2x13:Samantha

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Warren va a Illinois a saber lo que le ha ocurrido a su vecina Samantha. Al llegar allí, descubrirá que la casa de esta está en llamas. Los lugareños consiguen extinguir el fuego, hallando un cuerpo de una joven en su interior. Pronto descubrirán que se trata de Samantha y Warren, con la ayuda de la autoridad local, intentaran hallar al culpable del cual ella sospechó desde un principio que asesino a sus amigas, Antonio Romero.


Era un atardecer bonito cuando Warren Filton cabalgaba con su animal, entrando por la ciudad de Illinois. Estaba pensando en que hace unas semanas que su vecina se fue de Villa Rocosa para hallar al criminal que asesinó a sus amigas hace un tiempo. Leyó la carta de despido de la joven profesora. En ella, decía que volvía para encontrarse con un viejo amigo. Dedujo que sería ese Antonio Romero. Según sus ayudantes Samuel Liverpool y Edward Richard, que investigaron el asesinato de Ramona González, una amiga de Samantha, sospecharon del supuesto contrabandista Antonio Romero, porque según la profesora, era el joven con el cual se metieron ella y sus amigas en la adolescencia. Según el sospechoso, cuando le interrogaron, contestó que estaba en Villa Rocosa, aparte de hacer negocios, que verificaron que era mentira, a visitar a Ramona, para recordar viejos tiempos. Cuando Samuel y su amigo iban a detenerlo para saber lo que ocultaba, este huyó del pueblo.


Paso tiempo hasta que hallaron otro cuerpo sin vida de una joven, Luisa Fernández, amiga de las otras dos víctimas: Ramona González y Denise Juárez. Esta última, fue asesinada en Indiana hace mucho tiempo. Según la cronología, esta fue la primera víctima de las cuatro jóvenes.


Filton no conocía personalmente al sospechoso, pero sabía que había algo oscuro en su personalidad por las malas opiniones que decían su vecina y sus amigos.


El sheriff paró en frente de un saloom y ató a su caballo. Las miradas de los lugareños hacía él eran un poco de desconfianza, dado a que venía de un pueblo, situado al suroeste de América. Tragó saliva y preguntó a un hombre que estaba paseando.

-Disculpe, ¿sabe donde vive una joven llamada Samantha Illinois?

El interrogado enarcó sus ojos verdes claros saltones y le respondió, señalando a un establecimiento cerca de ellos.

-Pregunte al sheriff.

-Gracias.

El lugareño siguió con su caminata, mientras Warren se dirigía hacia la oficina. El lugar era de las mismas dimensiones que su oficina en Villa Rocosa. Tenía dos cuartos, uno de ellos servía como sala de interrogatorios, tres calabozos y un baño cerca del establecimiento. Estaba vacío, el ingles quería saber dónde estaría dicho sheriff. En ese momento, oyó gritos que provenían de un lado de la calle. Los vecinos gritaban "fuego, fuego". Filton siguió a un lugareño que estaba con dos cubos, llenos de agua. Pensó que sería para apagar un fuego. Con permiso, le cogió uno de ellos y fueron hacía una calle donde estaba ocurriendo la catástrofe. Vio a un grupo de vecinos, que estaban echando agua a una casa en llamas. Se acercó a la morada y sujetando con fuerza el recipiente, echó el agua a la llamarada que estaba frente a él. Hizo la misma acción unas cuantas veces, antes de preguntar a un lugareño.

-Disculpe, ¿dónde puedo hallar al sheriff?

El joven de bigotes pelirrojo, señaló con su dedo a un hombre que estaba detrás de ellos. Estaba parado, el de la autoridad era un hombre más bajo de estatura que Filton, casi los cuarenta, muy grueso, pelo pincho moreno, ojos pequeños negros, brazos apoyados en su cadera y entrajetado, luciendo la estrella. El ingles dejó el cubo a un lado y se encaminó hacia el señalado.

-Buenas, soy Warren Filton, estoy buscando a una joven llamada Samantha Illinois, ¿sabe done vive?

El preguntado le estrechó su mano gruesa y le miró con cara dubitativa.

-Usted no es de aquí, ¿verdad?-fijándose en su rostro.

-Soy la autoridad de un pequeño pueblo de Arizona. Busco a una amiga mía que se fue de allí sin despedirse y me dejó una cosa para que la leyese-mostrándole el sobre.

El hombre grueso lo manoseó y le contestó.

-Soy el sheriff de Illinois, me llamo Skipp y con respecto a su amiga...

Un vecino salió de repente del interior de la morada ardiente y gritó.

-Hemos hallado un cuerpo, repito, hemos un cuerpo.

Tanto Skipp como Warren fueron corriendo al interior de la casa, ambos estaban armados con cubos de madera llenos de agua. Con la ayuda de los lugareños, apagaron el fuego que había. Uno de los hombres vislumbro entre los objetos calcinados, un cuerpo joven semi desnudo de una mujer. Avisó a la autoridad e intentó reanimarla, al ver que no respiraba. Tras varios intentos, Skipp ordenó a uno de los lugareños.

-Avisen al doctor, creo que está muerta.

Le hicieron caso. Todos se marcharon, excepto Warren y el hombre grueso. Este último fue inspeccionando cada rincón del establecimiento quemado para hallar alguna prueba. Filton, al acercarse a la víctima y mirarla con sus ojos verdes oscuros, vio que la fallecida era su vecina y su buena amiga Samantha Illinois. Sus ojos se humedecieron, sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y se los secó. Pensó en que hallaría al culpable por encima de todo. Se arrodilló y la cerró los ojos verdes claros.


