarrillo y lo encendió.
-¿Qué ocurre?
-Estoy investigando la muerte de uno de sus criados, Tony Candy ha sido hallado sin vida en una de las calles de Villa Rocosa. El cuerpo llevaba, según la temperatura del cuerpo, unas tres o cuatro horas muerto, ¿sabe de quién le estoy hablando?
-Sí, el negro con una cicatriz de media luna.
-¿Sabía que era un mujeriego?-preguntó, contemplando el cuarto.
El jefe de la víctima se atraganto con una bocanada de humo y empezó a toser. Edward fue a ayudarle, pero el otro se negó. Tras unos segundos, David negó con la cabeza.
-¿Como murió?-preguntó el dueño, se pellizcó el cuello su traje blanco con nerviosismo.
-Un disparo en el corazón, aparte de que le picaron un montón de insectos. Creo que fueron avispas o abejas.
-¿Abejas?
-¿Qué sucede?
-Hace unas horas, me he enterado de que me han desparecido un panal.
-¿Cría abejas?
-A mi mujer Joan le gustaba la miel y por eso decidimos dejar que los insectos hicieran sus nidos en los diferentes arboles que tenemos plantados ahí afuera-señalando al jardín.
-¿Y su esposa?- preguntó el ayudante, señalando a una fotografía que había al lado suyo, apoyada en una mesilla.
-Murió de causas naturales-respondió con expresión triste.
-¿Hace cuanto?
-Hará unas semanas.
-¿Y conocía a Tony?
-Así es.
-¿Y tuvo algún romance con él?-preguntó Richard con inquietud.
El interrogado volvió a pellizcarse el cuello de su traje blanco con nerviosismo. Evitó la respuesta, levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia la puerta principal de la casa. El ayudante del sheriff salió tras David. El de la autoridad sospechó del anfitrión por evitar responderle a la pregunta del hacer que tuvo Joan con Tony. Mientras iba caminando, Edward continuó interrogándole.
-¿Donde estuvo entre las una y las dos de la tarde?
-En mi casa. Puede preguntarle al resto de mi personal, se lo confirmara-contestó enfadado el dueño.
-Lo haré-dijo el ayudante dubitativo.
Tanto el anfitrión como el ayudante de Warren se abanicaron con sus manos del calor que hacía. Ambos estaban sudando y sedientos. Llegaron a uno de los arboles del gran patio. El entrajetado señaló con sus grandes manos blancas hacía una marca que había en el tronco del arbusto. Dicho signo tenía aún miel seca pegada al tronco. El dueño del rancho le dijo.
-Ese es el árbol de donde me robaron una de las colmenas.
-¿Y cuando se dio cuenta de que le faltaba?
-Hará unas horas, como ya le he dicho.
-Es cierto-contestó el canoso joven, fijándose en un rastro de pisadas cerca de donde habían tirado la colmena.
Los dos siguieron dichas pistas. Solamente había un par de pisadas, eran de un pie pequeño. Edward pensó que podría haber sido de un niño o de una mujer. Preguntó a David.
-¿Tienen hijos?
-No, ¿por?
-El numero de pisadas que hay alejándose del árbol donde tiraron la colmena de abejas, es pequeña. En otras palabras, podría haber sido una mujer quien asesinase a Tony Candy.
El dueño pensó por un momento, torciendo el hocico, por si alguna mujer, aparte de Joan, se hubiese acercado a las colmenas. No recordando a ninguna joven, le respondió girando la cabeza negativamente. Siguieron dichas pisadas hasta unas caballerizas. Dentro, hallaron un garrote semi enterrado en el suelo, dado a que lo tapaba los restos de paja desperdigados por el suelo. David volvió a torcer el morro y el de la autoridad le preguntó.
-¿De quién es este garrote?
-Mío.
Edward Richard sospechó más de él y pensó que fue el asesino de Tony Candy. Por esa razón, le insistió.
-¿Su mujer tuvo algún hacer con su criado?
El interrogado se mordió el labio superior y no dijo nada.
-Vera, tengo una teoría de lo sucedido. Usted vio, a lo mejor una escena intima entre Tony y Joan. Furioso, cogió la pistola de su mujer, dado a que le dispararon con un calibre pequeño y su garrote. Dio una excusa para reunirse con Candy y le citó debajo de uno de sus panales. Empezaron discutir por ese romance y la cosa llegó lejos. Le disparó en el corazón y le tiró la colmena encima para que sufriese.
Hizo un respiro y continuó.
-Se apartó de él, para que no le picasen y dejó que muriese. Después de un rato, buscó alguna manta para trasportar el cuerpo hasta el pueblo. Lo abandonó y adiós.
Echó un vistazo alrededor de las caballerizas para reforzar su teoría. Se fijó en que había marcas de ruedas, que se dirigían hacía un carro aparcado. Fue hacía allí, el dueño cruzó los brazos y esperó a ver que encontraba Edward en el vehículo. El canoso joven halló una manta de cuero. La levantó un poco para que el anfitrión lo mirase. Se asustó y se defendió de las acusaciones del ayudante del de la autoridad.
-No he sido yo, ¡maldita sea!
-¿Y cómo fiarme de usted?