Skipp hizo crujir una madera cuando volvía al escenario del crimen. Este se frotó su rostro y dijo al ingles.

-He registrado todos los sitios de la casa, no hay ningún cuarto más desordenado que este-señalando al entorno-creo que el incendio se produjo aquí.

Tras unos segundos, Warren contestó.

-Quien lo hizo quería tapar un asesinato.

-¿Estás bien?-arrugando la nariz.

-Si-se levantó y miró al de la autoridad.

-Siento lo de su amiga.

-Cuando atrapemos al culpable de este caso, ¿podría quedarme en el funeral?

El hombre grueso se pellizcó el cuello de su chaqueta y afirmó con la cabeza. Ambos se pusieron manos a la obra: En primer lugar registraron el cuarto para ver si el criminal tiró el arma del crimen al escenario. No hallaron ningún objeto afilado en el suelo, ni revólver. En segundo lugar, quisieron hallar la cerilla que el intruso uso, para ver si podía haber algún logotipo en ella. Nada. Encontraron muchos cojines quemados en el escenario del crimen, pensaron que el asesino uso uno de ellos. En ese momento, entró por la puerta el médico de Illinois, junto a su ayudante. El galeno era un joven de unos treinta años, era el más alto de estatura de la estancia. Ojos grandes marrones, pelo moreno y con barba de hace semanas. La mujer era de la misma edad, morena de pelo y de piel, ojos pequeños del mismo color que su jefe. Skipp presentó al ingles.

-Warren, este el doctor Oscar y ella su ayudante Georgina.

La joven le echó una amplia sonrisa a Filton y se dirigieron hacia el cuerpo sin vida de Samantha.

-¿La conoce?-preguntó el hombre con barba, dejando el maletín que tenía a un lado.

-Sí, era mi ex-vecina. Se llamaba Samantha Illinois.

-¿Ha venido desde tan lejos?

-Sí, de Arizona.

-Yo también soy de allí.

-¿En serio?, ¿y qué hace tan lejos?

-Una mujer-mirando a su esposa.

-Ya, conozco varios casos-terminó sonriendo, recordando a su amigo, el ex-juez Cliff Webb.

-¿Y usted tiene esposa?-preguntó Georgina por curiosidad.

El ingles la sonrió y Skipp irrumpió la conversación.

-Cuando analicen el cuerpo, me podrán dar los resultados-frotándose su gruesa cara afeitada.

-Claro-contestó el galeno poniéndose sus gafas de culo de botella.

Warren Filton recordó por un momento a José Sánchez, el doctor de Villa Rocosa, por el tipo de lentes que llevaba Oscar. La pareja analizó el cuerpo semi desnudo de la bella rubia Samantha Illinois. Vieron que no tenía ningún orificio de bala, ninguna puñalada. Dedujeron que murió hará más o menos una hora y que la causa de la muerte podría haber sido asfixia.

Se levantaron y se estiraron. Tanto Skipp como Warren no se movieron del cuarto. La pareja le comentó a los sheriff sus hallazgos. Tras eso, Warren les comentó el caso que investigó hace tiempo sobre las dos amigas encontradas sin vida en el pueblo de Villa Rocosa y de la hallada muerta en Indiana. Skipp tomó apuntes en su bloc de notas amarillento. Luego ayudaron al galeno y a su ayudante a trasladar el cuerpo a un cementerio de la ciudad.


La tarde se hizo de noche cuando terminaron dicha tarea. Soplaba aire frío, lo cual hizo que el ingles se comprase un abrigo en una tienda. El hombre grueso, tapado hasta la cabeza con ropa de invierno, le dio un paseo al forastero por la ciudad. Empezaron a hablar, a conocerse. Skipp le comentó que se había separado dos veces, de dos mujeres a las cuales no soportaba mucho, de cómo conoció a Oscar y a su mujer Georgina. El sheriff de Villa Rocosa le habló de su vida en Inglaterra, de cómo llegó a ser la autoridad en el pueblo de Arizona y su relación con la ex-profesora y víctima, Samantha Illinois. Ambos caminaron hasta la oficina de la autoridad. Warren, pensó en que había tenido un duro día para seguir trabajando con el caso. Quería descansar un poco antes de seguir. Skipp le comentó que le iba a presentar a su ayudante Geofrey. El ingles aceptó.


Cuando entraron en el establecimiento, vieron a Geofrey escribiendo un informe. Este trabajaba en una mesa de madera vieja, que estaba a un lado del local, desorganizada. El hombre también era menos grueso que Skipp, con una vestimenta elegante, cabello corto y moreno, ojos grandes verdes oscuros. El sheriff de Illinois habló.

-Hola Geofrey, te presentó a Warren-arrugando la nariz.

-Buenas noches-dijo el nombrado, limpiándose su traje, que estaba lleno de migas.

Se dieron un apretón de manos. Skipp salió un momento para hacer sus necesidades, soltando al mismo tiempo, alzando sus brazos.

-Geofrey, no seas guarro, ¿hombre?

El ayudante le hizo caso y se limpió la chaqueta, frotándose, las migas cayeron al suelo. Geofrey sonrió a Warren y bromeó.

-Parece mi padre.

-¿Lo es?

-¡Qué va!-dijo el ayudante- yo soy su segundo ayudante.

-¿Que le pasó al primero?-preguntó Filton acariciándose el mentón.

-Murió de un infarto-respondió Skipp desde atrás, entrando por la puerta.