David se remangó el traje para que el otro viese que no tenía ninguna picadura de abeja. Malhumorado, el dueño le contestó.
-Hablé con el resto de mis criados. Les dirán donde estuve.
-¿Sabía lo de su mujer?
El interrogado no dijo nada durante unos segundos. Después le respondió.
-Sí, lo sabía, Roger me lo contó-mencionando al criado que acompañó a Edward hasta la casa- Es un fiel servidor. Pero no maté a Tony.
-¿Quien más tiene acceso al garrote?
-Todos los de este rancho. Dado a que lo dejo en la caballeriza.
-¿Su mujer tenía alguna Deringer?
-No, no le gustaban las armas.
El motivo por el cual acusó a David sin tener pruebas es porque las pisadas pequeñas de mujer, podría haber sido casualidad. Examinó de nuevo el sitio, vio que las pisadas pequeñas se entremezclaban con otras más grandes. Así, que pensó que no iba a hallar ninguna pista por el suelo. Echó un vistazo por las mesas y sillas que había, nada. Así que creyó un poco al dueño, aunque tenía que corroborarlo.
-Quiero hablar con el resto de sus sirvientes, a ver qué opinión tenían de Tony Candy-dijo el de la autoridad.
El dueño asintió con la cabeza y se volvió a pellizcar el cuello de su traje blanco con nerviosismo.
***
Fueron al saloom de Jack Lemond para hablar con Daylin, la joven de la calle que conocía a Deep, la víctima del Cañón Blanco. Ella estaba sentada en una banqueta, bebiendo su tercera cerveza, dado al calor que hacía. Cuando los de la autoridad entraron por la puerta vaivén del establecimiento, cansados de tanto trabajar, fueron directamente hacía el mismo sitio donde estaba la chica que estaba con la víctima. Las camisas de Samuel y Warren estaban sudadas. Fue entonces, cuando la testigo identificó al grueso ayudante y le preguntó con desgana.
-Otra vez usted, ¿qué quiere?
La mujer tenía el cabello oscuro como la noche, trenzado, ojos de color avellana y pequeños, labios gruesos pintados de un rojo intenso. La chica abría mucho la boca cuando hablaba enseñando sus incisivos centrales, vestido ceñido. Miró con deseo a Warren y le preguntó a Samuel.
-¿Quien es su amigo?-dijo sonriendo.
-Soy el sheriff de Villa Rocosa-girándose hacía su lado y enseñándole su estrella metálica.
-¿Quieres que te haga algo?-preguntó como si quisiera que el otro aceptara su propuesta.
-Pues la verdad es que si-respondió, cogiendo uno de los dibujos que había colgado en una de las columnas del establecimiento, se lo enseñó- ¿Le reconoce?
La joven, enseñando su sonrisa de oreja a oreja a Filton, se le acercó aún más. El ingles se alejó y la volvió a interrogar.
-¿Le conoce sí o no?
La interrogada torció el morro y le respondió con cara seria.
-¿Donde está este cerdo?, me mintió en cuanto a lo que me iba a pagar.
-¿De qué le conoce?
-De Tallahassee-viendo el dibujo del hombre moreno de cara gorda-He venido hasta aquí para recuperar mi dinero, dígame donde esta-acariciándose sus trenzas.
-Fue asesinado hará unas horas por alguien, dígame, ¿donde estuvo entre las cuatro y las cinco de la tarde?
-En el saloom de un tal Josh, ¿creo?
Warren miró hacía su compañero, el grueso hombre lo apuntó en su cuaderno de notas.
-Según mi compañero, dice que conocía Deep, ¿qué sabe de él?
La china cambió de expresión y se levantó de su banqueta. Ella era más baja de estatura que Warren. Daylin continuó la historia.
-Era un caza tesoros. En Tallahassee venía acompañado con dos hombres más. Buscaban un botín.
-¿Y lo sabía?, ¿sabía que el dinero estaba aquí?
-No buscaban dinero, buscaban oro-aclaró la joven oriental.
-Así que usted conoció a Deep en las calles de Tallahassee y se acostaron. Le comentó lo de la búsqueda del oro y no le pagó la noche. Enfadada, viene hasta aquí, para encontrarle, ¿cómo sabía que Deep estaba en Villa Rocosa?-preguntó el sheriff dubitativo.
-No lo sabía, fui de pueblo en pueblo. Gracias a su amigo-señalando a Liverpool con su delgada mano-que colgaba dibujos por las calles, sabía que estaba aquí.
-Pero no le mató, ¿verdad?
-Así es, pregunte a ese camarero. Estuve desde las cuatro hasta las seis allí.
-Lo haremos.
-¿Y cómo eran los socios de Deep?-mirando la cara gruesa morena del dibujo.
-No lo sé, no los vi bien en ninguna ocasión. Lo que si supe es que los caza tesoros eran una banda de forajidos.
-¿Y saben cuántos eran?
-Dos más, según él.
-Gracias por la información señorita.
La delgada mano de la china le acarició el rostro afeitado del ingles y le dijo resentida.
-Siento que no haya habido nada entre nosotros.
-En otra ocasión-respondió medio en broma él.
-¿Podré volver a Florida?-pidió ella con pucheros.
-Cuando confirmé tu coartada, volveré para decírtelo.