Warren se asustó y pidió disculpas a ambos hombres. Salió por el umbral. Skipp giró su grueso cuello hacía esa dirección y le dijo frotándose la cara.

-¿Quieres que te recomiende un saloom?

-No, tranquilo.

-De acuerdo-dijo serio Skipp.

El forastero se fue con su prenda abrigada hacia su caballo. Trotó hacia un motel que había al final de la calle principal de la ciudad. Pagó una habitación, se fue hacia la chimenea encendida para entrar en calor de la noche fría que hacía. Tras unos minutos, se fue hacia su cuarto con el equipaje en mano. Se dio un baño largo y cómodo. Se puso una prenda ligera y se metió en la cama, durmiéndose en seguida.


A la mañana siguiente, Warren vio entrar un rayo de luz por la ventana, eso hizo que se despertase y pegara un respingo en la cama. Pensó por un momento que se le había hecho tarde. Se sentó en la cama y se puso los pantalones que llevaba el día anterior. Hizo lo mismo con sus botas. Abrió las ventanas y contempló por un momento la preciosa mañana que hacía. Corría aún mucho aire. Eso hizo que se abrigase aún más. Salió de su cuarto y bajó las escaleras.

-¿Qué hora es?

-Son las nueve y media de la mañana-respondió el barman mirando al reloj que tenía detrás de la barra.

-¿Algún mensaje?-acariciándose el mentón.

-El sheriff Skipp quiere verle en su oficina.

-¿Hace cuanto ha sido eso?

-Pues-volvió a retorcer su cabeza hacia el reloj- hace media hora.

-De acuerdo, póngame un café solo-dijo Warren, sentándose en un taburete vacio.

-¿Algo de comer?-preguntó el camarero acariciándose su cara de caballo.

-Esas pastas-señalando con una mano a un recipiente con comida que había en una estantería, detrás del dueño.

-Aquí tiene-contestó, volviéndose a acariciar su rostro de animal.

-Gracias.

El dueño del saloom fue hacia una de las estanterías con un trapo húmedo en mano. Filton le preguntó al ver la poca gente en el establecimiento.

-Hay poca clientela, ¿eh?

-Sí, pero ahora llegan, ¿es forastero?

-Soy de Arizona.

-Tiene cara de ingles.

-Nací en Filton, de ahí mi apellido. Pero me vine a América tras morir mis padres. Al final, por una serie de circunstancias, acabe siendo la autoridad de Villa Rocosa.

-El pueblo de los forasteros.

-¿Lo conoce?

El dueño se rió y le respondió.

-Viví durante una temporada allí con mi esposa.

-¿Hace cuanto?

-Hace unos veinte años.

-Yo aún era novato por aquel entonces. Seguramente conocería a José Jiménez.

-Sí, oí que huyó hace tiempo.

-Estaba aliado con una banda de forajidos.

-¿Fue usted a quien casi matan en ese tiroteo?

Filton no quiso recordar ese momento, pero le respondió al barman con sinceridad.

-Sí, ¿qué le paso a su mujer?

-Nos separamos-contestó triste el barman.

-Lo siento.

El ingles terminó de desayunar y le preguntó al dueño como estaba su caballo. El barman se acarició el rostro de animal.

-Su potro está en la caballeriza. Esta detrás del local-señalando con un dedo pulgar hacía esa dirección.

-Gracias por cuidarlo.

-Si me pagan, yo hago las cosas-sonrió este pellizcándose su bigote francés.

El sheriff de Villa Rocosa se terminó el café, pagó y se fue del establecimiento. Antes de cruzar el umbral, el dueño le advirtió.

-Hoy hace rasca.

Warren lo supo al poner un pie fuera del lugar, el aire que soplaba era más fuerte que el de ayer. Aunque hacia buena temperatura y no había nubes de por medio, la gente iba tapada de arriba a abajo. El ingles saludó a unos lugareños cuando estaba caminando hacia la oficina de la autoridad, donde Skipp le estaba esperando. Al llegar, vio que a primera vista el lugar estaba cerrado a cal y canto, dado a que las persianas tapaban el interior. Abrió con dificultad la puerta, dado a que el pomo estaba estropeado.

-¿Me buscaba?-preguntó Filton, asomando la cabeza.

-Pase, pase-sugirió Skipp, frotándose su gruesa cara afeitada.

El invitado lo hizo de inmediato y cerró de un golpe seco la puerta. Se quitó las prendas gruesas, quedándose con una camisa de manga larga y unos pantalones del mismo color. Se acercó a la chimenea que había a un lado del cuarto, para entrar en calor. Durante unos minutos, Filton añoró su cálido pueblo de Villa Rocosa. El sheriff grueso se acercó a su invitado y le comentó.

-Le estaba buscando. He mandado a mi ayudante a que preguntase a los vecinos de su amiga Samantha, a ver quien ha podido ver algo del incendio, para saber quien fue la última persona en visitar a la víctima.

-¿Y Antonio Romero?, ¿le han investigado?

-Sí, pero no tengo nada. Pasase lo que pasase hace tiempo. No hay testigos.

-¿Ha leído la carta que le di?

-Sí, pero no es suficiente.

-¿Vive aquí?

-No lo sé. Creo que sí. Illinois es una ciudad y no siempre fui de aquí, ¿sabe?-contestó Skipp de malhumor.

-Vale, vale. Pero Antonio es nuestra única pista de este caso y tenemos que seguirla.

El hombre grueso le recordó a Warren, mordiéndose varias veces sus gruesos labios.

-Es mi caso, y usted es solamente un colaborador, ¿lo entiende?

-Sí, lo entiendo. Pero que sepa que yo investigué los dos crímenes que hubo entre medias. Mis ayudantes y yo llegamos, gracias a unas declaraciones, que fue ese Antonio Romero, quien mató a esas mujeres-exageró Warren.

-Pero solo me ha dado una carta que escribió su vecina Samantha.

-Pero también le expliqué lo que sucedió las semanas anteriores.

-Pero es solo teoría. Lo único que...

-Enviaré telegramas a Villa Rocosa para que mis ayudantes les manden lo que consiguieron de Antonio Romero.

-¿No le conoció?-preguntó dubitativo Skipp.

-Solo estuvo en el pueblo una vez...y yo estaba con otro caso-recordando el robo que sucedió en el saloom de Jack Lemond hace tiempo.

-Está bien, aclaremos unas cosas: Usted es mi colaborador, y le dejaré estar en este caso porque sabe mucho de las otras muertes, que están relacionadas con la de Samantha Illinois.

-Sabemos que la causa de la muerte fue asfixia y que el arma empleada fue cojín, que a lo mejor, lo dejó en el incendio.

-O a lo mejor se lo llevó.

-Eso también pudo suceder.

-Y según que usted, ¿qué hacemos?

-Volver a mínimo común denominador.

-¿A qué?-preguntó Skipp cambiando de expresión.

-Adonde se produjo el incendio.

Ambos hombres, seguido de Filton, se volvieron a poner las prendas gruesas, cerrando la puerta de la oficina. Se subieron a sus caballos, dirigiéndose al escenario del crimen. Durante el viaje, el ingles, le preguntó al otro.

-¿Que quería decirme?

-He encontrado a un testigo que a lo mejor podría sernos de ayuda. Un vagabundo.

-¿Y qué le ha contado?

-A eso iba ahora-dijo Skipp sonriendo-Antes de ir al escenario, quiero pasarme por una tienda para comprarle una caja de botellas a cambio de información.

-Es su ciudad-rió el otro.

Se desviaron hacia un establecimiento donde vendían bebidas y comestibles. El hombre grueso pidió a su invitado que esperase en su animal. Tardó unos segundos en salir del establecimiento y dejarlo en su sillín. Se volvió a montar y siguieron hasta la calle donde surgió el incendio. Se bajaron al estar en la entrada de la casa chamuscada. Los ataron a un palo y siguieron lo que había dicho Warren. Dieron varias vueltas a la casa, al interior del establecimiento y a los alrededores. Lo único que encontraron, cerca del escenario del crimen, fue cuatro pares de pisadas. Un par podrían haber sido de Antonio Romero, pensó Filton. Pero ¿y las otras?, ¿quién sería su compinche?

Skipp arrugó su labio y le dijo con la expresión que tenía razón. Filton le comentó tocándose su mentón.

-Bien, sabemos que Antonio...

-Que alguien-corrigió el hombre grueso.

-Está bien, que alguien mató a Samantha, ardió la casa y que después se reunió con otro desconocido para hacer el que.

-Un trato seguramente. Alguien sacó algo de provecho de la muerte de tu amiga-dedujo Skipp.

-Dinero, ¿tal vez?

-Tal vez.

-Sí, ¿pero quién?

-Vayamos a hablar con mi testigo.

-Está bien.

Tanto Warren como Skipp se fueron hacia sus respectivos animales, se subieron y galoparon hasta el final de la calle, luego torcieron hacia la izquierda y luego siguieron en línea recta, parándose frente a un antro viejo y desastroso por fuera. Tenía el aspecto de un saloom. En la entrada estaban sentados seis hombres, al pie de una escalera, todos tenían ropas andrajosas y olían mal. Skipp señaló a uno y le enseñó el paquete de cervezas. El señalado se acercó. Sus ojos pequeños marrones se clavaron en los negros del grueso hombre. Aspecto marroquí, cara afeitada, pelo negro corto y tenía una cojera que le hacía ir más lento. Warren le preguntó.

-¿Que te ha pasado?-señalándole con el dedo.

-Me lo hice en la guerra. Si luche contra los Confederados y perdí la movilidad en una de mis piernas-comentó con acento mejicano, muerto de frio.

-No pareces americano.

-Nací en Méjico y me vine aquí. Me llamo Benito. Era un aventurero y también viajero. Me colé en una carreta que iba al norte de América cuando estuve en Culiacán. Conocí a una española aquí antes de la guerra, que era esposa de un terrateniente americano y en fin, tuvimos un romance- dijo con su acento grave.

-¿Y cómo se llama?, la mujer quiero decir.

-Es esta, se llamaba Berta- dijo el vagabundo sacando una imagen de un bolsillo.

La joven de la imagen era muy bella, ojos verdes claros que llamaban la atención de cualquier hombre. Pelo moreno largo, alta, esbelta, de unos treinta años más o menos, labios delgados. La chica estaba feliz.

-La quería, o más bien la quiero-soltó Benito triste.

-¿Dónde está?

-Al otro lado del país. Me dejó cuando me fui a combatir.

-¿Y cómo acabaste aquí?

-Tras volver de la guerra y descubrir que ella no estaba en el rancho de Luisiana, vagué por todo el país hasta acabar aquí. Sin dinero, sin mujer.

-Y conociste a Skipp, ¿no?-mirando al de la autoridad.

-Sí, y me dejó que me quedase aquí-señalando al cutre lugar que estaba de espaldas a él.

-Bueno, cambiemos de tema, ¿no?-intervino Skipp pellizcándose el cuello de su camisa.