Ella se acarició sus trenzas. Daylin le echó una sonrisa, enseñando sus incisivos centrales. Se fue con su vestido ceñido a la banqueta donde estaba sentada. Filton y Liverpool se fueron del establecimiento, despidiéndose de la joven oriental y de Jack Lemond. El ayudante se tocó su grueso bigote mientras iban con sus animales hasta la oficina del sheriff. Ambos pensaron que la víctima halló el tesoro en el Cañón Blanco junto a sus socios. Se pelearon, seguramente por el botín y le mataron, haciéndole volar desde lo alto del Cañón. Pero para ello, tendría que hallar pistas y a los dos forasteros que le asesinaron. El ingles se acarició su mentón y pensó en primer lugar en enviar telegramas al estado de Florida, Tallahassee, para averiguar si era allí, donde Deep y sus compinches sacaron la información de la búsqueda de dicho oro. Pero, ¿donde está dicho cofre?, dado a que no había marcas de arrastre o ¿ quiénes serán los otros dos socios de Deep?
***
Edward Richard confirmó donde estuvo David Blanco durante la hora de la muerte de Tony Candy. Habló con los demás criados para saber más cosas de la víctima. Lo único que supo es que ayudó en el ejercito confederado a limpiar los establos durante un corto tiempo, el despido fue entre otras razones porque había rumores de que él se acostaba con las mujeres de sus compañeros, pero nunca hubo pruebas. Después de eso, el negro con la cicatriz de media luna ya se quedó trabajando en el rancho de David Blanco. Después de averiguar algo sobre la vida personal de la víctima, indagó gracias a los empleados de David, que dos de sus compañeros eran endeudado res e intentaron robar dinero de la cartera de John Bishop, el amigo de David, cuando este estuvo de visita en la casa una de las veces. El ayudante de la autoridad habló primero con los hermanos Wilson: Bookem y Steve. Los hombres de color estaban en la cocina, tomando la merienda.
Ambos eran de la misma estatura, aunque se llevaban diez años de diferencia. Steven era más grueso que el otro y estaba más apuesto, pelo rapado. Los ojos saltones y grandes de Steven miraron con sorpresa al joven canoso que estaba a punto de sentarse en uno de los extremos de la mesa. Bookem sonrió al invitado, teniendo rostro de comida entre sus dientes, este tenía su cabello negro despeinado.
-¿Quiere algo?-preguntó el más joven, tocándose su pelo despeluchado.
-Son los hermanos Wilson, ¿verdad?-acariciándose su pelo canoso.
-Así es, ¿qué quiere?-preguntó Steven tocándose su calvo rota.
-Hablar sobre el intento de robo al señor Bishop- refiriéndose al amigo de David.
No contestaron. Edward Richard cogió una manzana y le dio un mordisco. Continuó hablando.
-Y Tony los descubrió robándole, él se lo dijo a John y a David y ustedes le mataron.
Bookem se volvió a acariciar su pelo y tragó saliva. El ayudante se sentó frente al más joven y al lado del calvo rota. El negro de labios gruesos y elegante miró con miedo al hombre blanco. Se relamió su belfo superior y el de la autoridad continuó.
-Se que ambos estaban endeudados en el juego y por eso intentaron robarle el dinero al amigo rico de su jefe, John Bishop, ¿verdad?-dejando la manzana roja medio masticada en la mesa.
Bookem se pellizcó su cuello de su camisa andrajosa. Edward continuó preguntando.
-Fueron ustedes los que asesinaron a Tony Candy por descubrir dicho robo, ¿no?, le citaron en el patio. Uno de ustedes le apuntaba con una Deringer y otro hizo que se le cayese la colmena de abejas encima. Se apartaron para que no les picase los insectos y dejaron morir a su compañero...
-Oiga, es cierto que intentamos robar a John, pero no matamos a Tony-se defendió Steven asustado, mirando con sus ojos saltones a Edward.
-¿Donde estaban entre las tres o cuatro de la tarde?-preguntó, calculando más o menos a la hora de la muerte.
-Con otros criados, ayudando en la caballeriza y en otros sitios-se sinceraron ambos.
-Lo corroborare.
Se levantó de su banqueta y tiró la fruta a la basura. Señaló a los hermanos y les dijo con señales que les estaba vigilando.
Se fue hacía el salón, dejando a los criados terminando la merienda. Esa tarde hacía calor, que no paró de darle sorbos a su cantimplora colgada a su cuerpo. Antes de ir al cuarto destinado, fue a otra parte de la mansión y preguntó a los distintos sirvientes para confirmar la coartada de los hermanos Wilson. Lo hicieron. Así que quedaron descartados como sospechosos.
El ayudante canoso fue hacía el salón donde halló a unos invitados junto a David Blanco. La pareja estaba sentada en unos sillones. El hombre era de la misma edad que el dueño de la casa, ojos azules claros, nariz grande, delgado, fornido, vestido elegante y pelo largo rizado. La mujer de esta era un poco más joven que él, era oriental, pelo liso moreno largo, ojos pequeños de color verde oscuro. Estaba fumando una pipa de opio. Edward se apoyó en el umbral de la puerta del salón. Todos los del cuartos se enteraron de que el ayudante estaba allí.