El testigo cruzó las miradas con el grueso hombre y empezó a avanzar hacia la caja de bebidas. La intentó coger, pero el sheriff se lo prohibió.

-Primero la información que me debes-dijo Skipp.

-Ah, sí, ¿qué quieren saber?

-Me dijiste que estuviste en frente de la casa cuando se produjo el incendio.

-Cerca, no en frente-corrigió Benito muerto de frio.

-Y que viste a dos hombres cerrando un trato, ¿no?

-Sí.

-¿Qué aspecto tenían?-irrumpió Warren.

-Uno era barbudo, pelo largo, delgado, fornido. El otro creo que le llamo varias veces por su nombre. Antonio, creo.

-Antonio Romero puede ser.

-Sí, creo que sí-contestó con su acento grave.

-Continua-dijo Skipp.

-El compinche aceptó dinero de ese Antonio Romero mientras la casa de esa pobre mujer ardía en llamas. Luego se fueron cada uno para un lado y ya no volví a saber de ellos.

-¿Por qué huiste?-intervino de nuevo el ingles.

-Porque creía que me considerarían sospechoso. Yo no maté a esa joven, se lo juro-confesó triste el árabe.

-A ver las palmas de tus manos, por si acaso-dijo Filton dubitativo.

Skipp movió la cabeza afirmativamente para que el testigo se las enseñase. Al no ver ningún signo de quemadura, le descartaron como sospechoso, dado a que no conocía mucho a Samantha Illinois. Warren quiso saber cómo era el otro tipo, Benito les respondió.

-Más bajo de estatura que Antonio y grueso. No le vi bien de frente, pero creo recordar que tenía un medallón de un búfalo puesto.

Skipp no recordaba a nadie conocido, que llevase un medallón de búfalo. Por esa razón, miró con expresión negativa a Warren y este lo entendió. Dedujo que el único sospechoso que tenían era Antonio Romero. El ingles sacó de su bolsillo la carta y le preguntó a los otros dos si tenían un lápiz. Ambos respondieron negativamente. Benito se volvió y preguntó a los seis hombres que aún seguían sentados en el pie de las escaleras. Uno de ellos le lanzó uno. Skipp se extrañó de que era lo que quería hacer el forastero. Warren continuó.

-Dibújanos al tipo que viste y el medallón.

El interrogado se quedó lívido y respondió.

-No se dibujar.

-Anda trae-intervino el hombre grueso, arrebatándole el papel- Has dicho que Antonio era barbudo, ¿no?-dijo, mientras lo dibujaba.

Benito volvió a repetir la descripción física de Antonio Romero y el medallón. El hombre grueso de la autoridad le entregó al mendigo como premio la caja de cervezas. Benito se puso feliz de tener bebida entre sus manos y se lo agradeció.

-Gracias por esto-dijo el interrogado con su acento grave.

-Cuídate- despidiéndose el ingles.

El hombre cojo volvió hacia la casa cutre, junto a sus compañeros. Skipp añadió riéndose.

-Ten cuidado de que no se te congelen tus partes.

Filton se rió también y volvieron de nuevo a la oficina. Skipp y Warren pensaron que el compinche de Antonio ayudó a este por sacar algo de todo esto, seguramente dinero, dado que Antonio, tendría un negocio, pero, ¿quién sería el cómplice? Primero fueron a un lugar para enviar varios telegramas a Villa Rocosa, para que le enviasen información de el único sospechoso que tenían en los cuatro asesinatos de esas jóvenes.


La temperatura aumentó un par de grados a medida que se iban acercando a la oficina de la autoridad. Ambos jinetes tuvieron calor de repente, aunque el aire seguía soplando con mucha fuerza. Cuando llegaron al lugar, vieron la puerta abierta. Se bajaron y ataron los animales a un palo que había cerca del establecimiento. Entraron y vieron a Geofrey en su mesa, llena de migas. Rápidamente, antes de que Skipp se acercase a su sitio de trabajo, lo limpió de una pasada. Warren y el hombre grueso se acercaron a este y les comentó.

-¿Tienes algo?

-No, he hablado con muchos testigos. Algunos eran amigos de Samantha, pero no he obtenido nada.

-¿Conoces a un tal Antonio Romero?-intervino Warren.

-¿Por qué?

Tanto el interrogador como el interrogado estuvieron dubitativos uno del otro. Tras unos segundos, el ayudante respondió entre cortadamente.

-No. No me suena el nombre. Esto es una ciudad, no un pueblo.

-Pero hasta en las zonas grandes, a los lugareños les suenan los nombres que viven en su misma zona. Aunque no se conozcan.

-¿Sospecha de mi?

Skipp miró de mala manera a Warren Filton y carraspeó para que le acompañase un momento. Geofrey enarcó las cejas y pensó que el forastero estaba loco. Mientras, el hombre grueso de la autoridad se espachurró su rostro y le comentó enfadado.

-Vamos a ver, ¿qué le dije que era en esta ciudad?

-Un colaborador.

-Un colaborador, bien. Un colaborador no hace lo que está haciendo usted. Interrogar a los sospechosos de otra ciudad cuando le dé la gana, mandarme al escenario del crimen...

-Escuché, iba a enseñarle el dibujo de Antonio Romero a su ayudante.

-¿Y se puede saber porque sospecha de Geofrey?

-Porque creo que oculta algo. No sé, tal vez me equivoque. Pero y si es el compinche de Antonio.

-¿Y si no lo es?, además nunca le he visto con ningún colgante puesto en forma de búfalo.

El ingles se fijó que Skipp cerraba mucho sus ojos negros. A Warren se le ocurrió hacerle una prueba poniendo dos dedos de una mano, un poco lejos. A continuación le preguntó acariciándose el mentón.

-¿Ve bien?

-¿Qué?- cambiando de expresión.

-¿Cuantos dedos tengo levantados?

-Dos, ¿qué quiere demostrarme?

Los alejó un poco más. Volvió a preguntar. Skipp falló esta vez. Filton dedujo que a lo mejor sería imposible ver un búfalo en un medallón si ves mal de lejos. El forastero le comentó que tendría miopía. El sheriff lo reconoció. Warren le aconsejó.

-Retírese pronto de este trabajo o le dispararan desde lejos.

El aconsejado le sonrió y Warren continuó con su teoría.

-Puede que sea o no sea nuestro compinche, pero sí lo es. No habría que vigilarle-dijo en voz baja, viendo a Geofrey fijándose en la pareja.

-¿Cómo?

-Uno de nosotros se quedara aquí mientras otro va a buscar a ese Antonio...

-Ni hablar-intervino Skipp-Mi ciudad, mi ley. Buscaremos a ese sospechoso juntos y averiguaremos si Geofrey está involucrado, ¿de acuerdo?

-Vale. Pero, ¿qué hacemos primero?

-Mandaré a mi ayudante hacer unos recados para que tarde más en volver a la oficina. Luego visitaremos a Antonio Romero. Espere aquí.

Warren fue hacia el umbral de la puerta a esperar mientras Skipp le mandaba algunas tareas a Geofrey para que las hiciese. Tanto el ayudante como el forastero se echaron un duelo de miradas, antes de salir del lugar. Warren no vio ningún colgante. Skipp cerró el lugar. Ambos hombres se montaron en sus caballos y se fueron a preguntar donde vivía ese Antonio Romero. Hubo respuestas negativas por parte de algunos vecinos. Nadie le conocía ni a él, ni su negocio. Fueron al norte de la ciudad, donde los lugareños si conocían el negocio, trabajaba como afilador, era el dueño, dado a que su padre se lo había dejado cuando murió. Fueron hacia allí. El establecimiento estaba cerrado. Después preguntaron a un lugareño. Este les comentó donde vivía. Trotaron hacia allí.


La casa no era muy grande, se veía vieja por fuera. El porche estaba desastroso. Había un sujeto que estaba partiendo leña en una mesa. El hombre estaba fornido, no paraba de dar golpes con el hacha hacia el tronco. Tenía el cabello largo, barba negra de hace semanas, el color de sus ojos eran marrones, olía mal. Dejó el hacha a un lado y se limpió con un brazo el sudor de su frente. Ambos jinetes se dieron cuenta que el sospechoso no tenía frio por su vestimenta.

-¿Les puedo ayudar en algo?-empezó el dueño.

-¿Eres Antonio Romero?-preguntó uno de ellos.

-Depende de quién lo pregunte-respondió con una medio sonrisa.

-¿Conocías a Samantha Illinois, Luisa Fernández, Ramona González y Denise Juárez?-interrogó Warren serio.

-Espérense aquí-comentó Antonio mientras iba al interior de su casa.

El sospechoso escupió a un lado y salió en seguida. Este bajó las escaleras del porche mientras se cerraba su chaqueta. Antonio les comentó.

-Trabajo mejor en ropa de manga corta.

-¿Las conocía o no?-preguntó Filton.

-No, ¿por?

-Qué extraño, alguien le describió, usted estaba cerca del incendio de la casa de Samantha Illinois. Parece ser que estaría cerrando un trato. Que, ¿cuánto le dio a su socio para que no dijera nada del crimen que usted cometió?-sonriendo Skipp.

-¿A quién le dio ese dinero?, ¿ A Geofrey, el ayudante del sheriff?

El interrogado, no pudiendo contestar a las preguntas. Pidió tiempo y las respondió una por una.

-A ver, no conozco a ninguna de esas mujeres. No hice ningún trato ayer cerca de un incendio y no...

-No le hemos dicho que fuese ayer cuando se incendió la casa de esa joven.

-Voy a tener que pedirles que se vayan-comentó Antonio.

Warren se fijó en la pequeña quemadura que tenía el sospechoso en una de las yemas de sus dedos.

-¿Como se ha quemado?

El dueño no contestó y Warren estuvo a punto de sacar su revólver, pero le frenó el hecho de que no estaba en su jurisdicción. El sospechoso entró de nuevo en su morada, cerrando con violencia la puerta. Los jinetes volvieron a la oficina. Durante el viaje, pasaron frio por el aire que hacía. Cuando llegaron a la oficina, vieron que la puerta estaba cerrada. Pensaron que Geofrey aún no había vuelto de hacer las tareas que le había comendado su jefe. Abrieron la puerta y Skipp encendió de nuevo la chimenea, poniendo más leña y dándole más presión con el fuelle. Warren Filton caminó por el interior del establecimiento, dirigiéndose a la mesa del ayudante. Se fijó en que un cajón estaba cerrado con llave, aunque no estaba puesta en esos momentos.

-¿Geofrey tiene la llave, no?-preguntó Warren.

-Seguramente, ¿por?-quiso saber pellizcándose el cuello de su camisa.

-Esperaremos a que venga. Si el colgante de búfalo esta aquí, es nuestro hombre.

-No tienes pruebas, recuerda-respondió enfadado Skipp.

-Pero puede haber sido él. Además, tengo una idea para ver si es culpable.

-¿Qué idea?-preguntó dubitativo el hombre grueso.