-Hola ayudante, otra vez aquí, ¿qué quiere?
-Siento la muerte de su criado Tony Candy-viendo la reacción de la pareja.
Ambos estaban apenados por la muerte de el negro con la cicatriz de media luna. Se fijó en que los zapatos pequeños de ella era del mismo tamaño con los que había en el escenario del crimen. Edward pensó en que uno de los dos podría haberlo matado, dado a la reputación que tenía Tony Candy con las mujeres. John a lo mejor descubrió que Tony mantenía un romance secreto con su mujer, este lo supo, lo llevó hasta el árbol donde estaba la colmena de abeja y le asesinó. David, el canoso dueño, se pellizcó el cuello de su traje blanco con nerviosismo. Le presentó a sus invitados.
-Edward, le presento a John Bishop y su mujer Maya.
Edward, el canoso ayudante, estrechó su mano fuerte con los de John y besó en la mejilla a la joven japonesa. El anfitrión invitó a sentarse al amigo de Warren, este se negó.
-Podría hacerles algunas preguntas-comentó Edward.
-¿Qué ocurre?-preguntó John acariciándose su pelo rizado.
-Se que los hermanos Wilson: Bookem y Steve intentaron robarle su dinero-señalando al invitado-Tony los descubrió y se chivo a usted y a David. Esa es una parte de una historia donde participó la víctima. La otra fue que usted, a lo mejor descubrió el romance que tenía Tony con Maya-señalando a la oriental- y le mató.
John puso una risa falsa y miró a David, luego al ayudante y le preguntó.
-¿Es usted siempre tan gracioso?
-No es ninguna broma.
John, El esposo miró a su mujer Maya con sus ojos de color azul claro y luego volvió a insistir.
-¿Qué demonios está ocurriendo?
-Tony Candy era conocido por lo mujeriego que era y a lo mejor, también tuvo un affaire con su mujer.
John se acarició su cabello rizado sorprendido y luego volvió a insistir a Maya. Esta dejó su pipa de opio en el cenicero y se defendió de tales acusaciones.
-Estábamos tomando algo con nuestro amigo cuando asesinaron a ese mujeriego-defendió John a su mujer gritando.
-Eso es verdad, lo corroboro-confirmó David, dejando el puro en el cenicero.
Edward, el joven canoso, vio al otro lado del cuarto a Roger acariciándose su calvo rota y con su mirada fija en el ayudante. Este, al darse cuenta, se disculpó un momento y fue como una bala al otro extremo de la habitación. El fornido criado ando a paso ligero hacía la cocina. Vio que el ayudante le seguía hasta allí. Entró y vio al honrado criado con las manos apoyadas en la encimera. El rapado negro estaba serio. Edward le preguntó.
-¿Qué ocurre?
-He oído su teoría de que Maya y Tony tenía un romance, ¿como lo ha sabido?
-No lo sé, he dicho lo primero que se me ha venido a la cabeza, ¿era cierto?
-Ese pichabrava, se acostaba con todo lo que tenía falda.
-¿Se acostó con su mujer?-preguntó el ayudante, mirando al anillo que tenía Roger en su dedo anular.
El criado dejó de acariciárselo. Respondió afirmativamente con la cabeza.
-¿Y dónde está ahora mismo?
-En alguna parte de la casa, ya no nos hablamos-respondió enfadado.
-¿Fue alguien de la pareja quien mató a Tony?
-No lo sé. Lo único que sabía es que la pareja junto a Tony conspiraban contra David.
-¿A qué se refiere?
-Hace unos días, oí una conversación entre Maya, John y Tony para abrir la caja fuerte que tenía David en su cuarto. Parece ser que los hermanos Wilson no eran los únicos endeudar ores. Escuché que John se había metido en problemas y necesitaba dinero. Creo que David no ayudó a su amigo a pagar dicha deuda y planearon un hurto.
-Y a lo mejor el móvil del crimen fue el botín-supuso Edward, acariciándose su cabello canoso.
-Podría ser.
El criado se bajó de la mesa y cruzó los brazos. Preguntó a Edward.
-¿Puedo irme ya?
-¿Pero era cierto el romance entre Maya y Tony?
-Así es, una vez les pille haciéndolo en la cocina.
-¿Donde estuvo a la hora del asesinato?
-Con otro empleado. Se llama Larry Lenox, trabaja en las caballerizas. Pregunte si quiere-rascándose la calvo rota.
El ayudante se retiró hacía las caballerizas con aire agotador. Bebió otra vez de su cantimplora de piel mientras iba a las caballerizas a buscar a ese Larry para corroborar la coartada de Roger. Lo confirmó. Un rato después volvió a donde posiblemente ocurrió el crimen y buscó debajo del árbol donde se cayó la colmena de abejas. Analizó bien el entorno, hallando una pulsera semienterrada. La desenterró y la cogió. En ella ponía el nombre de Maya. Con lo cansado que estaba y viendo el atardecer, se dirigió hacía su caballo para dirigirse hacía Villa Rocosa.
***
Warren y Samuel envían un telegrama a Tallahassee, donde Deep conoció a Daylin y este le comentó lo de la búsqueda del oro. La víctima iba con dos socios más. Poco después, reciben una respuesta diciendo que la víctima junto a dos tipos más preguntaron por dicho mapa de uno de los tesoros escondidos en el Cañón Blanco. Enviaron dibujos de cómo eran aquellos acompañantes, dado que él les vendió los mapas a los tres caza tesoros.
Ambos colgaron los dibujos de los socios de la víctima por todo Villa Rocosa para ver si alguien lo reconocía. Se les hizo tarde, así que a partir de las once y media de la noche dejaron de investigar y se fueron a descansar.
A la mañana siguiente, Warren Filton se levantó, oliendo el café que estaba haciendo su criada Juana. Se levantó y fue hacía el cuarto donde estaba su amiga.
-Buenas Juana.
-Hola sheriff, aquí tiene su desayuno-dándole la taza.
Él cogió el vaso caliente y empezó a beber. Tras desayunar, se despidió de ella y se fue hacía su cuarto. Se quitó la ropa que llevaba el día anterior. Se dio un agua en la bañera y se puso prendas nuevas. Se colocó su estrella de la autoridad y se dirigió hacía su caballo. Se montó y vio que el día estaba casi nublado. Le gustó, dado a que la temperatura bajó unos grados. Trotó hacía la oficina, esperando a que alguien conociese o hubiese visto a los socios de Deep por el pueblo. Al llegar al lugar, abrió su oficina y se sentó en su silla, cogió un informe antiguo y lo empezó a leer. Estaba contento, dado a que no había nadie dentro y entraba una brisa fresca por la puerta.
En ese momento, Daylin, la china de las trenzas, entró por la oficina sofocada. El ingles se asustó y se fijó en quien era. La joven se sentó con un dibujo de los dos socios entre sus manos temblorosas. El de la autoridad le ofreció un vaso de agua. Ella se lo tomó de una sentada. Se relamió el labio superior pintados de otro tono de rojo. Sus ojos de color avellana no paraban de moverse de un lado a otro nerviosamente.
-¿Está bien?, ¿qué le ocurre?
Daylin se acarició su pelo liso oscuro y le respondió nerviosamente.
-He visto a los sujetos del dibujo, ellos iban con mujeres de la calle a un local.
-¿Donde están?
-No sé que saloom están, pero sé como son.
-¿Y cómo sabías que eran mujeres de las calles?
-Por favor, soy una de ellas. Sabría distinguirlas-respondió sarcásticamente.
El sheriff se acarició el mentón y decidió hacerle otra pregunta.
-¿Podría describírmelas?
-Por supuesto-respondió la joven, echándole una sonrisa de oreja a oreja.
Lo hizo. Mientras que ella iba diciéndole como eran las jóvenes de aspecto físico, que acompañaban a los socios de Deep. Un rato después, agradeció la colaboración a Daylin y la dio permiso para volver a Tallahassee, dado que estaba descartada como sospechosa porque estaba en el saloom de Josh durante el crimen. La joven china le acarició la cara afeitada y le dio un beso en su mejilla. Se fue triste de la oficina del sheriff, acariciándose su pelo liso negro.
Unos minutos después vio a Samuel Liverpool dirigirse al establecimiento cuando el ingles cogía las diferentes copias de los dibujos de las acompañantes de los socios de Deep. El ayudante grueso se acarició su bigote grueso y le preguntó, viéndole con un martillo y unos cuantos clavos.
-¿Adónde vas?
-Me ayudas a colgar estos dibujos por el pueblo.
-¿Quiénes son?
-Unas jóvenes que las han visto con los socios de Deep por Villa Rocosa. Creo que cada vez estamos más cerca de los criminales-supuso Warren.
Salieron por la puerta de la oficina, cerrándola después. El tiempo estaba calmado. Estos agradecían el fresco que corría y fueron local tras local, queriendo averiguar dónde estaban los socios de la víctima. Un rato después, gracias a unos cuantos vecinos, hallan a los que estaban buscando. Ellos estaban en una de las habitaciones del saloom de John Kruger.
Subieron las escaleras, empuñando los revólveres, llamaron a dicho cuarto. Oyeron gemidos de satisfacción. Al ver que nadie abría, rompieron la puerta y se fijaron en como las mujeres descritas por Daylin, que estaban encima de dos hombres en distintas camas, se dieron la vuelta asustadas. Las cuatro personas estaban desnudas. Warren y su amigo tosieron. Tanto la joven negra como la mejicana se apartaron de sus amantes.
-¿Son ustedes?-preguntó uno de los de la autoridad a las chicas, enseñándoles los dibujos.
La joven de color respondió afirmativamente con la cabeza, asustada.
-¿Como os llamáis?
-Ana-respondió la mejicana.
-Femi- dijo la que respondió con la cabeza.
Las mujeres tendrían más o menos los treinta años. La negra no era muy agraciada de cara, con dientes separados, delgada, fornida y un escote grande, mientras su compañera era más guapa de rostro que Femi y más baja de estatura que todos los que había en el cuarto. Samuel las acompañó hacía el pasillo, dejando que cogieran sus prendas mientras el ingles apuntó con su arma a los hombres.
-¿Y ustedes son estos de aquí?-enseñándoles el otro dibujo.
El más asustado afirmó con la cabeza.
-¿Como se llama?
-Michael-afirmó uno de los socios.