-¿Donde tendría que haber estado Geofrey cuando se produjo el incendio de ayer?

El hombre de pelo pincho moreno pensó durante unos minutos antes de contestarle.

-A Geofrey le gusta estar en el saloom de Bill Macpherson, un buen hombre, la verdad. Sé que suele pasar la mayoría de las tardes ahí.

-¿Sobre qué hora?

-Suele estar sobre las siete o siete y media.

-Samantha murió más o menos a esa hora, antes de que incendiaran su casa ¿dónde estaría su ayudante?

-Lo preguntaré.

-Bien. Mientras me quedaré aquí para ver si llega alguna respuesta de Villa Rocosa, si me lo permite.

-Claro, claro. Iré a buscar respuestas-contestó Skipp.

Mientras el sheriff iba a buscar donde estuvo su ayudante, un hombre con aspecto mayor, abrigado parecido a Freddie Russell, solo que con barba y diez años mas que él, fue abrigado a la oficina del sheriff, con un montón de papeles en las mano. Cuando apareció, preguntó viendo a Warren.

-¿Y el sheriff?

-Ha salido un momento, ¿qué quiere?

-Soy Ronald Keppler, soy el telegrafista de este sitio.

-Ah, sí. Nos hemos visto antes-recordando cuando habían ido al lugar de trabajo de Ronald para escribir los telegramas a Villa Rocosa.

-Vale, ya sé quién es. Warren Filton, ¿no?

-Así es, ¿que trae ahí?-fijándose en el montón de papeles que el hombre mayor llevaba.

-Lo que les pidió a su compañero.

-Vale, ¿cuánto es?

-Dos dólares.

Warren sacó de su bolsillo el dinero y le pagó a Ronald. Este dejó encima de la mesa del sheriff, donde estaba sentado Filton, los informes de las chicas asesinadas por Antonio Romero. El hombre mayor se fue del cuarto. El ingles repaso dichos informes una y otra vez: las causas de la muerte de Luisa Fernández, Ramona González y Denise Juárez, la declaración que hizo Antonio Romero a Samuel Liverpool y a Edward Richard, la causa de la muerte de la joven Denise Juárez, que murió en Indiana. Todas fueron asfixiadas con un cojín o con las manos y a todas las hallaron semi desnudas en los establos, como a Ramona González y a Luisa Fernández, la segunda y tercera víctima. O en una habitación de un saloom, como a Denise Juárez, la primera víctima que murió en Indiana. El ayudante entró con una cerveza en mano y se sorprendió al ver a Warren.

-¿Qué hace usted aquí?

-¿Puede abrir un momento el cajón de su mesa, por favor?

-¿Qué?, oiga usted no es mi...-respondió enfadado mientras señalaba con la botella, haciendo caer liquido al suelo.

Cuando la cabeza de Geofrey giró hacia la puerta vio el cañón del revólver de su jefe apuntándole a su tripa gruesa. Skipp le miró con cara seria y le preguntó.

-¿Donde estuviste ayer a esos de las siete y media de la tarde?

-En el saloom de Bill Macpherson, ya lo sabes.

-No me mientas-dijo Skipp no dejando de apuntarle a la tripa.

-Pero, ¿qué es lo que ocurre?-preguntó asustado Geofrey, manchando el traje de su jefe con la bebida.

-Según un vecino, vio como ibas al vecindario de Samantha Illinois a esa hora, ¿qué hacías ahí?

-Bill te confirmará que...

-Ya me lo ha confirmado, que no estabas sobre las siete y media. Así que, ¿dónde estabas?

Geofrey estaba temblando por el frio y al mismo tiempo sudoroso. No respondió a la pregunta. El jefe del sospechoso volvió a presionarle, diciendo que el vecino le vio en el vecindario de Samantha. Al final, Geofrey confesó dijo que estaba en el vecindario. Warren y Skipp abrieron los oídos y empezaron a escuchar.

-Estuve en el vecindario de esa joven.

-¿Y qué hacías en la casa de Samantha?-intervino Warren.

-Nada, se lo prometo.

-Si registramos tu cajón cerrado con llave, ¿qué hallaremos?

-Dámelas-intervino Skipp, haciendo un gesto con una mano.

-No-respondió con miedo Geofrey.

El hombre grueso apretó el percutor del revólver y le amenazó.

-Disparare. Así que dime lo que sabes.

-No lo harás.

-¿Tú crees?-sonrió el hombre grueso.

El ayudante le dio la llave que había en su bolsillo. El sheriff se la dio a Filton y este abrió el cajón. Halló un medallón con un búfalo inscrito. Se lo enseñó a los otros dos. Skipp miró con ojos de ira a su ayudante. Estuvo a punto de apretar el gatillo pero Warren intervino.

-No lo hagas-miró serio a Geofrey y con el colgante en mano, le pidió que se lo explicase.

-Está bien, no sabía nada del crimen de su amiga Samantha Illinois-confesó Geofrey.

-¿Y esperas que nos lo traguemos?-preguntó Skipp.

-Es verdad, vi el incendio. Fui el primero en acudir a la casa en llamas, me acerqué y vi un cuerpo semi desnudo en su interior. Entonces vi a Antonio Romero salir del rancho de la víctima y le di el alto.

-¿Y qué paso?

-Skipp, sabes que necesito el dinero. Tengo deudas-confesó aterrado el ayudante.

-Gajes del oficio, ¿no?, seguramente te dio un porcentaje si no abrías la boca de lo que habías visto-dedujo Warren.

-Como has podido-intervino Skipp agarrándole fuerte de la camisa andrajosa.

-¿Cuánto te dio?

La expresión aterradora de Geofrey hizo que confesase.

-Veintiún mil dólares, más los doscientos que tengo podré pagar la deuda que debo.

-¿Donde está el dinero?

-En mi casa-contestó triste Geofrey-pero le juro que no tuve nada que ver con el asesinato de su amiga.

-Pero encubriste un crimen. Y eso, es un delito-comentó Filton.

-Tengo una idea. Llevemos a este imbécil-dijo Skipp señalando a su ex-ayudante- a ver a Antonio Romero, a lo mejor confiesa la verdad. Date la vuelta.

El sospechoso se dio la vuelta y Skipp le puso las esposas. Guardó su revólver. Los tres salieron fuera de la oficina. El tiempo se calmó, el aire de soplar tan fuerte y el cielo se nubló un poco. Volvieron a la casa vieja de Antonio Romero. El dueño salió cuando les vio subiendo las escaleras del porche. Uno de ellos gritó.

-Sabemos lo que ocurrió.

El hombre de pelo largo y barbudo dejó a un lado su rifle y les preguntó sonriente.

-¿Que quieren?

-Sabemos lo que hiciste. Asesinaste a esas chicas, empezando por Denise Juárez en una habitación de un saloom en Indiana-empezó a decir el ingles.

-¿De qué demonios hablan?

-Hace tiempo hiciste una declaración a dos de mis ayudantes, Samuel Liverpool y a Edward Richard, ¿te suenan los nombres?

El interrogado respondió negativamente con la cabeza. Warren continuó.

-¿En serio?, que extraño. Ellos aseguraron en su declaración que tú eras un contrabandista y que estabas en Villa Rocosa para vender unas cuantas en algunas tiendas, le enseñaste el itinerario. Lo comprobaron y vieron que era mentira, ¿tiene algo que decir al respecto?-dijo Filton.

El sospechoso recordó aquella vez en Villa Rocosa y les respondió.

-Solo eran negocios. No sabía que llegaran a comprobarlo. Además, me marchaba aquella noche.

-Fue una excusa, la excusa perfecta para tapar cuatro crímenes.

-Oigan, ¿de qué están hablando?-preguntó Antonio dubitativo.

-De que usted asesinó a Samantha Illinois en su casa y anteriormente a sus amigas-intervino Skipp.

-No sé de qué me están hablando.

A ambos sheriff, se les ocurrió la idea de meter a Geofrey en esto para ver si el dueño confesaba los crímenes. El hombre grueso volvió a preguntarle, pellizcándose su cuello de la camisa.

-¿Conoces a este hombre?-señalando al detenido.

Antonio sabía quién era pero no iba a caer en la trampa. Así que respondió sin inmutarse mientras se reía.

-Sé lo que intentan hacer y no lo van conseguir.

-Estás seguro, niño meón-dijo Warren pidiendo la carta escrita al sheriff de Illinois.

Este se la dio, el forastero la desenvolvió y empezó a leerla sentado en su caballo. El vecino se ponía cada vez más nervioso cuando oyó la historia de lo que le sucedió a Antonio Romero contada por una de las víctimas y puso sus ojos marrones llenos de cólera. Los tres lo notaron.

- Samantha Illinois, Luisa Fernández, Ramona González y Denise Juárez junto a sus respectivos novios te humillaron cuando eras joven. Ocho personas participaron en ese acto malévolo, de las cuales cuatro murieron por muerte natural. Pero después de mucho tiempo, debió pasar algo en tu vida para que recordaras ese momento malo-comentó Filton.

-Pero ¿el qué?-preguntó Skipp.

-Seguramente vio a Denise Juárez, la primera víctima que murió en Indiana. Eso hizo que recordase la humillación que le sucedió en el pasado-continuó Filton.

Antonio apretó sus puños y estuvo a punto de coger su rifle y dispararles, pero le superaba el número y no quería morir. El ingles le enseñó los dibujos de las víctimas desde su caballo al sospechoso. El dueño bajó los peldaños, acercándose a los dibujos. Los ojos marrones de este miraron con odio a los hombres de la autoridad y confesó con tranquilidad.

-Esas zorras están mejor muertas después de lo que me hicieron.

-Pero, ¿porque la asfixia y quitarle parte de la ropa?-intervino Skipp acariciándose su cara afeitada.

-Para que vieran la cara del niño meón y lo de la camisa era una humillación-dijo el del pelo largo con una sonrisa maléfica.

-Queda arrestado-sentenció el sheriff de Illinois.

El ingles sacó su revólver, apuntando a Antonio Romero mientras el hombre grueso se apeaba de su caballo y le ponía las esposas.


Eran las dos y media de la tarde cuando Skipp y Warren estaban celebrando con una comida la captura de ambos individuos. El grueso hombre le dijo a Warren.

-La familia de Samantha y de las otras jóvenes ya pueden descansar en paz. He enviado telegramas a sus cónyuges, diciéndoles que hemos atrapado al criminal que arrebató las vidas a sus hijas.

-Gracias-alzó el vaso lleno de cerveza-Por Samantha.

Skipp hizo lo mismo y brindaron por la resolución del caso. El hombre grueso le preguntó sonriente.

-¿Que va a hacer ahora?

-No sé, volver a mi pueblo y seguir mi vida.

-Yo intentaré arreglar con alguna de mis esposas la situación y así poder estar junto a ella.

-Brindo también por eso-dijo el ingles riéndose y alzando el recipiente.

FIN


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