-¿Y usted?
El otro no respondió, en vez de eso, se empezó a reír nerviosamente. Warren miró al sospechoso que estaba frente a él y pensó que se parecía a su amigo Edward porque su pelo un poco largo era canoso. Uno de los socios de Deep era más mayor de edad que el otro. Sus ojos de color avellana no paraban de mirar por detrás del sheriff, como si tuviese miedo de quien pudiera cruzar el umbral. Warren se percató de ello y le volvió a interrogar.
-¿De qué tienes miedo?
El interrogado no respondió. Tampoco su amigo.
-¿Conocéis a Deep?, este de aquí-preguntó el sheriff enseñando el dibujo de la víctima a los socios.
Ninguno de los dos respondió. Dado al calor que hacía en el cuarto, el sheriff decidió abrir la ventana para que se refrescase. Ambos sospechosos se taparon con distintas mantas. Filton volvió a insistir, sacando su revólver. Cuando fue a quitar el tambor para fingir que metía una bala dentro, Samuel le silbó para que viniese hacía el pasillo. El más mayor se asustó. Warren se encaminó hacia afuera, amenazando con la mirada a ambos clientes. Estando en el corredor, Samuel tranquilizó a Femi para que le contase al sheriff, lo mismo que le contó a él. La negra con cara poco agraciada, le comentó nerviosa.
-Uno de los hombres, más en concreto, con el que yo estaba. Tenía deudas de juego con un hombre de Oklahoma.
-¿Quien de los dos?
-El más viejo, Michael, creo.
-Gracias.
Dejaron a las dos chicas de la calle marchar del establecimiento, dado que no tenían motivos para asesinar a Deep. Estando solos, Samuel dio su teoría acariciándose su tripa, cada vez más delgada.
-La deuda que tenía Michael, podría haber sido un motivo de discusión...
-Y eso podría a ver desencadenado el crimen.
***
Edward Richard llegó al rancho de David Blanco a eso de las once de la mañana, dado a que tenía que comprar unas cuantas cosas, entre otras cosas, pienso para su caballo y la yegua de su esposa Shonda. Gracias a que la temperatura había descendido unos grados del día anterior, trotó tranquilamente hasta llegar a la morada.
Estando allí, fue recibido por Roger. El elegante criado acompañó al interior del establecimiento. En el amplio salón, vio a la pareja del día anterior: John y Maya, hablando con el dueño mayor canoso. Todos estaban sentados en los mismos sitios. Pensó que estaba viviendo un deja-vu. Roger se acarició su calvo rota y sonrió ampliamente hacía Edward.
-Roger, tráenos tres-dijo David, acariciándose su cabello rizado con entradas.
Entonces vio al amigo del sheriff y le preguntó.
-¿Quiere café?
-No gracias- respondió el de la autoridad.
-Pues entonces tres tazas-corrigió David.
-Si señor-respondió Roger, empezando a caminar hacía la cocina.
-¿Puedo hablar en privado con su amigo?
-¿Ocurre algo?
-Es solo para aclarar algunas cosas-acariciándose su pelo canoso.
El amigo de David, John, se levantó del sillón y se dirigió hacía el pasillo. Estando allí, el ayudante empezó con su interrogatorio.
-Sé que usted tenía deudas de juego y que su amigo David se las pagaba.
El interrogado cambió de expresión e hizo que bajase el volumen. Edward continuó.
-Pero una de las veces, no se la pagó ¿verdad?
John Bishop quiso saber cómo se había enterado, acariciándose su cabello rizado.
-¿Como se ha enterrado?
-Eso no importa, pero según su expresión. Su amigo no sabía que ustedes dos-señalando a Maya- y Tony Candy planificaron un robo a la caja fuerte de David. Pero algo salió mal, ¿verdad?-enseñándole el colgante que encontró en el escenario del crimen.
John puso cara de sorpresa, viendo el nombre inscrito en el colgajo, era el de Maya.
-Se lo regalé yo.
Por la expresión que puso John Bishop de nuevo, lo descartó como sospechoso, dado a que no sabía nada del supuesto romance entre su esposa y el criado.
-Y no sabía nada del affaire, ¿verdad?
Negó con la cabeza sinceramente.
-¿Donde lo encontró?-preguntó el hombre del pelo rizado moreno.
-En el escenario del crimen.
John se puso las manos en la cara, con expresión de asombro y Edward continuó.
-¿Fue verdad lo del robo?
-Así es, necesitaba dinero. Mi esposa Maya lo sabía y fue suya la idea. Al principio no estaba de acuerdo, pero o pagó mis deudas o irán a por mí.
-Y ahí es donde Tony se unió al plan, ¿verdad?-dedujo Richard.
-Sí, él sabía la combinación de la caja fuerte, dado a que era uno de los sirvientes más fieles de mi compañero. Pusimos el plan en funcionamiento y robamos el botín. Pero le juro que no maté a Tony.
-Le creo, ¿dónde estaba a la hora del asesinato?
-Tomando un café con David.
-¿Y su esposa?
-Fue al servicio.
-¿Y cuanto tiempo tardó en volver?
-No lo sé, una hora creo. Me dijo que se encontraba mal y nos fuimos en seguida.
-¿Eso fue en torno a las cuatro o cinco de la tarde?
-Así es.
-¿Me da su permiso para interrogar a su esposa?
-¿Es usted siempre tan gracioso?-preguntó John, escapándole una lágrima de sus ojos azules claros.
-No es ninguna broma, ¿puedo?
El amigo del pelo rizado moreno asintió con la cabeza. Ambos se dirigieron al cuarto de estar y David sorprendido, preguntó, pellizcándose el cuello del traje blanco.
-¿Ocurre algo?
-Sí-dijo el ayudante, sentándose en un sillón que estaba disponible.
-Bien, ¿el qué?
-Cuéntele su parte John.
El dueño miró dubitativo a su amigo y le preguntó. Tras no responder a la pregunta hecha por David, Edward hizo un movimiento de cabeza para que John confesase. Este se acarició su cabello rizado y miró con sus ojos azules claros lleno de miedo a su compañero. Empezó a confesar lo del robo planeado, acusando a Maya. En ese momento, el salón se convirtió en un griterío. Tras unos minutos, Edward puso orden, haciendo tranquilizar a los amigos.
-Se que estuvo mal que su amigo-dijo el ayudante canoso, señalando a John-le robase. Pero él no fue quien mató a Tony Candy.
-Eso es verdad, ya le dije que estaban conmigo-corroboró David, señalando a la pareja con sus dedos grandes.
-Estaba, John estaba con usted en el salón.
En ese momento vio a Maya rascarse mucho su brazo, que estaba cubierto por una camisa larga. El marido de la japonesa, pidió que se desmangase. Lo hizo con cara mustia. Los que estaban en el salón, se sorprendieron al ver la picadura ensangrentada.
-De abeja, ¿verdad?
La joven miró a otro lado.
-¿Puedo ver su Deriger?-señalándola.
Maya no dijo nada, John se lo exigió. Lo hizo enfadada. Edward vio que en el cargador faltaba una bala y se lo enseñó a los demás invitados. Roger intervino, diciendo.
-Además, se que usted-señalando a Maya-tuvo un romance con Tony. Una vez les pille en la cocina.
John, el marido, con sus ojos azules enrabietados, pidió con enfado una explicación. Maya miró con cara de alucinación a su esposo y le dijo asombrada.
-¿Que creías?, que era tan fácil. Robar y ya está.
-¿A qué se refiere?-preguntó Edward Richard.
Los ojos verdes oscuros de la japonesa miró a los del ayudante y luego a los ojos azul claro de su marido.
-Me enamoré de Tony porque creía que era mejor que tu.
-¿Creía que te importaba?-preguntó enfadado John Bishop.
-Y te pedí que lo dejases, que dejases el juego. Pero no lo hiciste.
-¡Pero fue idea tuya!
-Así es-respondió la joven riéndose.
-Lo que quería era implicarle en un robo mientras estaba acostándose con Tony Candy, sonsacándole la combinación de la caja fuerte. El plan era quedarse con él botín y no compartirlo ni con su amante, ni con su marido, ¿me equivoco Maya?-intervino Richard.
-No, el plan era quedarme con el dinero y compartirlo con Tony-repuso la sospechosa.
-Entonces, ¿por qué le mató?
-Creía que Tony sentía lo mismo que yo, pero me equivoque. Él no se daba al juego.
-Se daba a las mujeres, ¿lo sabía?
-Sí, pero creía que estaba enamorado de mi porque me prometió que después del robo, íbamos a fugarnos.
-Pero algo cambio, ¿no?
-Así es-respondió mojándose su labio superior. Enarcó sus cejas y soltó enfadada- pero luego, me dijo acomplejado: "no creo que debamos hacer esto, viéndonos" y luego quiso quedarse con todo el botín.
-Y le asesinó, ¿no?-enseñándole su colgante, hallado en el escenario del crimen.
Maya, la japonesa apretó sus manos delgadas y soltó rabiosa.
-Era un mentiroso y sí, lo hice. Maté a ese puerco.
-¿Y como lo hizo?-intervino David, acariciándose su pelo rizado canoso.
-Le citó en uno de los arboles donde había un panal de abejas, llevándose el garrote consigo, ¿no?
Maya afirmó con la cabeza.
-Discutieron, la cosa se descontroló y le disparó en la corazón. Pero, ¿porque las abejas?
-Para que sufriese. Igual que él me lo hizo a mí.
-Por eso le picó una abeja. Decidió quedarse con todo el dinero y no ayudar a su marido a pagar sus deudas-dijo Edward, señalando a John.
-Para qué. Él me traicionó con el juego.
-!Maldita bruja¡-gritó el esposo yendo con sus manos estiradas como garras hasta ella.
David y Roger lo detuvieron mientras el ayudante del sheriff detenía a la asesina y le decía.
-Queda arrestada. A propósito, ¿dónde está el botín?
Maya señaló hacía el techo. Encima del salón, estaba el cuarto de la víctima.
-Lo dejé en la habitación de Tony, para que el móvil no fuese el robo.
-Ingeniosa.
Antes de llevarse a la criminal, le imploró al dueño del botín que no fuera tan duro con su amigo, dado a que solo quería pagar sus deudas. Hizo un trato con John Bishop dándole parte de su dinero que llevaba en su bolsillo, que cubría dicha deuda. El trato era que pagara esa deuda y que no jugase más. Si lo cumplía, no le detendría. John Bishop aceptó lo que Edward le había dicho.
***
Tras haber encontrado a los socios de Deep y ver que no respondían al interrogatorio del sheriff, se los llevaron detenidos a la oficina de la autoridad. Eran las doce menos cuarto cuando al ingles, ya se le acabó la paciencia con ambos sospechosos. Sabía que uno de ellos asesinó a Deep por el oro, pero ¿dónde estaría dicho botín?
Mientras Warren Filton intentaba sonsacar a Michael y a Simón, el hombre que no paraba de reírse nerviosamente cada vez que le preguntaban, algo sobre donde habían estado cuando murió su socio Deep en el Cañón Blanco, Samuel mandó un telegrama a Oklahoma para saber más sobre a quién debía deudas Michael.
A eso de las doce en punto llego una respuesta diciendo que ese hombre se metió en deudas de juego y a recibido amenazas de muerte por no pagarlas. Volvió a donde estaba Warren y dejó la información obtenida en la mesa donde estaban interrogando a los cómplices de la víctima. Tanto su amigo como los otros se sorprendieron al ver que el grueso ayudante golpeaba la mesa, lanzando los papeles contra el escritorio.
-¿Qué es eso?-preguntó el ingles, acariciándose el mentón.
-Las amenazas hechas a Michael-señalando al hombre mayor y de pelo canoso-Te las hicieron por no pagar las deudas de juego, seguramente. Según unos vecinos de allí, estuvisteis en Oklahoma hará unas tres semanas. Te metiste en líos y dado que no tenías dinero para pagar, te fuiste con el rabo entre las piernas.
Hizo una pausa y continuó.
-Pero no sin antes, recibir algunos anónimos de muerte.
Michael miró con temor a su socio y luego a los de la autoridad. Se acarició su pelo un poco largo y canoso, permaneciendo en silencio. Warren dedujo el posible motivo por el cual mataron a Deep.
-Tus socios lo supieron, ¿verdad?-mirando a Simón-que estabas endeudado. No sé si fue en Oklahoma o aquí. Pero tengo que contaros una teoría.
Los sospechosos le miraron con atención, el más mayor puso los ojos como platos.
-Si fue en Villa Rocosa, podría haber sucedido de la siguiente manera. Deep seguramente supo lo de la deuda porque o lo descubrió allí-refiriéndose a Oklahoma- o se lo comentó usted aquí cuando hallaron el cofre de oro enterrado en el Cañón Blanco. A lo mejor, una parte de los lingotes cubría dicha deuda y tal vez su socio Deep no quería compartir y empezaron a discutir.
-Y usted, Michael, le mató-siguió Liverpool, acariciándose su mostacho.
Ninguno de los dos dijo nada. Por esa razón, a Warren se le ocurrió registrar el cuarto de Simón y Michael. Lo comentó en otro cuarto con su ayudante y le pareció bien. Por esa razón, encerraron a los socios en uno de los calabozos y dieron un paseo al saloom de John Kruger, dado a que hacía buena temperatura. Al llegar al establecimiento, el dueño de los ojos azul marino les enseñó el cuarto donde dormían. Allí ven una foto donde aparece la víctima con Michael y Simón. Oyeron un ruido al pasar por una balda, esta crujió. La levantaron y se fijaron en un saco cerrado. Lo desenredaron y vieron muchos lingotes de oro en el interior. Cogieron las pruebas y volvieron a la oficina. En el establecimiento, llevaron de nuevo los sospechosos a la sala de interrogatorios. Enseñaron las pruebas obtenidas. Uno de ellos, el más viejo, se fijó en aquella fotografía donde aparecía junto a Deep. La dejó encima de la mesa y miró mustio a los de la autoridad. Uno de los de la autoridad dijo.
-El que hable el primero, evitara la soga.
El más mayor confesó.
-Fue Simón, él mató a Deep.
Los dos miraron al que se reía nerviosamente y le interrogaron.
-¿Y por qué?
El interrogado no respondió. Sin embargo, Michael lo hizo.
-Lo hiciste porque él se quería quedar con una mayor parte del botín, siendo idea tuya el ir a por el tesoro. Por eso discutimos, Deep no quería reconocer que fue idea tuya-señalando a su amigo- el que se le ocurrió el ir a por ese botín. Por eso le disparaste por la espalda, ¿verdad?
Simón se empezó a reír y luego le dijo a Michael con aire de salvador.
-Ese cretino se quería quedarse con nuestra parte. Fue mi idea, y él quiso quitarme la mayor parte de la recompensa encontrada. Además, tú tenías una deuda en Oklahoma, ¿verdad?
-Pero jamás mataría a un amigo-se defendió Michael, el canoso.
-¿Amigo?, ese truhán se quería quedar con todo.
-Queda arrestado-sentenció Filton mirando a Simón.
El asesino se empezó a reír nerviosamente y el sheriff le preguntó.
-¿Te ríes?
El criminal no paró y Filton siguió.
-Ya verás cómo te ríes cuando la soga te apriete el cuello.
Simón cambió de expresión y miró serio al ingles.
FIN